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“En el Perú nos ha ganado la sociedad del consumo”

  • Carmen Mc Evoy
    Historiadora y escritora peruana. En la actualidad se desempeña como embajadora del Perú en la primera misión diplomática en Irlanda del Norte.
  • Texto:
    Fiorella Palmieri
  • Fotografía:
    Alex Fernandez

Han pasado 20 años desde el lanzamiento de la primera edición de La Utopía Republicana, pero a la luz de las crisis políticas actuales, esta publicación –cuya reedición fue y presentada en la Feria Internacional del Libro de Lima– se mantiene como un texto fundamental que analiza las ideas, dificultades, proezas y fracasos del periodo comprendido entre 1872 y 1919, años fundamentales para alcanzar una mejor comprensión de nuestra realidad política actual. Para una nueva generación de lectores, en este libro destaca la figura del presidente Manuel Pardo y Lavalle, el primer civil en el poder luego de 50 años de gobiernos militares.

“En 1989, el mismo año en el cual me fui a estudiar a Estados Unidos, se fue del país alrededor de un millón de peruanos. Si tú lees el prólogo de la edición antigua, te das cuenta de que el Perú estaba enfrentando una crisis política, y creo que después de 20 años todavía no hemos salido de ese laberinto, del cual el historiador José Antonio de Lavalle decía que ‘no se escapa ni el mismo diablo’», dice la autora Carmen Mc Evoy, desde la sala de su casa frente al mar de La Punta.

¿Cuál es su mirada personal sobre La Utopía Republicana? ¿Qué cambios o añadidos tiene esta reedición?

En su primera edición (1997), el libro era una respuesta al autogolpe de Fujimori en 1992 y formó parte de mi tesis doctoral en la Universidad de California en San Diego (EE.UU.), pero las ideas centrales fueron concebidas en la década de 1980, que fue terrible para la historia del Perú.  El libro tiene un prólogo y un estudio preliminar que no estaba en la edición anterior, en el cual cuestiono mi modelo de patrimonialismo. En la forja de la república, los militares han estado presentes para bien o para mal. Creo que la república tiene que estar en manos de los civiles, pero su historia no puede desligarse ni de los militares ni de la guerra. Esta reedición plantea un cuestionamiento de esta mirada dicotómica y una mejor mirada a la república militarizada del siglo XIX.

¿Cuál es la importancia del presidente Manuel Pardo y del primer civilismo en la historia del Perú?

Manuel Pardo rompió con 50 años de gobiernos militares. Es un personaje fascinante, uno de los grandes políticos del siglo XIX. Heredó un gobierno plagado de contingencias, al borde de la bancarrota fiscal, que vio como salida la nacionalización de las salitreras. Lo interesante es haber encontrado un archivo completo de Manuel Pardo, que me permitió reconstruir su campaña electoral y su etapa presidencial. En el pasado, se pensó que la campaña de Pardo solo abarcaba a una burguesía limeña que solo se miraba a sí misma y eso no es verdad. Esta campaña presidencial construyó alianzas, generó redes y llegó a todo el Perú.

Además, contó con un proyecto y una ideología que recuperaba la participación política del ciudadano e incorporó conceptos novedosos para la época, como la cohesión de los partidos políticos. Es como una campaña en el siglo XX, bien hecha, pero situada en el siglo XIX. Así descubro cómo en el Perú se hizo política de verdad. El presidente Paniagua escribió un libro sobre Manuel Pardo y trató de conectar su pensamiento progresista con ese momento emblemático del siglo XIX. Son ideas que todavía resuenan en momentos de crisis política en nuestro país.

Usted propone el cambio de un paradigma respecto a la visión que se tiene del siglo XIX en el Perú.

Un siglo a la deriva es el título de un libro sobre el siglo XIX visto como un siglo en el cual no se produce nada, en el que la burguesía “nacional” no fue audaz. Yo creo que, como hecho político, la fundación del Partido Civil en 1872 prueba lo contrario. A lo largo del libro se observan las guerras, el despilfarro, la corrupción, la traición de Ramón Castilla a los liberales. Poco a poco, los ideales iniciales, que pueden haber sido justos, van perdiendo su fuerza y se transforman en corrupción generalizada. Con Pardo y el Partido Civil, hubo un recambio generacional pero también de mirada, que plantea que la república debe estar en manos de civiles. Durante mucho tiempo, los militares habían administrado la república, y nos habían llevado al horror con el asesinato de Balta y de su plana mayor de militares, entre ellos un ministro de Guerra que fue colgado en la catedral de Lima. Por eso, se necesitaba una república civilizada.

Alberto Vergara señaló en el prólogo que “el siglo XIX se parece más a nuestro tiempo que al siglo XX”.  Desde su perspectiva, ¿cuáles serían esos paralelismos entre ambas épocas?

Alberto Vergara dice que existen grandes similitudes entre los personajes y las luchas por el poder. Ve la polarización de esa lucha muy parecida a la que se vive hoy. Lo que podemos ver en el siglo XXI es la lucha por la democracia. Todos los movimientos a partir del año 2000 demandan un gobierno más democrático. En ese mismo sentido, la tradición del civilismo del siglo XIX se enfrentó a un sistema autoritario y por ello se pueden ver algunos vasos comunicantes.

¿Qué representa, para usted, el concepto de la utopía republicana?

Libertad, democracia, justicia y oportunidades para todos son viejas ideas del siglo XIX, y no hemos contado con ellas. Fueron visualizadas por los miembros del primer Congreso Constituyente (1822) y por gestores de la independencia del Perú, como Faustino Sánchez Carrión e Hipólito Unanue, personajes que el civilismo luego va a recuperar.  Siempre recuerdo que la promesa de la vida republicana es la felicidad, que implica que tus necesidades básicas sean resueltas cotidianamente: que tengas una casa, comida en la mesa, que puedas ir a una escuela y más. Eso es la ciudadanía y a eso hay que apuntar.

¿Qué nos ha pasado como república para que tengamos dos presidentes presos y uno con orden de captura?

No es ocioso ni irrelevante que, a cuatro años de nuestro bicentenario, regresemos a las viejas ideas y discusiones, incluso a los fracasos. Creo que no hay un verdadero intento de reforma del Estado. En estos tiempos muchos se han vuelto cínicos y creen que los ideales no sirven para nada. En el Perú nos ha ganado la sociedad del consumo. ¿Y qué significa tener una sociedad de ciudadanos versus una de consumidores? Que los ciudadanos tienen valores que van a permitir moderar el impacto del consumo, del mercado y de la ambición desmedida. Y eso es lo que no tienen nuestros expresidentes presos, que no entendieron que, como jefes de Estado, tenían que controlar sus impulsos y pasiones. Eso solo ocurre cuando las personas cuentan con un norte ético. Los ideales republicanos son importantes porque nos pueden ayudar a navegar.

¿Cómo explicar la corrupción actual a partir de los ideales de la utopía republicana? ¿Se han perdido o quizás son muy pocos quienes han tenido en mente practicarlos?

Las preguntas y las ideas planteadas en el libro nos llevan a cuestionarnos por qué quienes participaron en la transición democrática nos han vuelto a traicionar. ¿Cuántos están dispuestos a jugarse por una reforma del Estado? Al final lo que se necesita hoy, tal como en el siglo XIX, es una transformación real del Estado. En el año 1872, cuando Pardo entra al poder, se necesitaba estimular la educación y reformar un Estado corrupto tras 50 años de mandatos militares. Pero estas reformas demandaban dos o tres gobiernos sucesivos y la Guerra del Pacífico cortó el proyecto. Durante el gobierno de Mariano Ignacio Prado, el salitre estaba generando corrupción y eso acentuaba el problema económico. Es decir, siempre caemos en el mismo juego.

La solución, pienso yo, es la gobernabilidad para construir un Estado fuerte que pueda articular la política del Perú con un sistema de partidos y una economía sostenible en el tiempo. En el libro hay un capítulo dedicado a la Guerra del Pacífico, a la reconstrucción del Perú, y otro dedicado a la posibilidad de la construcción de un sistema de partidos, que tampoco funciona. Y termino con la llamada Patria Nueva de Augusto B. Leguía. Con eso se inaugura el siglo XX y allí dejo la historia mía. Hay que recuperar valores ciudadanos para que los servidores públicos no caigan en la delincuencia. La tradición republicana dice que siempre es posible volver a empezar. La república fue fundada con ilusión y lo que hay que hacer es perfeccionarla.

De estos 50 años que abarca La Utopía Republicana, ¿qué personajes e historias hay que recuperar?

Hay que recuperar a los liberales del siglo XIX, a los que pelearon en la Convención Liberal, que fueron quienes defendieron la abolición de la esclavitud y del tributo indígena. Hay que recuperar a Manuel Pardo, a los héroes de la Guerra del Pacífico, a los intelectuales y artistas de ese periodo que pensaron en el bien común sin apoyo de nadie. Hay que recuperarlos para que sean modelos en la educación cívica que los niños peruanos puedan emular. Los más jóvenes han visto que hay dos presidentes presos, uno fugado y otro que no quiere regresar. Tiene que haber una contraparte que diga que no todos los peruanos somos corruptos.

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