Mons. Carlos Castillo: "Somos Pontificia Universidad Católica del Perú. Son cuatro palabras hondas, llenas de historia y sentido, llenas de fe, de esperanza y de amor"
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Mons. Carlos Castillo Mattasoglio
Arzobispo de Lima y Gran Canciller de la PUCP
*Discurso pronunciado en la Ceremonia solemne de profesión de fe del rector para el periodo 2024-2029
Hemos cumplido, como Universidad, 107 años. Aunque comparada con las grandes universidades de Europa, como Bologna (del 1088) o Salamanca (1218), somos una universidad jovencita. Pero su mérito indiscutible, en medio de dificultades y pobrezas muy duras desde su inicio, es haber llegado a superar su primer siglo desde el 24 de marzo de 1917 cuando el padre Jorge Dinthilac abrió por primera vez las puertas en la plaza Francia. Y las dejó abiertas dejando que no solo entraran alumnos, profesores, personal administrativo y de servicio, sino también los avatares de nuestra historia patria con sus turbulencias y fragilidades, sobre todo institucionales, y también con los sueños y las esperanzas de la promesa peruana, aprendiendo a hacerse fuerte institucionalmente gracias a la conciencia humanizadora de una búsqueda honda de la verdad y una fe católica inquebrantable en la luz del Evangelio de Jesucristo, que en distintos momentos de estos 107 años permitió inspirarnos en medio de las tinieblas.
Más allá del sentimiento de orgullo que la PUCP nos deja, nos llama la vocación de afrontar fielmente la responsabilidad que implica ser la Pontificia Universidad Católica en el Perú, sobre todo en medio de la crisis de época que vivimos, quizás la más extrema en la historia de la humanidad.
El papa Francisco, que contribuyó decisivamente a resolver nuestra última crisis interna debida a la incomprensión absoluta de nuestras bases originales de existencia, hoy nos invita al reforzamiento creativo de nuestra institución situándola ante la forma que esa crisis epocal toma en el Perú y allí en el ámbito educativo.
El papa Francisco hoy nos invita al reforzamiento creativo de nuestra institución situándola ante la forma que esa crisis epocal toma en el Perú y allí en el ámbito educativo".
El proyecto visionario del papa Francisco del Pacto Educativo Global y la reforma fundamental de la Iglesia que retoma el Concilio Vaticano II están forjando una Iglesia sinodal en misión, como fuente inspiradora para la humanidad, ante el hundimiento de las bases antropológicas de la sociedad moderna, marcada por la voluntad de poder del individualismo y el colectivismo de las ambiciones dictatoriales, que desprecian la anchura, la democracia, la vitalidad de la participación, la escucha de los pobres, oprimidos, víctimas y sufrientes, la sensibilidad y los sueños imaginativos y sutiles de los jóvenes y todas las nuevas generaciones que reclaman humanidad, sensibilidad, sabiduría, seguridad, paz, compasión, reconocimiento, participación, orden, calidad educativa, acompañamiento, y libertad de cualquier tipo de manipulación sea política, económica, psicológica e incluso religiosa. Como hemos podido experimentar en las destrucciones de personas que incluso han invadido el ámbito de nuestra Iglesia católica.
En esta época de reparación en que la Iglesia está entrando gracias al papa Francisco, nuestra Universidad no permanece ajena, ni indiferente ni neutral, no juega a sonreírle al Santo Padre y luego burlar en sus acciones la perspectiva grande que preside. No, acepta gozosa esa perspectiva grande para situarse ante el signo más importante de estos tiempos, la crisis antropológica, procurando salir de la crisis escuchando a todos, y generando procesos de iniciativa social y humanizadora en todos los ámbitos del conocimiento. Por ello, esta Universidad recoge todo el legado que ha recibido de nuestros fundadores y de aquellos que aportaron el diálogo con la realidad peruana en donde Dios está escondido y nos llama a hacer su voluntad.
Una universidad católica, en medio de una crisis epocal, tiene siempre en el centro a la persona y asume con ella la diversidad de rostros humanos, y de culturas y lenguas que enriquecen nuestra historia y que nos dan luz y esperanzas cuando pensamos en el futuro complejo que se avecina. Una universidad que ha sido siempre viva, dinámica, curiosa, para avanzar en el conocimiento y profundizar en nuestra fe está llamada a afinar de modo cualitativamente nuevo la reflexión y, sin duda, el espíritu de sabiduría de su fe.
Esta Universidad recoge todo el legado que ha recibido de nuestros fundadores y de aquellos que aportaron el diálogo con la realidad peruana".
El papa Francisco ha insistido muchas veces en la tarea que nos toca como universitarios y no se cansa de recordarnos la importancia que tienen la formación integral, las humanidades, las ciencias básicas y las artes en la misión de nuestras instituciones, y la evangelización de altura universitaria. En ellas, hay bastante más que la fuerza de la tradición. En ellas, están los fundamentos con los que debemos aprender a vivir y a ser no solo buenos profesionales y personas de bien, sino intelectuales creadores e inspirados que comprenden los problemas a cabalidad, sin dispersarse en nimiedades ni mezquindades, y generando sujetos humanos creadores de futuro. Profesionales e intelectuales. No hay oposición entre lo uno ni lo otro. Lo que hay es complemento y amplitud. Pero la base debe ser muy sólida para que nuestros estudiantes estén en condiciones de cruzar los extremos temporales en que ya estamos inmersos en el Perú y en el mundo actual, y, al mismo tiempo, de esa manera, la PUCP continúe respondiendo creativamente a las interpelaciones y desafíos de las necesidades de la humanidad más débil y vulnerable. De allí que la sutilidad de la Palabra, que caracteriza a toda universidad como la casa de la Palabra que se escucha y nos permite compartir, es la roca sobre la que nuestra Universidad se fundó y creció en estos 107 años, y no se puede dejar de lado porque es su legado.
En el Evangelio de hoy apenas expresado, hemos leído: «El que escucha estas palabras y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca y esta no cayó”. Julio, tú eres ahora el llamado a hacer ello y que Dios te acompañe con toda su fuerza, su espíritu.
Hoy, 2 de octubre, el papa Francisco, en la Fiesta de los Ángeles Custodios, acaba de inaugurar la segunda sesión de Sínodo de la Sinodalidad, del cual ha dicho algo que se puede muy bien asumir para la Universidad como casa de la Palabra: «Como hemos recordado repetidamente, la nuestra no es una asamblea parlamentaria, sino un lugar de escucha en la comunión, donde, como dice san Gregorio Magno, lo que alguien tiene en sí parcialmente lo posee de modo completo otro, y aunque algunos tengan dones particulares, todo pertenece a los hermanos en la ‘caridad del Espíritu'» y sigue: «Para que esto suceda hay una condición: que nos liberemos de lo que, en nosotros y entre nosotros, puede impedir a la ‘caridad del Espíritu’ crear armonía en la diversidad. Quien, con arrogancia, presume y pretende tener el derecho exclusivo sobre la voz del Señor, no es capaz de escucharla (cf. Mc 9,38-39). Toda palabra ha de ser acogida con gratitud y con sencillez, para convertirse en eco de lo que Dios ha donado en beneficio de los hermanos (cf. Mt 10,7-8). En concreto, cuidemos de no convertir nuestras aportaciones en puntos que defender o agendas que imponer, sino ofrezcámoslas como dones para compartir, dispuestos incluso a sacrificar lo que es particular, si ello puede servir para hacer surgir, juntos, algo nuevo según el plan de Dios. De lo contrario, acabaremos encerrándonos en diálogos entre sordos, donde cada uno trata de ‘llevar agua a su molino’ sin escuchar a los demás y, sobre todo, sin escuchar la voz del Señor».
Con el Pacto Educativo Global, el papa Francisco nos ha marcado un rumbo que debemos seguir para evitar que perdamos el sentido llevados por el apuro de obtener resultados cortos, jugosos ingresos económicos, producto de una estrechez de visión. Si nos perdemos en solo la mirada corta y táctica, abandonaremos nuestra misión.
El papa Francisco quiere que nos mantengamos firmes en la roca de la Palabra, tan sencilla y sutil, y, sin embargo, la fuente iluminadora del Evangelio, que nos alienta y acompaña en el camino".
El papa Francisco quiere que nos mantengamos firmes en la roca de la Palabra, tan sencilla y sutil, y, sin embargo, la fuente iluminadora del Evangelio, que nos alienta y acompaña en el camino, en este éxodo en medio del desierto en que hemos de escuchar la voz que nos guía, en especial la del papa como la del Ángel Custodio. Por eso, tengamos presente que la firmeza rocosa es al mismo tiempo empatía, solidaridad y sensibilidad. Somos una institución de personas que se debe a personas, especialmente personas jóvenes que vienen de ser niños, y que requieren de cuidado y a la vez de libertad. Los que nos precedieron fueron personas que se donaron por lo que ahora recibimos, seamos también personas que dejemos a los que vengan, jóvenes y niños, una universidad que les permita generar esperanza esperante no solo esperanza esperada y desesperada.
Somos Pontificia Universidad Católica del Perú. Son cuatro palabras hondas, llenas de historia y sentido, llenas de fe, de esperanza y de amor. En ellas, juntas, está la fuerza inspiradora que permitirá contribuir no solo a sacar adelante nuestro país para salir del terrible momento actual, sino también para generar iniciativas geniales y capacidad de experiencia creativa que suscita la sabiduría de saber moverse como peces en las aguas tormentosas de los tiempos extremos que nos asaltan. La sabiduría del espíritu fino que funda todo espíritu geométrico y orienta su sentido nos llama a la calidad, la prudencia y la templanza.
Apoyemos nuestra historia actual en lo que ya somos, en el legado que Espíritu Santo que dejó en quienes nos precedieron, en su esfuerzo, sacrificio, y creatividad inspiradora, y todo lo que aportemos de novedoso genere procesos irreversibles de bondad, que acogiendo y respondiendo sin atropellar, siempre comprenden y comprendan la calidad de la interpelación de cada rostro y de cada joven que llega aquí, ávido de respuestas interesantes que les permitan seguir profundizando y respondiendo con libertad y solidaridad. Seamos así una comunidad viva, pujante, abierta; una comunidad firme y profundamente humana.
Felicidades y buen camino, querido Julio.
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