Jorge Guerra Castro: la pasión de un artista siempre en busca de la excelencia
La vida del Mag. Jorge Guerra Castro estuvo profundamente ligada a la historia de las artes escénicas en nuestra Universidad y en el país. Aquí reunimos algunos momentos de su carrera como director, productor, diseñador teatral y profesor principal del Departamento Académico de Artes Escénicas, que lo convirtieron en un referente para varias generaciones de artistas.
Jorge Guerra Castro vivió entregado a su pasión y compromiso con el teatro, donde desarrolló su inmensa creatividad y vitalidad artística, hasta el último momento. Su dedicación a la enseñanza y su incansable contribución a la formación de nuevas generaciones de artistas son solo algunos de los muchos aspectos que lo convierten en una figura fundamental en la historia de las artes escénicas en nuestro país y fuera de él.
Coco Guerra, como le llamaban todos, se formó en el Teatro de la Universidad Católica (TUC), donde también se desempeñó como director durante la década de 1970. Más adelante viajó a Estados Unidos, donde realizó un máster en Fine Arts en Dirección, en la prestigiosa Universidad Carnegie Mellon. La actriz y docente Bertha Pancorvo trabajó con él en su último montaje, El jardín de los cerezos (2024). Pero su historia juntos en el teatro se remonta a tiempo atrás. «Conocí a Coco Guerra hace casi cuatro décadas en Pittsburgh, Pensilvania. Yo era una compatriota insegura acerca de mi futuro en el teatro y él, todo un profesor en uno de los mejores departamentos de teatro de EE. UU., el de la Universidad Carnegie Mellon. A él le debo el empujón que me llevó a seguir estudios universitarios en actuación y dirección, y a una vida en el teatro. Para entonces, él ya había dejado una huella perdurable en la escena teatral peruana como uno de los cofundadores del Grupo Ensayo y en Estados Unidos fui testigo del respeto y admiración que inspiraba en sus colegas norteamericanos», contó a PuntoEdu.
Él ya había dejado una huella perdurable en la escena teatral peruana como uno de los cofundadores del Grupo Ensayo y en Estados Unidos fui testigo del respeto y admiración que inspiraba en sus colegas norteamericanos".
Su carrera en el ámbito académico se consolidó como decano-fundador del programa de Teatro en la New World School of the Arts en Miami. Allí, durante 15 años, Guerra diseñó e implementó programas innovadores tanto en secundaria como en bachillerato, dejando una huella perdurable en la formación de jóvenes talentos.
Primer jefe del Departamento Académico de Artes Escénicas PUCP
En Lima, cofundó y dirigió el grupo de teatro Ensayo (1983) y también fue el fundador de la compañía New World Rep en Miami. Tras regresar al Perú en 2005, asumió la dirección de la Escuela de Teatro de la PUCP hasta 2014, donde desempeñó un papel fundamental en la creación de la nueva Facultad de Artes Escénicas, siendo el primer jefe de su Departamento Académico.
A lo largo de su exitosa carrera artística, el Mag. Jorge Guerra Castro dirigió más de 100 producciones, que abarcan teatro, teatro musical, ópera y teatro danza. Entre sus montajes más destacados se encuentran Fausto (2001), La casa de Bernarda Alba (2005) y Don Juan regresa de la guerra (2009). Su último trabajo fue El jardín de los cerezos (2024), de Anton Chéjov, codirigida con su hijo Martín Guerra y presentada recientemente en nuestro Centro Cultural PUCP como un homenaje a su trayectoria.
El director teatral David Carrillo trabajó con él en su última producción. «Unos meses antes de empezar los ensayos de El jardín de los cerezos, la salud de Coco Guerra se complicó aún más. Pero, a pesar de que podría haber tenido todas las excusas entendibles del mundo, jamás faltó a alguno de nuestros ensayos; siempre estuvo temprano, con una sonrisa y una usual concentración por los detalles narrativos y estéticos. He visto a mis compañeros, ensayo tras ensayo, dar su máximo esfuerzo por captar esa idea, esa posibilidad, esa ocurrencia que Coco luchaba por hacerla salir de él, para que tuviese impacto en nuestra creatividad en escena».
Jamás faltó a alguno de nuestros ensayos; siempre estuvo temprano, con una sonrisa y una usual concentración por los detalles narrativos y estéticos".
El legado de Jorge Guerra Castro perdurará en cada espacio de nuestra Universidad y en la comunidad artística del país. Extendemos nuestras más sinceras condolencias a su familia, amigos y a todos quienes compartieron con él esta apasionada vocación por el arte. Su ejemplo nos inspira a continuar con su legado de compromiso con la excelencia, la innovación y la formación de nuevos talentos.
(Las fotografías de esta nota pertenecen a la colección TUC del Fondo de Teatro del Centro de Documentación de las Artes Escénicas – CEDARES. En la primera foto, Coco Guerra en Peligro a cincuenta metros, 1970. En la segunda foto, Coco Guerra y Mónica Domínguez en Los calzones, 1978).
Un legado de pasión y compromiso con las Artes Escénicas
La primera vez que lo vi fue sobre un escenario, a comienzos de los años setenta, en Peligro a cincuenta metros, ese montaje del TUC dirigido por Lucho Peirano, que marcaría mi vida como la de tantos espectadores.
Nos hicimos amigos rápidamente. Y esa amistad, unida a una colaboración artística única y enriquecedora, que se manifestó principalmente en el grupo Ensayo, dura hasta hoy. Y durará siempre.
Coco Guerra creaba en escena mundos propios, riquísimos, inusitados; entrar en ellos era apasionante y retador. Su mirada, lúcida e inspiradora, fue única dentro de nuestro teatro contemporáneo. Coco era un maestro, exigente, minucioso, iluminado. Un entrañable compañero de ruta en la vida y en el teatro, que seguirá siempre a mi lado.
Alberto Isola
Jorge Guerra: vivo en nuestra memoria
Cuando en 1972 ingresé al Teatro de la Universidad Católica (el TUC, en el que tantos comenzamos), conocí a muchas de las personas que serían, poco tiempo después, referentes del teatro en Lima. Jorge Guerra era una de esas personas y considero que fue muy importante para mi formación y la de quienes empezábamos.
Encontré en él a alguien que había decidió ser un artista y un profesional. No era lo común en esos tiempos. Concebirse artista y ser un profesional del teatro era arriesgarlo todo, era meterse a fondo en un arte que sufría de un amateurismo endémico en nuestro país. Jorge era inquieto y curioso; gracias a él conocimos a Grotowski y a Brecht. Vi sus montajes de Los fusiles de la Madre Carrar, Santa Juana de los mataderos y La panadería y siento que nos contagiamos de su vocación por experimentar, por ir más allá, por buscar el teatro donde la tradición decía que no estaba.
Luego de una temporada en los Estados Unidos, lo reencontré convertido en el artista y profesional que se había prometido ser. Pude disfrutar sus puestas en escena con el grupo Ensayo y ver cómo se adentraba en los clásicos griegos sin perder jamás el impulso experimental. En los últimos años, ya de regreso en el Perú, pude seguir su trabajo como director además de compartir el trabajo como docentes, siempre un paso adelante, siempre buscando la excelencia, sin concesiones.
Así quiero recordarlo, como un referente vital en mi vida artística, uno que cincuenta y tres años después sigue iluminando nuestro camino.
Alfonso Santistevan
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