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Noticia

El clima está loco: ¿por qué no llega el otoño?

El fuerte calor de las últimas semanas ha sorprendido a los limeños, que aún no terminan de sacar las chompas y las casacas. Para explicar las posibles razones de esta demora de la llegada del otoño y el lógico frío fuimos a la Estación Metereológica ‘Hipólito Unanue’ de la PUCP para averiguar qué puede estar pasando.

  • Texto:
    Gonzalo Silva
  • Fotografía:
    Jorge Ruiz

Son 44 años en los que se viene dedicando a tomarle la temperatura a los días, todos los días, y la apunta en los padrones que incluyen máxima y mínima temperatura, humedad, entre otros. Gracias a esto, comprende el comportamiento de los fenómenos de la naturaleza, sus tendencias, los cambios que se dan y los promedios de temperatura por cada mes. Sin embargo, no puede evitar repetir una frase que, en estas épocas en las que llevamos ya un mes de otoño, el limeño promedio exclama: “El clima está loco”.  Es el señor Pedro Ríos, técnico hidrometeorólogo, quien trabaja en la Estación Metereológica ‘Hipólito Unanue’ de la Universidad Católica.

Pareciera que ni siquiera su casi medio siglo enfrentándose al clima pudiera resolver el enigma de por qué el sol nos agobia día a día, nos obliga a pedir clemencia y nos hace extrañar elementos contra los cuales después despotricaremos: el cielo color panza de burro y la humedad que convierte a Lima en una pecera. Pero la experiencia de convivir directamente con el clima le da la autoridad para explicar las posibles razones de estas temperaturas tan particulares.

Efecto invernadero
“Somos muchas personas en Lima y todos colaboramos con la contaminación”, destaca el hidrometeorólogo. No se trata solo de cantidad de personas, sino de lo que estas producen: A más personas, más autos y más producción de basura. Así, los atardeceres de cielo anaranjado se deben a la calima. ¿Qué es eso? “Es el polvo en pequeñas partículas, que tiene la apariencia de nubes, pero no lo son. Eso calienta el ambiente y la temperatura, y genera el efecto invernadero”, contesta Ríos.

La acumulación de este polvo crea un techo en la atmósfera que no permite liberar el calor que entra a nuestro hábitat. “Primero calienta la superficie de la Tierra, encuentra el techo y regresa, lo que se conoce como inversión de temperatura”. Es como si viviéramos justamente en un invernadero, donde el calor se concentra y se niega a emprender la retirada.

Año anormal
El Fenómeno de El Niño, aquel que cambia los patrones de movimiento de las corrientes marinas y que le sube la temperatura a nuestros mares, también contribuye con esta situación. Su presencia dota al año con el adjetivo calificativo de ‘anormal’. “Este fenómeno se presentaba de manera cíclica cada seis o siete años; ahora su llegada se ha acortado a tan solo tres años, aproximadamente”, advierte don Pedro. Los años anormales, entonces, tienen como protagonista a este fenómeno (llamado así por su presencia en vísperas a la Navidad y la llegada del Niño Jesús). De esta manera, se produce un círculo vicioso de causa efecto entre el Fenómeno de El Niño y el calentamiento global.

Este abril está siendo muy atípico, el brillo solar en promedio ha superado a marzo, el mes que se constituye como el más intenso respecto al sol de cada año. El miércoles pasado pudimos ver un día sin sol, el primero del año, pero habrá que esperar unos días más para que la temperatura empiece a descender y los roperos se llenen de las pesadas ropas de invierno.

Si será un invierno más frío que el anterior, es algo que don Pedro no se atreve a pronosticar, pero sí está convencido de que trasladará los datos que arroja el sofisticado programa de computación sobre las temperaturas, la presión atmosférica y demás datos a sus cuadernos para llevar los promedios de la temperatura de un planeta que sufre y que hace sufrir a sus habitantes, algunas veces con el calor, otras con el frío.

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