Sobre la copa de los árboles más altos de la Reserva Nacional Tambopata, científicos de un consorcio internacional liderado por la PUCP investigan el acelerado deterioro de los bosques tropicales a causa del cambio climático. Una torre de monitoreo, operada por el Instituto de Naturaleza, Tierra y Energía (INTE), proporciona variables del intercambio de gases invernadero como parte de un trabajo pionero, dirigido por la Dra. Norma Salinas y el Dr. Eric Cosio. Junto con otras tres torres, en tres regiones, e información obtenida en parcelas de monitoreo, se estudia la Amazonía occidental, un ecosistema amenazado del cual depende el ciclo hidrológico de buena parte de América del Sur.
Reportaje: Rafaella León
¿Qué les espera a los bosques tropicales de la Amazonía? ¿Lo que pase con ellos nos dirá qué pasará con el agua? ¿Por qué los árboles más grandes de Tambopata están muriendo? Arribamos a la ciudad de Puerto Maldonado, en Madre de Dios, con un cargamento de preguntas que en los siguientes tres días serían respondidas por los investigadores al frente de la expedición: el Dr. Eric Cosio y la Dra. Norma Salinas. Con botas de caucho, mochilas al hombro, viajando en chalupas, cargando pesados equipos tecnológicos en la espesura del bosque, por encima de los 30°C de temperatura, los investigadores del INTE PUCP dejan por un momento el ajetreo académico de las clases, las evaluaciones, las charlas y los congresos internacionales sobre cambio climático para integrarse por completo al entorno amazónico y sus dinámicas ecológicas.
Viajamos durante tres horas -primero por carretera hasta llegar al caserío de Puerto Infierno y luego surcando el río Tambopata hasta su confluencia con el río La Torre-, llevando provisiones y equipos de laboratorio, rumbo a la Reserva Nacional Tambopata. Suelen hacer este viaje varias veces al año, incluso con estudiantes, tesistas y doctorandos que complementan sus investigaciones con información de la torre de flujos PE-TNR, la primera en el Perú de monitoreo de intercambio de gases entre la atmósfera y el bosque, especialmente carbono y vapor de agua.
El apoyo académico y de fondos nacionales e internacionales son indispensables para la investigación, así como para asegurar oportunidades de colaboración, continuar el estudio y equipar la torre, de más de 50 metros de altura, operada por la PUCP. De ahí que esta vez los acompañaron también expertos en análisis de química de suelos de la Universidad de Oklahoma, interesados en conocer directamente el trabajo de campo de los investigadores del INTE, tanto en la torre como en parcelas forestales, y que está dando luces sobre el cambio en el comportamiento de los bosques.
Redacción,
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Edición de video:
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Colorización:
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Créditos:
Las mediciones obtenidas se contrastan con información de un conjunto de parcelas de monitoreo -algunas, parte de la Red Amazónica de Inventarios Forestales (Rainfor)- evaluadas por la Dra. Salinas y su equipo de biólogos. Esa combinación de datos es un paso previo al modelado, lo que permite estudiar las perspectivas para la Amazonía occidental sur. “Tenemos una hectárea de bosque inventariado, cada árbol mayor a diez centímetros de diámetro, medido a 1.30, tiene un número e identificación. Así, cada año medimos el crecimiento, su altura, la densidad de su madera y también la madera muerta del área. Con una fórmula alométrica, determinamos tanto la productividad primaria bruta como la neta (cuánta biomasa está capturando un árbol y cuánto carbono está asimilando)”, explica la Dra. Salinas. “La torre nos da esos mismos valores; nosotros tenemos que confirmar con las ecuaciones alométricas cuán ciertos son”, expresa.
¿Qué les está diciendo el bosque? “Estamos inventariando cada año este bosque y hay información preocupante. Hemos encontrado -tanto en datos de la torre como en datos de parcelas- que, por épocas, ya no captura CO₂”, advierte la Dra. Salinas. “Están habiendo muchas más caídas de árboles grandes, lo que hace que el bosque entre en un proceso de descomposición de materia orgánica mucho más rápido. Por lo tanto, todo el CO₂ que esos árboles guardaron por muchos años se libera al ambiente”, expresa. Como todo en la ciencia, esta dinámica es mucho más compleja, “estamos volviendo a procesar mucha información”, explica el Dr. Cosio. “Buscamos averiguar si es un patrón que está siguiendo el bosque”, apunta la Dra. Salinas.
Después de años de estudios, los investigadores han podido comprobar que la sucesión constante de especies -un proceso común en el bosque tropical- se está acelerando en Tambopata. Un factor determinante en este fenómeno son las sequías, más prolongadas y frecuentes. “Están siendo más duras y eso afecta el ciclaje de nutrientes, las hojas secas pueden estar ahí botadas y no se descomponen rápido. Es un factor importante, afecta al árbol antiguo que, sin nutrientes, no puede continuar su ciclo. Los vasos vasculares internos, por donde el árbol transporta agua del suelo hasta la copa, colapsan. Se produce una serie de problemas fisiológicos y el árbol muere, de pie o se cae por vientos fuertes”, explica la Dra. Salinas.
Durante una primera caminata en los alrededores del albergue que les sirve de base de operaciones –el Explorer’s Inn, el más antiguo en la Reserva Nacional Tambopata, instalado en 1975-, la Dra. Salinas y el Dr. Cosio comentaron algo con preocupación.
— “El suelo del bosque debería estar húmedo en esta época, pero está seco…”
— “Nunca lo había visto tan seco como ahora…”
— “El bosque ya se está deteriorando…”
En los últimos años han podido comprobar el cambio en la composición de los bosques y su diversidad de especies, debido a alteraciones climáticas. Han observado también que, por temporadas, el bosque deja de ser un sumidero de carbono para convertirse en fuente, y que esas emisiones están relacionadas -entre otras variables- con sequías más prolongadas, con el incremento de la mortalidad de los árboles grandes, los más antiguos, de madera más dura; y, al mismo tiempo, con la proliferación de las especies oportunistas que toman su lugar, con menor densidad de madera y almacenaje de corto plazo. “El bosque africano de la cuenca del Congo está muy afectado por dinámicas humanas, pero tiende a ser más resiliente a cambios ambientales que el bosque amazónico. Al igual que muchos otros, este se está deteriorando, pero a una tasa mucho más elevada. Es uno de los bosques más importantes a nivel de ciclaje de carbono y de agua en el planeta, y, sin embargo, va a sufrir más”, explica el Dr. Cosio, director del INTE.
Estas aproximaciones responden a más de una década de estudios en parcelas y en la torre PE-TNR, la primera en ser instalada por la PUCP en la parte occidental de la Amazonía, de la que hasta ahora se tenía muy poca información. A partir del 2016, con las variables obtenidas de los medidores de flujo, instalados sobre el dosel del bosque, y la que se registra con medidores en suelo, llevan adelante este trabajo pionero en Latinoamérica, enfocado en recoger información de la Amazonía occidental. La Dra. Salinas remarca su importancia: “No se trata de investigar únicamente lo que pase con los bosques, es mucho más que eso. El deterioro del bosque amazónico amenaza el transporte hídrico de toda la región. Si no tenemos agua, las sequías van a ser más frecuentes (…), dependemos de la humedad que venga de esta parte de la Amazonía”.
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Se cuenta con suficiente información de la Amazonía central, Brasil lleva décadas de ventaja investigando su comportamiento. En cambio, muy poca atención se había puesto en la Amazonía que involucra a Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia. Sus suelos y patrones de lluvia diferentes, así como su cercanía a los Andes, le otorgan un papel determinante en el proceso y transporte hídrico que proviene del Atlántico y fluye hacia el sur del continente. “El objetivo de este trabajo es crear un sistema de monitoreo ecohidrológico”, afirma el Dr. Cosio. “Lo que pase con estos bosques definitivamente nos dice qué sucederá con el agua, y el agua va a determinar lo que pasará con todo”, dice.
El transporte hídrico está condicionado por dos componentes primarios que aportan agua al sistema amazónico. “El primero es lo que entra por evaporación del agua del Atlántico, ese torrente hídrico es traído por los vientos hacia el oeste y contribuye a las precipitaciones”, explica Cosio. El segundo factor es el reciclaje del agua que se precipita sobre la Amazonía central. “Los bosques mueven una enorme cantidad de agua, la reciben en forma de precipitación; al mismo tiempo, esa agua no solo percola en el suelo, sino que es capturada por los árboles como parte de la fotosíntesis. Al intercambiar gases con la atmósfera abren sus estomas, de tal manera que la succión de agua del suelo sale como transpiración por las hojas generando una corriente de agua atmosférica enorme. La cantidad de agua de la transpiración del bosque que contribuye a las precipitaciones en la Amazonía puede ser hasta más de un tercio del ciclo total del agua”, continúa el Dr. Cosio.
El bosque produce y recicla su propia agua, de ahí que el transporte hídrico no sea lineal, sino circular (ocurre la precipitación, luego la evapotranspiración del bosque y luego vuelve a precipitar), a medida que se va moviendo al oeste. Por otro lado, mientras que en la Amazonía central se observa un patrón de transporte hídrico de este a oeste, la Amazonía occidental tiene un transporte atmosférico de agua que va de norte a sur. A este se le conoce como el chorro sudamericano de baja altitud.
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Fuente: Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP)
Sobre un suelo poco profundo y más seco de lo normal nos dirigimos a la torre Ameriflux PE-TNR, a lo largo de un kilómetro y medio de bosque primario, portando botas altas de caucho y rociados con repelente hasta en la ropa. La torre es conocida también por el nombre Sages (Alianza Escocesa para las Geociencias, el Ambiente y la Sociedad) y debe su financiamiento al investigador de la Universidad de Edimburgo, John Grace. En el 2011, cerca de jubilarse, el profesor Grace le comentó a la Dra. Salinas que estaba interesado en poner una torre de monitoreo en Brasil. Ella le propuso una idea mejor. “En Brasil tienen muchas torres, ¿por qué no la instalas en el Perú? Estaría más cerca del lado occidental de la Amazonía, se sabe muy poco de su relación con los Andes(…)”, lo convenció.
La Dra. Salinas, que trabajaba en ese entonces en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, involucró a su colega de la PUCP, el Dr. Cosio. Bajo su batuta, el proyecto consiguió financiamiento británico, y se firmó un convenio para la investigación y monitoreo del bosque de Tambopata con la Asociación para la Investigación y Desarrollo Integral (Aider), a la cual el Estado había otorgado un área en concesión.
El siguiente paso fue conseguir los equipos de alta precisión para la medición de dinámicas del ciclo del carbono y del agua, así como instrumentos de medición meteorológica. Todo fue traído de Brasil, pues no había antecedentes de este tipo de estudios ni desarrollo de la metodología de covarianza (técnica micrometeorológica) en el país.
Tampoco se contaba con personal que conociera el funcionamiento de los equipos de medición ni la metodología de procesamiento de datos. Hubo que aprender con manuales, libros, adaptando los procesos a las condiciones del terreno y luego realizando capacitaciones. “Al inicio todo fueron tropiezos, no conocíamos esa tecnología, tuvimos batacazos en el piso para aprender. Ahora tenemos información muy buena, confiable”, comenta la Dra. Salinas, recordando los inicios.
Tratar de entender cómo será el comportamiento de la Amazonía frente al cambio climático ha llevado a los investigadores Cosio y Salinas a ampliar su iniciativa hasta alcanzar un sistema de torres -llamado AndesFlux- que se distribuyen a lo largo de una gradiente latitudinal. “Perú tiene la enorme ventaja de que es un ‘Brasil’ en pequeño, tenemos toda la transición climática de ese país, pero en un espacio más chico, ideal para la investigación del bosque amazónico por medio de la medición de intercambio de gases”, explica el profesor Cosio.
Actualmente, además de la torre de Tambopata, la PUCP opera otras tres, todas equipadas con instrumentos que miden las dinámicas del ciclo de carbono y agua. “Luego de decidir apostar hasta la camiseta en este sistema de torres, sucedieron dos cosas: se fueron sumando proyectos extranjeros que apoyaron el nuestro; y, justo antes de la pandemia, la Dra. Salinas ganó un fondo de Concytec, además de apoyo de una empresa francesa. Conseguí el resto del dinero y terminamos de consolidar las torres del norte”, continúa el director del INTE.
“El hecho de poner las torres a lo largo de la gradiente latitudinal va a dar información valiosa para estudiar los impactos ecohidrológicos en la Amazonía occidental. No se está viendo el conjunto de problemas que puede causar la pérdida de la Amazonía, no solamente al Perú, Brasil o Colombia; toda Latinoamérica será perjudicada. En Lima, incluso, vamos a tener escasez de agua. Lo que pase con el bosque amazónico occidental impactará en todo”, remarca la Dra. Salinas.
En Madre de Dios, se encuentra la torre Los Amigos, dentro de la Estación Biológica y Área de Conservación Privada Los Amigos. “Con sus propios desafíos, pues es zona minera" , refiere el Dr. Cosio. El área abarca 146 mil hectáreas para la investigación y conservación de biodiversidad, y se ubica cerca al Corredor Minero de Madre de Dios, bordeado por la Carretera Interoceánica.
Más al norte, en Huánuco, se encuentra la torre Panguana, instalada en septiembre del 2023 dentro del área de conservación privada Panguana, en la provincia de Puerto Inca. Esta estación de investigación existe desde la década de 1950, cuando los biólogos alemanes María y Hans-Wilhelm Koepcke escogieron para trabajar un área de 2 km² dentro de bosque virgen, a pocos metros del río Yuyapichis. Hoy en día es una reserva natural privada reconocida oficialmente por el gobierno peruano.
A su vez, los árboles de madera suave y menor densidad crecen más rápido. Estas especies vegetales de almacenaje de ‘corto plazo’ son las que viven del bosque: lianas y trepadoras que se prenden de los árboles, y, eventualmente, los hacen más frágiles. Además, el incremento de CO₂ las fertiliza más que a los árboles grandes. “Estas lianas tienen una dinámica de carbono efectista, asimilan carbono muy rápidamente, no invierten en infraestructura de soporte”, apunta Dr. Cosio.
De regreso por la trocha, entre chimeneas de nidos de cigarras, carreteras de hormigas cortadoras, colonias subterráneas de termitas, bambúes y lianas buscando cómo llegar arriba por luz, y colosales ficus con raíces tan altas que forman túneles y cercos, nos topamos con un muro de un metro y medio de alto en forma circular. Estábamos ante la base de la raíz de un árbol grande, caído posiblemente uno o dos años atrás. “El suelo acá no es muy profundo, los árboles con las raíces superficiales y que sufren daños por falta de agua, con el peso, terminan cayendo”, explica la Dra. Salinas. “Lo malo es que la mortalidad es de los árboles antiguos y pesados. Como resultado, el almacenamiento de carbono en el bosque disminuye”, afirma el Dr. Cosio.
Buena parte del papel que juega la Amazonía está integrado dentro del modelo atmosférico de transporte de agua, que va a ser afectado por el cambio climático, así como por factores topográficos y ecosistémicos. Si la temperatura sube, las sequías se tornan más frecuentes y prolongadas. Como consecuencia, ese torrente hídrico que viaja a una altura de dos kilómetros por sobre la Amazonía, cargando 20 mil millones de toneladas de agua al día en forma de vapor, se interrumpe. “¿Qué pasa cuando empezamos a alterar la temperatura, y se intensifica con fenómenos climáticos, como el de El Niño? Empezamos a tener sequías grandes que exceden los límites de adaptación de los árboles de la Amazonía. En ese momento, el componente de reciclaje de agua desaparece”, explica Cosio.
“Si no tenemos bosque sino pastizal, ese transporte hídrico se volvería menos eficaz, lo que provocaría condiciones más secas, aumento de las temperaturas y patrones climáticos alterados, no solo a nivel local sino en todo el continente”, señala la Dra. Salinas. Esto desencadenaría una serie de impactos ambientales y económicos en cascada. “La movilización del transporte hídrico atmosférico es un factor muy importante para entender cómo va a afectar el cambio climático no solo a la Amazonía, sino a todo el continente sudamericano”, continúa.
40% del carbono
Fuente: Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)
liberan los árboles a la atmosfera cada día, a través de la transpiración.
20 mil millones
de toneladas de vapor de agua
que reside en la vegetación de la Tierra es almacenado por los bosques tropicales de la Amazonía
Los equipos de alta precisión y frecuencia están ubicados a 53 metros de altura, y proporcionan variables biológicas y físicas del bosque. Además de perfiladores meteorológicos de humedad, radiación y temperatura ambiental, se cuenta con un anemómetro de ultrasonido, que permite medir la dirección del viento en tres ejes o dimensiones. Los sensores ultrasensibles pueden dar información en una fracción de segundo sobre el movimiento de una molécula de agua: se puede determinar si esta proviene de la atmósfera o de la superficie, o cuánta concentración de carbono contiene.
“Las dinámicas aquí se miden por viento, que se mueve y deja una huella. En el caso de Tambopata, esa huella involucra un radio de casi un kilómetro, la torre hace promedios constantemente en toda esa área. Eso es lo que nos está ayudando a medir los flujos o el intercambio de gases entre vegetación y la atmósfera”, explica el Dr. Cosio. En la torre también se cuenta con un medidor de CO₂ calibrado, que registra concentraciones exactas, información que utiliza la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de la Nasa (NOAA) para contrastar sus propios indicadores atmosféricos.
La red de torres de monitoreo de la PUCP seguirá ampliándose a medida que los fondos y la cooperación académica local e internacional continúen. “Amigos de la Sociedad Zoológica de Frankfurt están interesados en poner una torre en Tres Cruces, la parte altoandina del Manu; incluso en la zona del Napo, donde queremos estudiar las emisiones de metano”, explica la Dra. Salinas. El profesor Cosio añade que hay una posibilidad de unir las torres a una red del Ecuador, con cooperación alemana.
“La PUCP tiene una oportunidad única para ser una voz importante a nivel global acerca de lo que está pasando en los trópicos”, señala Tim Filley, geólogo de la Universidad de Oklahoma, parte de la comitiva a la torre de Tambopata. “Para mantener la red de torres de flujo que los profesores Cosio y Salinas manejan, debemos estar seguros de conectar su investigación local con la investigación global en la búsqueda de entender la resiliencia y el cambio que está sucediendo en los bosques tropicales”, resalta el también director del Institute for Resilient Environmental and Energy Systems de la misma universidad.
“Soñamos con Norma todo esto. Se ha generado una bonita familia con expertos de todo el mundo que vienen aquí a trabajar”, cuenta Cosio contemplando desde su base la inmensa torre de Tambopata. Le falta una mano de pintura, los monos aulladores a veces hacen de las suyas trepados en los sensores -que pueden llegar a costar varios miles de dólares-, pero nada los distrae en su empeño por ampliar la red de apoyos y seguir formando a los investigadores que, en algún momento, deberán tomar la posta.
De regreso a Puerto Maldonado, en la chalupa que surca el río Tambopata, el conductor nos muestra dragas y maquinaria de mineros informales en una de las orillas. “Viene la Marina, los hace explotar y a los dos o tres días ya están regresando de nuevo”, dice. La resiliencia que puede mostrar la naturaleza, y que más de una vez ha sorprendido a los investigadores, a veces ya no es suficiente.
estaciones
son parte de Ameriflux, red mundial de monitoreo a la que pertenecen las cuatro torres que opera la PUCP en el Perú.
Fuente: Panguana.de
700
En el monitoreo de flujos participa otro componente, el analizador infrarrojo de CO₂ y agua, un cilindro con una cámara interna en cuya celda se analiza el gas a alta frecuencia (puede medir entre 10 y 20 Hertz, es decir, se obtienen de 10 a 20 datos por segundo). “Es una manera de medir la fotosíntesis y la respiración del bosque: dice cuánto dióxido de carbono está saliendo y cuánto se está capturando. Pero la ecuación es más grande porque mide cuánta energía está reflejada en la superficie de la atmósfera, lo que indica cuánto hay de temperatura y, por lo tanto, cuánta agua se va a evaporar desde las hojas para formar el vapor que va a la atmósfera”, detalla el Dr. Cosio.
Antes no se tenía registro de cómo funcionaban estos bosques; se hacían estudios cada año o dos años para comprobar el aumento en biomasa y cuánto representaba en carbono capturado. Pero este tipo de infraestructura ofrece el flujo de CO₂ neto en una escala fina en el tiempo y ese dato puede contrastarse con variaciones climáticas puntuales. “Se puede tener una respuesta inmediata para saber, por ejemplo, qué ha pasado durante la sequía, cómo se ha alterado el bosque, cuánto tardará en recuperarse”, explica Rudi Cruz. El biólogo cusqueño, formado con los profesores Cosio y Salinas, hoy lidera una nueva generación de investigadores jóvenes, entregados al estudio y la protección de este delicado ecosistema amazónico.
53
tiene la torre de Tambopata, equipada con instrumentos que proporcionan variables biológicas y físicas del bosque.
Fuente: INTE
metros de altura
2km²
es el área que abarca el monitoreo del bosque desde la torre de Tambopata.
Fuente: INTE
“Uno de los objetivos de esta investigación es hacer más accesible esta información, poder darles valor a los bosques, ver qué tan sensibles son ante el cambio climático, si como ecosistema van a poder seguir siendo aliados estratégicos ante el calentamiento global, si con el balance de gases van a ser los que nos salven, o si se está llegando a un punto de no retorno”, continúa Cruz. Con arneses y guantes antideslizantes, estuvo a cargo de las labores de mantenimiento y calibración de los equipos en la parte más alta de la torre. “Ocurre de todo, a veces, las avispas meliponas construyen sus nidos dentro de los sensores, tenemos que limpiar. A veces, hace tanto calor que trabajamos de noche, descargando los datos”, comenta.
Desde lo alto de la torre se obtiene una vista cautivante del extenso manto verde de bosque protegido. Sin embargo, está peligrosamente cercano a zonas amenazadas por actividad humana, especialmente el cambio de uso de tierras para la ganadería, la agricultura, la minería informal y, sobre todo, la minería ilegal. En la Amazonía sur, hay mayor presión humana directa por deforestación y cambio de uso de suelo masivo, como nunca antes hubo, refiere el profesor Cosio. “Un factor clave para la destrucción ecosistémica fue la apertura de la carretera Interoceánica, un grandioso desastre ambiental, además de una fuente de corrupción. Se sabía cuál iba a ser el impacto y, en efecto, no ha fomentado el comercio con Brasil, sino solo el ingreso de minería informal e ilegal. Ese es el daño: en estos momentos, las dinámicas sociales contribuyen al deterioro de los sistemas amazónicos occidentales -en Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia- más que al cambio climático”.
2,492
que están en proceso de inscripción en el Reinfo pertenecen a Madre de Dios.
mineros
Fuente: Mongabay
En el primer trimestre del 2024, el proyecto de los investigadores Salinas y Cosio concretó la colocación de Breo, el cuarto mástil de monitoreo de la gradiente latitudinal, esta vez dentro del área de conservación comunal Biocorredor Martín Sagrado, en la región San Martín. Lo interesante de esta cuarta torre es que involucra a una empresa francesa de bonos de carbono que beneficia directamente a la comunidad. “La torre les dice cuánto carbono están capturando sus bosques, de tal manera que pueden comercializar afuera esos créditos de carbono. La ganancia es una oportunidad para crear otras actividades económicas, es decir, genera progreso para su comunidad”, explica la Dra. Salinas.
Hace unos meses, la torre Breo, ubicada en zona húmeda, cayó debido a fuertes vientos. Fue vuelta a levantar, pero con ayuda de la comunidad. “Va creciendo la red, todos ven su importancia. Saben que es su referente para manejar el clima. Se entusiasman cuando les mostramos los resultados, se emocionan. Comprenden que deben invertir en su propio bosque para que no deje de ser su recurso. Eso es lo bonito, no solo vemos la parte científica, sino que se extiende a la parte social”, continúa la profesora Salinas.
Los investigadores Cosio y Salinas son conscientes de que este es un esfuerzo a largo plazo, de que la información de las tres torres más jóvenes aún es insuficiente para recoger algunas conclusiones; saben que necesitan más tiempo para identificar patrones más claros sobre los cambios que están observando en estos bosques, debajo de los Andes, y su importancia ecohídrica en toda la región. También están muy pendientes de las decisiones y maniobras que, desde posiciones del poder político, se están tomando para permitir el avance de actividades ilegales en Madre de Dios. “Me causa pesar hablar de cómo las dinámicas sociales están afectando los bosques. Lamentablemente, este Congreso y los políticos apoyan la informalidad. La corrupción nos está haciendo retroceder décadas”, dice la Dra. Salinas.
FOTO: Conservación Amazónica
FOTO: Asrmin Niessner / Panguana Stiftung
La Amazonía juega un papel crucial en el transporte de agua proveniente de los procesos de evaporación en el Atlántico. El impacto del cambio climático sobre ese flujo afectará no solo a la Amazonía sino a todo el continente sudamericano.
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