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Orgullo PUCP

La abogada PUCP Josefina Miró Quesada es becaria del prestigioso Knight-Hennessy de Stanford

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La abogada Josefina Miró Quesada, egresada y docente de la PUCP, ha sido seleccionada como becaria Knight-Hennessy de la Universidad de Stanford, una de las distinciones académicas más competitivas del mundo. Su elección no solo celebra una carrera brillante, sino también un compromiso empático e inquebrantable con las personas y sus derechos.

  • Texto:
    Joana Cervilla
  • Fotos:
    Archivo personal

«Siempre me sentí una abogada disidente, crítica del sistema de justicia». Con esta frase, Josefina Miró Quesada resume una trayectoria profesional que ha estado marcada por la coherencia, el coraje y la sensibilidad. Nuestra egresada y docente de la Facultad de Derecho de la PUCP ha sido seleccionada como una de las becarias del prestigioso programa Knight-Hennessy Scholars de la Universidad de Stanford. Su elección no solo reconoce una destacada trayectoria profesional, sino que también celebra un compromiso profundo con la justicia social y los derechos humanos en el Perú.

El programa Knight-Hennessy Scholars es una de las becas de posgrado más competitivas del mundo. Cada año, Stanford selecciona a alrededor de 100 becarios entre más de 9,000 postulantes de todo el mundo. Además del apoyo financiero completo por hasta tres años, el programa busca formar líderes con pensamiento independiente, propósito cívico y capacidad de colaboración interdisciplinaria.

Para Josefina, este nuevo paso académico es también una validación personal. “Lloraba cada vez que pasaba una etapa”, recuerda. “Cuando recibí el correo de admisión fue un momento maravilloso y de validación. Sentía que había hecho cosas valiosas, pero no conseguía trabajo y empezaba a dudar de mí”, cuenta.

84 becarios

entre más de 9,000 postulantes de todo el mundo ha seleccionado la Universidad de Stanford para su programa Knight-Hennessy Scholars del 2025.

Josefina Miró Quesada: de la PUCP a Stanford

Su decisión de postular a la Maestría en Derecho en Stanford surgió en un momento de transición personal y profesional. “El año pasado, por razones familiares, mi esposo se mudó a Estados Unidos y yo también me establecí ahí un tiempo. Trabajé en Naciones Unidas, pero luego regresé al Perú y estuve enseñando en la PUCP. Sin embargo, estas idas y vueltas se hicieron insostenibles. Decidí mudarme definitivamente. Tenía consultorías y proyectos a distancia, incluso llevaba casos judiciales, pero buscaba un trabajo estable”, refiere.

Es así que motivada por su esposo y en busca de un nuevo horizonte, Josefina decidió postular al programa Knight-Hennessy. “Pensé que quizá era hora de postular a una maestría. Como abogada, para trabajar en los EE.UU., necesito al menos una maestría. Encontré este programa y fue amor a primera vista”.

El enfoque interdisciplinario del programa, que une derecho con diversas disciplinas como la filosofía, la comunicación y el liderazgo, encajaba perfectamente con su perfil. Si bien Josefina llevó casos de litigio estratégico importantes, también ejerció el periodismo durante cinco años y estudió Criminología en Cambridge.

El enfoque interdisciplinario del programa, que une derecho con diversas disciplinas como la filosofía, la comunicación y el liderazgo, encajaba perfectamente con su perfil. Si bien Josefina llevó casos de litigio estratégico importantes, también ejerció el periodismo durante cinco años y estudió Criminología en Cambridge. «Me interesan la bioética, la filosofía y diferentes ramas del conocimiento. Cuando leí este programa que unía derecho con otras disciplinas, entonces supe que era para mí», sostiene.

Su postulación giró en torno a su trabajo por el derecho a una muerte digna, una causa que ha marcado su trayectoria legal y personal. “Todo lo que había hecho calzaba con eso. Llevé casos probono, como el de María Benito. Formé una clínica jurídica con estudiantes que querían hacer litigio estratégico. Son cosas que hice sin pensar en lo rentable, simplemente por compromiso”, indica.

La lucha por la muerte digna

Josefina fue una de las abogadas del emblemático caso de Ana Estrada, la ciudadana peruana que logró una histórica sentencia que le reconocía el derecho a una muerte digna. Su vínculo con el caso fue mucho más que profesional. “A veces, me decían que ser amiga de la clienta era problemático, pero yo creía que gracias a ese acercamiento entendía mejor su vida, sus decisiones y temores”, explica. “Ana, por ejemplo, sabía que me afectaba mucho. Me decía que estaba somatizando. Yo creo que somos más emoción que razón, y que el derecho también se puede ejercer con cuidado, escucha y empatía”.

Esa visión de un derecho más empático, cercano y comprometido también la compartió con sus estudiantes en la PUCP. “Una de ellas me escribió diciendo: ‘Gracias por enseñarme que la abogacía se puede ejercer distinto’. Muchos llegan con una visión fría y masculina del derecho. Yo creo que ejercerlo con humanidad puede ser muy gratificante”, comenta.

Sobre la muerte digna y la amenaza a los derechos humanos y a la libertad de cátedra

¿Cómo te acercaste al tema de la muerte digna?

Mi primer acercamiento fue teórico, como profesora adjunta de cátedra en el curso de Derecho Penal, que dictaba Iván Meini en la PUCP. Pero cuando ingresé a la Defensoría en 2019 y apareció el caso de Ana Estrada, sentí que tenía que involucrarme. El defensor me dio el caso y empezamos una relación muy cercana.

¿En qué estado se encuentra este tema en el Perú?

Mientras no haya ley, tenemos que avanzar hacia lo que yo llamo una ‘despenalización social y cultural’. La ley es importante, pero no suficiente. Se necesita educación, concientización y formación en todos los niveles: ciudadanía, personal médico, operadores de justicia. Hay que dejar de temerle a la conversación sobre la muerte. Esta lucha busca que cada persona, en su condición más vulnerable, tenga el poder de decidir sobre su propio final.

Estamos muy lejos aún culturalmente…

Sí. Escuché a un congresista decir que todo se puede revertir, que para eso están los milagros. Ese tipo de afirmaciones muestran por qué necesitamos hablar más de esto, con evidencia, con empatía, con conocimiento.

¿Cuál es tu visión sobre la relación entre abogado y cliente en estos casos?

No creo en esa distancia protocolar entre abogado y cliente. En casos como estos, la empatía es fundamental. Me decían que ser amiga de mi clienta era problemático, pero para mí era todo lo contrario. Entender sus temores, su historia, me permitió representarla mejor. La justicia no está solo en la sentencia final, también se construye en cada acto del proceso: cuando el cliente es escuchado, acompañado, respetado.

¿Qué papel deben cumplir otros sectores?

Los médicos deben involucrarse activamente, porque son quienes están más cerca del sufrimiento al final de la vida. Y la academia no puede ser espectadora. Tenemos que usar el conocimiento para incidir en lo público, no quedarnos solo en publicaciones indexadas. La universidad debe ser un espacio que genere transformación y pensamiento crítico. Yo no sería quien soy si  no fuera por la PUCP.

¿Cómo percibes el panorama actual en lo concerniente a los derechos humanos?

Estamos en un momento muy desafiante. Discursos regresivos han llegado al poder y eso tiene consecuencias reales. Hay un efecto amedrentador: quieren que tengamos miedo de alzar la voz. Pero no podemos ceder. Hay que hablar con más fuerza, con más evidencia, con más humanidad.

¿Están yendo tras las universidades?
En Estados Unidos, hay un efecto amedrentador muy claro: buscan que los defensores de derechos humanos tengamos miedo de hablar, de actuar. Lo que ocurrió con Columbia y otras universidades, donde se intenta condicionar la libertad de cátedra y restringir fondos por razones ideológicas, es gravísimo. Es una advertencia a todos. Si empiezas a restringir y a cercenar las posibilidades de crear conocimiento y de abrazar esa diversidad de opiniones dentro de un espacio que debe ser intangible, las bases de la democracia y el Estado de derecho se quiebran.

Los nuevos desafíos de Josefina Miró Quesada

Además de llevar casos emblemáticos, Josefina ha apostado por construir espacios colectivos para transformar el modo en que se piensa y se habla sobre el final de la vida. Actualmente, lidera «Plataforma Dignidad», una red latinoamericana que busca abrir conversaciones interdisciplinarias sobre la muerte digna. “Hemos ganado un fellowship para financiarla y pronto lanzaremos la web”, cuenta con entusiasmo. La iniciativa reúne a profesionales de distintas áreas con el objetivo de impulsar una pedagogía del cuidado y del derecho a decidir.

Este compromiso responde a un contexto que ella describe como cada vez más desafiante y, en ese sentido, su vinculación con la PUCP continúa activa. “Asesoro tesis a distancia y seguiré haciéndolo. La docencia no es solo transmitir conocimientos: es también formar ciudadanas y ciudadanos que cuestionen, que transformen. Extraño mucho enseñar y quiero volver al Perú a seguir sembrando pensamiento crítico”.

Asesoro tesis a distancia y seguiré haciéndolo. La docencia no es solo transmitir conocimientos: es también formar ciudadanas y ciudadanos que cuestionen, que transformen".

Josefina iniciará su maestría en Stanford en agosto. Lo hará acompañada de su esposo, quien también estudiará en esa casa de estudios. “Somos un equipo y este logro es colectivo. No sería quien soy sin las personas que me han rodeado”.

Más allá del aula, planea seguir cantando, una pasión personal que también tiene lugar en la comunidad de becarios. “En la casa de becarios, hay un piano espectacular y bandas musicales. La interdisciplinaridad también es eso”.

Desde la PUCP hasta Stanford, la historia de Josefina Miró Quesada demuestra que otra forma de ejercer el derecho es posible: una más humana, valiente y comprometida con la dignidad de todas las personas. Su voz, sin duda, seguirá abriendo caminos.

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