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La paz es fruto de la justicia

Felicito a los 102 promocionales que hoy despedimos de nuestra Alma Mater, así como, a sus padres y familiares que con su apoyo moral y económico han hecho posible la culminación de sus estudios superiores.

  • César Delgado Barreto
    Profesor Principal del Departamento Académico de Derecho

Agradezco emocionado a los bachilleres en Derecho que me han honrado al poner mi nombre a su Promoción y que coincide con mis Bodas de Oro de abogado y profesor universitario.

Hace 6 años llenos de ilusión ingresaron a nuestro Claustro en el cual –en la medida de nuestras posibilidades- hemos procurado darles con luces y sombras una formación integral, tanto ética como intelectual y sentimental. Y ahora el 2011 como operadores del Derecho se incorporan a la vida profesional con la noble y difícil misión de defender la justicia en una sociedad en la que abunda la amoralidad y el egoísmo, subestimándose los valores comunitarios y de solidaridad.

El desarrollo humano radica en la realización de «todo» el hombre y de «todos» los hombres, según la feliz expresión de Perrou. La auténtica felicidad se alcanza siendo cada vez más humano compartiendo fraternalmente con nuestro prójimo los bienes que disponemos. Decía Saint Exupery: «el amor es lo único que crece cuando se reparte».

Para los juristas romanos lo «justo» consistía en dar a cada cual lo suyo. Esta definición puede ser esquemáticamente interpretada desde una perspectiva formal como que lo suyo de cada cual es lo que le reconocen los títulos legales, o más profundamente lo «justo» consiste en darle a todo ser humano lo que le corresponde por su dignidad intrínseca de espíritu encarnado abierto a la trascendencia, y con necesidades espirituales y materiales.

Para Jaspers: «La Universidad debe ser la conciencia más lúcida de su época». El Perú del siglo XXI es un país escindido en el cual un sector minoritario de la población vive en la modernidad, mientras el mundo rural y los pobladores de las zonas marginales de las ciudades no pueden satisfacer sus necesidades fundamentales de alimentación, salud, educación, empleo, vivienda y de seguridad ciudadana, como lo demuestran las estadísticas de los organismos especializados; si bien el PBI nacional ha venido creciendo a un promedio anual del 6.5% en el último decenio, sin embargo, 9 millones doscientos mil peruanos siguen siendo pobres al 2010 y 2 millones novecientos mil son considerados pobres extremos.

Necesitamos con urgencia un crecimiento con equidad y una lucha frontal contra la corrupción que erosiona no solo la economía, sino a todas las instituciones incluso a la propia administración de justicia, por lo cual es necesario un liderazgo ético de la clase dirigente.

Esta crítica objetiva de la situación económica y moral no es compartida por la minoría que se beneficia del Statu Quo, para la cual vivimos en el mejor de los mundos, por lo que no hay que hacer ningún cambio que pondría en riesgo el modelo neoliberal.

El crecimiento sin inclusión social no solamente constituye una injusticia flagrante sino que al consolidar la violencia estructural, se generará tarde o temprano la violencia subversiva y la represiva y el Perú retrocederá a las décadas de los ochenta y noventa en que murieron sesenta mil personas y se violaron sistemáticamente los derechos humanos, según el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

Basadre en su obra «Perú: Problemas y Posibilidades» nos llamaba la atención acerca de los tres grandes enemigos de la promesa de la vida peruana: «Los podridos, los congelados y los incendiados. Los podridos han prostituido y prostituyen palabras, conceptos, hechos e instituciones al servicio de sus medros (…). Los congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran si no a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nada más existe. Los incendiados se queman sin iluminar se agitan sin construir. Los podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los congelados lo ven como un páramo; y los incendiados quisieran prender explosivos (…) para que surja una gigantesca fogata. Toda la clave del futuro está allí; que el Perú escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una gigantesca fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos».

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