"La democracia liberal se basa precisamente en nuestra exclusión"
Breny Mendoza tomó de los pioneros latinoamericanos en los estudios poscoloniales y descoloniales, como Aníbal Quijano y Enrique Dussel, sus principales aportes y fue más allá. Ha incorporado la cuestión del género y, con ello, ha abierto un nuevo campo de estudio. Su obra hoy conversa con las de grandes teóricas feministas, como María Lugones, Rita Segato o Yuderkys Espinosa.
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Breny Mendoza
Directora y docente del Departamento de Género y Estudios de la Mujer de la California State University, Northridge
Texto:
Suny SimeFotografía:
Tatiana Gamarra
¿Cuáles fueron los puntos centrales de sus clases magistrales en la PUCP?
Si bien cada uno trata distintos temas, hay hilos conductores entre ellos. En mi primera conferencia, hice una comparación relacional entre las teorías descoloniales indígenas de Norteamérica y de Oceanía, y la teoría descolonial inspirada en nuestra experiencia en América Latina y basada en el concepto de la colonialidad del poder de Aníbal Quijano. Analizo el tratamiento del género que le dan estas teorías, y los trabajos de algunas teóricas feministas del norte y el sur. El segundo es sobre la colonialidad de la democracia. Es un concepto que busca darle un fundamento histórico a la democracia occidental, liberal, representativa, es decir, la que conocemos. Una de las tesis fundamentales es que la democracia que los europeos y estadounidenses lograron desarrollar no se basa en la antigua Grecia, sino que se hace posible a partir de la conquista de América o Abya Yala. Y el último, que se llama “¿Nos puede salvar el subalterno?”, es sobre cómo estamos todos preocupados por la crisis ecológica y la crisis capitalista, pensando que se va a acabar el mundo y que la vida humana ya no va a ser posible; me llama la atención que se buscan respuestas sobre todo en el mundo indígena. Lo que yo trato de apuntar es cómo irónicamente aquellas culturas que Occidente ha tratado de extirpar o destruir ahora, de pronto, se presentan como la salvación.
Sobre el segundo tema, ¿qué piensa de la democracia liberal en el marco de nuestra realidad latinoamericana?
Pienso que tenemos que renunciar a que lograremos tener esta democracia liberal que nos viene de afuera. Cuando hablo de la colonialidad de la democracia, la entiendo como un sistema de dominación. No es que esté en contra de la democracia; sencillamente, creo que vamos a tener que inventar un sistema que tome en cuenta nuestras contradicciones. A mi parecer, la democracia liberal se basa precisamente en nuestra exclusión. Nuestros países no tienen igualdad jurídica en la comunidad internacional. En cualquier momento, si se les ocurre, hay una intervención militar o un golpe de Estado generado desde afuera. Nuestra soberanía siempre está comprometida; y para que la democracia funcione, la soberanía es fundamental. Creo que hay que cuestionar todos estos conceptos en los que creemos mucho, pero que en realidad son parte de nuestra situación de dominación y subordinación.
¿Aún sigue sosteniendo que no hay una teoría feminista latinoamericana?
Creo que hay intentos bastante serios, un esfuerzo por ir creando una teoría feminista basada en nuestra experiencia histórica. Es bastante curioso que por primera vez una teórica latinoamericana, como María Lugones, esté configurando hoy lo central del debate feminista. En el pasado, siempre eran las feministas angloparlantes o afrodescendientes, incluso las indígenas de Norteamérica, pero en este momento el concepto de la colonialidad del género es fundamental y ha venido a cambiar los términos de la conversación. También está el Grupo Latinoamericano de Estudios, Formación y Acción Feminista (Glefas), al que yo pertenecía.
¿Cómo podría darse esa solidaridad transnacional entre el feminismo de la metrópoli y de la periferia, que alguna vez planteó?
En mi artículo “La cuestión del feminismo transnacional”, pongo en cuestión la posibilidad de una solidaridad transnacional entre feministas occidentales y no occidentales. Mientras las condiciones discursivas y materiales sigan tal como están, es muy difícil. El feminismo occidental siempre ha partido de que solo por el hecho de ser mujeres ya sostenemos una plataforma común, pero en realidad no es así. Muchas de las conquistas sociales que tienen las mujeres occidentales son a costa de las mujeres pobres, negras, migrantes, del sur global. Esa situación no ha cambiado para nada; por eso, esa solidaridad aún es un proyecto a construir.
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