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Tomás Moro: un hombre de dos reinos

Reflexión sobre el aporte intectual y moral de San Tomás Moro, cuyo día se celebró el 22 de junio.

  • Jeffrey Klaiber, S.J.
    Historiador y profesor del Departamento de Humanidades

Tomas Moro fue canonizado por la Iglesia Católica en 1935 por su defensa de la fe católica y es el único santo de la Iglesia que fue honrado por el Partido Comunista de la Unión Soviética, que creó una sala en su honor en el mismo Kremlin.

Sucede que Moro es considerado un precursor del socialismo, o lo que sería en su caso, el socialcristianismo. Su célebre libro Utopía (1515-1516) describe una isla donde reina la justicia y la paz social, y la regla suprema es el bien común. Los habitantes sólo trabajan seis horas diarias, lo cual es posible porque todos laboran, hombres y mujeres. En Utopía, no hay mendigos ni niños abandonados y el dinero no es necesario ya que todo se comparte en la comunidad. Asimismo, entre otros rasgos que pueden sorprender a un lector moderno está el hecho de que en Utopía el divorcio se permite (la pareja se puede separar por motivos de incompatibilidad) y, además, existe una gran variedad de religiones. Pero todas conviven en paz, porque rige la tolerancia, lo que permite que, incluso, se celebren fiestas en las que todos se reúnen para orar juntos.

Pero Utopía no fue una mera fantasía desarraigada de su contexto. Moro escribió su obra como una propuesta alternativa frente a la realidad social de la Inglaterra de su tiempo: una sociedad cada vez más polarizada entre ricos y pobres. Los señores del campo estaban formando monopolios y desplazaban a los campesinos de sus tierras, sobre todo para vender la lana de ovejas a los mercados de Flandes. Con aguda ironía Moro observa que en Inglaterra las «ovejas se comen a los hombres». Al mismo tiempo, Londres se estaba llenando de pobres sin trabajo, algunos de los cuales se dedicaban a la delincuencia. Este excelente análisis global de toda una sociedad -que incluye el concepto muy avanzado para su tiempo de «estructuras sociales injustas»- apenas podría ser superado por un libro de sociología escrito hoy.

Ahora bien, Moro no fue canonizado por este libro famoso, sino por su firmeza ante los caprichos de un déspota: Enrique VIII. Tomás Moro había iniciado su carrera como abogado estudiando en Oxford y luego se convirtió en defensor de los pobres tras compartir su vida con los monjes de la Cartuja (quienes destacan por practicar la estricta observancia). Tras ello, en 1518, se convirtió en consejero de Enrique VIII.

Desde ese cargo ayudó al rey a escribir Defensa de los siete sacramentos (1520) como una respuesta a Martín Lutero y a los protestantes, y en 1529 fue nombrado canciller (el equivalente de Primer Ministro). Sin embargo, cuando Enrique VIII intentó separarse de Catalina de Aragón, y luego se declaró jefe de la Iglesia de Inglaterra, Moro renunció a su cargo sin reconocer la validez de las pretensiones del rey. Por eso, fue acusado de traición, encarcelado en la Torre de Londres y ejecutado en 1535. Antes de morir declaró: «soy buen siervo del rey, pero primero de Dios».

Hoy Tomás Moro destaca como modelo de político cristiano. Fue un hombre de fe, pero con una visión moderna que rompió con moldes medievales. Más allá de los monasterios, decidió ser cristiano en el mundo y, más precisamente, en el mundo público, donde surgen constantemente conflictos de valores, entre lo privado y lo público, entre el servicio al bien común y la propia carrera. Efectivamente, fue un hombre de dos reinos.

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