Cuando Julio Vargas Neumann estudió Ingeniería Civil en la PUCP, a inicios de la década de los sesenta, las prácticas de topografía las realizaba en el Fundo Pando. Poco a poco, fueron instalándose aquí las diferentes facultades y el terreno de San Miguel se consolidó como nuestro campus principal. Eso generó un diálogo desde diferentes perspectivas. «La formación de los alumnos es mejor en la medida en que es interdisciplinaria. Los distintos modos de pensar y de resolver un problema se complementan, pero no a manera de suma, sino como una multiplicación», enfatiza él.

Cambio de era

Fue en esa época en que el entonces decano de la Facultad de Ciencias e Ingeniería, Ricardo Rey, le consultó si le gustaría ser profesor a tiempo completo al culminar la carrera. “Me pareció extraña la pregunta, primero porque no sabía que significaba ese cargo”, dice Vargas, quien se convertiría en docente a tiempo completo en 1964. «Fue un cambio de era. Las 40 horas a la semana que teníamos nos permitían no solo preparar las clases, sino también pensar en cómo mejorar la enseñanza y ayudar a la facultad y a nuestra Universidad a crecer en ángulos que no habían sido considerados”, señala Vargas.

Posteriormente, el secretario de la Facultad, Guillermo Roth, junto con el decano Rey, tuvo la iniciativa de brindar mayor formación a los docentes. Por ello, Vargas fue enviado a estudiar al Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (España), donde tuvo contacto con otros equipos y desarrolló la actividad investigativa. «Me di cuenta de que, sin laboratorios, no había cómo enseñar ingeniería, pues es básico conocer los materiales, sus resistencias, capacidades y calidades”, señala. Con ese expertise volvió a nuestra Universidad.

Vanguardia tecnológica

En la época de Velasco, el gobierno de los Países Bajos realizó una importante donación a nuestro país. Por el lado peruano se escogió a la PUCP como la receptora de ese dinero y allá decidieron que el tecnológico de Delft fuera la universidad que transmitiera el conocimiento. Vargas fue parte de la delegación que viajó al país europeo. Primero se pidió una mesa simuladora de sismos, debido al creciente interés por el tema que surgió a causa del terremoto de Yungay.

“¿Y con el resto del dinero?”, consultaron. “Nos dijeron que teníamos que hacer un plan de investigaciones por cinco años. No fue fácil encontrar 50 temas, pero lo hicimos”, señala Vargas. Finalmente, los especialistas holandeses les aconsejaron qué comprar. Así, se creó nuestro laboratorio de estructuras antisísmicas. “Ese fue un gran salto en la formación de ingeniería”, resalta.

Para 1969, cuando cumplió cinco años como profesor a tiempo completo, todo confluyó para realizar una departamentalización. Esto también fue amparado por la Ley Orgánica de la Universidad Peruana emitida por el gobierno, que dividía en departamentos y programas académicos la actividad de la docencia.

Eso motivó a que se necesitara un jefe de departamento, con lo que se eligió a Julio Vargas por un período de tres años. “Empezamos a investigar aproximadamente en el año 70. Fuimos pioneros y destacábamos debido, en parte, al laboratorio con el que contábamos”, recuerda.

Vargas es uno de los profesores de mayor experiencia de este departamento. Obtuvo el Premio Nacional de Cultura 1985-86 en Ciencias Aplicadas y Tecnología, en 2006 fue designado miembro distinguido de nuestra Asociación de Egresados y Graduados y, en el 2012, recibió la Orden de la Ingeniería Peruana por parte del Colegio de Ingenieros del Perú. Su desarrollo académico ha ido de la mano con el de nuestro Departamento de Ingeniería, el cual ha evolucionado notablemente, pero, como en sus inicios, ha mantenido a la investigación y el carácter interdisciplinario como dos de sus principales pilares.

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