La excelencia siempre sabe perdurar. Una obra de arte o una línea de pensamiento se nos revela como una creación valiosa cuando permanece en la memoria de los hombres y mujeres, y sirve para enriquecer nuestra visión del mundo. Lo mismo ocurre con las instituciones. Existen ámbitos destinados a prevalecer cuando su esencia es imprescindible para los seres humanos. En nuestro país, uno de esos espacios es la Pontificia Universidad Católica del Perú,donde el aprendizaje humanista y científico se gesta en un clima de tolerancia, amplitud y pluralidad, base misma de nuestra misión y espíritu.

Estos primeros cien años de vida institucional no solo merecen la celebración de quienes integramos la comunidad PUCP, pues, en un plano mayor, este centenario materializa la presencia del pensamiento humanista dentro de la sociedad peruana, lo que propicia la conservación delos valores esenciales que mantienen viva la luz de la civilización.

Durante un siglo, miles de personas han aportado su talento y su disciplina para construir esta gran institución que expande la luz del conocimiento y la fe sobre las tinieblas de la irreflexión y la injusticia. Estos testimonios, sobre algo tan íntimo como su propio sentir de vida, construyen un viaje sentimental a través de estos primeros cien años de historia compartida