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Nicolás de Piérola y el Partido Demócrata

  • Iván Millones
    Docente del Departamento de Humanidades

Investigar el pierolismo permite saber cómo la gente participaba en la política en tiempos de transformaciones

Con frecuencia, estudiar la política antes del surgimiento de partidos como el aprista o el socialista, fundados en la década de 1920, ha parecido poco atractivo. El interés por los partidos de masas y las doctrinas izquierdistas hace que, usualmente, se preste escasa atención a fines del siglo XIX e inicios del XX.

Por ello, se olvida que, en aquel periodo, “¡Viva Piérola!” fue un conocido grito de multitudes, reflejo de las simpatías despertadas, entre sectores populares, por Nicolás de Piérola (Arequipa, 1839-Lima, 1913) y su agrupación, el Partido Demócrata (organizado hacia 1884, y de intensa actividad hasta la década de 1910). Incluso el respaldo ganado por este arequipeño produjo un levantamiento, la “Revolución de 1895”, que lo llevó al gobierno (1895-1899), tras derribar un régimen militar. Ese fervor hizo que, a su muerte, hubiera en las calles limeñas grandes muestras de dolor.

Pero el personaje también resultó odiado. Antes de crear al Partido Demócrata, fue un joven periodista apasionado, ministro de Hacienda en la Era del Guano, rebelde político, y controvertido dictador (1879-81) en la guerra con Chile (1879-83). Más allá de los debates generados por esa trayectoria, el papel de Piérola es clave para entender la política posterior a ese enfrentamiento con el país del sur. Él logró encabezar a quienes eran ajenos al hegemónico Partido Civil –creado antes de la guerra, ligado a la elite financiera y agroexportadora costeña, y símbolo de la llamada “oligarquía”.

Si bien el pierolismo se alió, por unos años, a ese grupo, la mayor parte de su existencia estuvo en la oposición. De ese modo, encarnó la lucha contra las clases altas “civilistas”, criticadas, entre otros aspectos, por su centralismo, y por acaparar cargos públicos. Por eso, diversos testimonios refieren el arrastre popular gozado, en particular, entre los sectores bajos de Lima, por aquel líder. Él tuvo ideas de corte “conservador”. Sobre todo, por su preocupación por mantener el orden y la autoridad, y por sus cercanías a la Iglesia –él mismo había sido seminarista.

Por esas características tan especiales del pierolismo, investigarlo permite saber cómo la gente participaba en la política en tiempos de transformaciones que incluyeron, por un lado, la formación de partidos (como el Constitucional y el Liberal, además del Demócrata)–intento de institucionalizar la lucha por el poder, mediante organismos estables, con doctrina y estructura definida—y, por otro, la restricción de ciudadanía –en 1896 hubo una reforma electoral que quitó el derecho al voto a los analfabetos. En ese periodo, las mencionadas trasformaciones combinaron elementos nuevos y prácticas antiguas, de allí su carácter contradictorio. Así, esos años fueron, también, de cuestionamiento de resultados electorales, de clientelismo y caudillismo. Tales situaciones han persistido en el Perú contemporáneo, lo cual hace más relevante aún conocer el pierolismo y su época.

El historiador Iván Millones es el ganador de la beca “El Perú y su Historia Política” convocado por el Instituto Riva-Agüero gracias a su proyecto “El pierolismo, el Partido Demócrata y la modernización política en el Perú (1884-1919)”.

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