Sobre la relación entre la violencia y el narcotráfico
La PhD. y docente de la Universidad de Massachusetts Lowell, Angélica Durán-Martínez nos visitó para ofrecer un conversatorio, organizado por el Laboratorio de Criminología. En él comentó la relación de narcotráfico y violencia social en diferentes ciudades y contextos, entre ellos el Medellín de Pablo Escobar.
Texto:
Oscar GarcíaFotografía:
Alex Fernandez
Pablo Escobar murió hace 24 años, pero aún está muy presente en el imaginario colectivo. De eso se percata permanentemente la Angélica Durán-Martínez, prestigiosa politóloga que estuvo de visita en la PUCP, cuando sus alumnos de la Universidad de Massachusetts Lowell reconocen más una foto de Escobar que la de muchos presidentes actuales. Aquella violencia social que vivió Medellín es distinta a la que sufrieron ciudades que también han albergado organizaciones de narcotráfico poderosas. ¿Por qué se dan esas variaciones?, es una de las preguntas que le interesa responder a la especialista colombiana.
En el conversatorio que brindó en la PUCP, con el apoyo de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas PUCP y el Grupo de Investigación sobre Capacidad del Estado Peruano, Durán-Martínez analizó los distintos tipos de violencia en Juárez, Culiacán, Tijuana, Cali y, por supuesto, Medellín desde inicios de los 80 hasta el día de hoy. Para ello, se valió de dos dimensiones: la frecuencia de la violencia -que se observa en las tazas de homicidio- y la visibilidad de la violencia, que se refiere a cuando los grupos criminales exponen sus asesinatos, como los descabezados en México.
Las variaciones en la violencia social asociada al narcotráfico se deben a diversos factores. “La competencia entre grupos criminales, la conexión entre las organizaciones y el Estado -pues cuando este es cohesionado tiene más capacidad para atacar o proteger a los criminales- y el uso de las pandillas por parte de los narcotraficantes”, nos comenta Durán-Martínez.
EL CASO ESCOBAR
En buena parte, la vigencia de la figura de Escobar se debe a la exitosa serie de Netflix, Narcos. “Sé que es una historia bien documentada, pero omite la complejidad de las relaciones entre los paramilitares, el gobierno, la DEA y Escobar”. Más increíble que la vigencia internacional de la figura del narcotraficante colombiano es que lo que realmente pasó supera a las historias de ficción. En 1991, Medellín fue una de las ciudades más violentas del mundo, con 7273 asesinatos. El cartel de Escobar exponía sus asesinatos, que incluían a políticos y policías. Distinto era el caso de los Rodríguez Orejuela del cartel de Cali que eran vistos como menos violentos. “Ellos también tenían sicarios y asesinaban, pero de forma menos visibles”, dice la PhD. Durán-Martínez.
El diferente uso de violencia se explica por las relaciones que mantenían ambos carteles con el gobierno. “Mientras Escobar decía que iba a luchar contra la oligarquía y se enfrentaba al gobierno, los de Cali establecieron redes de conexión con el Estado”, analiza la docente. Otro motivo de la violencia desatada en Medellín se debe al uso de las pandillas, que eran incentivadas y nutridas por Escobar. En cambio, los “caballeros” de Cali no necesitaban del uso tan fuerte de pandillas, pues contaban con un aparato de seguridad más sofisticado que incluía desde taxistas hasta policías.
ACTUALIDAD DE MEDELLÍN
En Medellín la imagen de Escobar no solo perdura, también hay personas que aún lo admiran. “Un muchacho que crece en un contexto de marginalidad, donde lo que te da poder no es tu educación o trabajo sino un arma, quiere emular a Escobar porque lo ve como el hombre que se hizo solo”, explica la PhD. Durán-Martínez. Afortunadamente, hay un buen sector de la población que quiere dejar atrás esa época nefasta y lo ve como “un estigma que los colombianos estamos empezando a sacudirnos”, añade la docente
Después de la caída de Escobar, Medellín ha pasado por un proceso de trasformación social, reduciéndose su taza de homicidio. Esto se debe en buena medida a las reformas del alcalde Sergio Fajardo, quien conectó el Metro con los barrios más alejados de la ciudad, creó una serie de programas sociales para los jóvenes y construyó una biblioteca. A la par, la sociedad civil y la clase empresarial se involucraron con el desarrollo de la ciudad.
Uno de las claves ha sido el cambio de las pandillas callejeras. “Los muchachos han aprendido, antes hablaban sobre marihuana, ahora discuten del proceso de presupuesto y cómo acceder a él”, le comentó un medellinense a la politóloga. En su visita a esta ciudad, la especialista también notó que hay una forma de extorsión más sofisticada de las pandillas, que consiste en tocar las puertas de las casas para vender cosas, obligando implícitamente a comprarles.
“La gente prefiere vivir en este límite de la legalidad e ilegalidad que volver a los niveles de violencia de Escobar”, analiza la PhD. Durán-Martínez. Para entender lo que vivieron Medellín y otras ciudades latinoamericanas afectadas por el narcotráfico, la PhD. Angélica Durán Martínez publicará próximamente The Politics of Drug Violence: Criminals, Cops and Politicians in Colombia and Mexico, que con la editorial Oxford University Press. Allí se explica la relación entre narcotráfico y violencia en su exacta dimensión y alejada del efectismo.
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