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“Si antes estábamos pésimos, hoy estamos mal”

  • Javier Portocarrero Maisch
    Director ejecutivo del Centro de Investigación Económica y Social (CIES)
  • Texto:
    Jonathan Diez
  • Fotografía:
    Fernando Criollo

¿Qué es lo que el Estado debe solucionar con mayor urgencia en su lucha contra la pobreza y la desigualdad?

El promedio nacional ha mejorado, pero no es suficiente. Si antes estábamos pésimos, hoy estamos mal. Esta brecha entre lo urbano y rural es lo más urgente en lo que el Estado debe trabajar. En temas de progreso social, lo más importante, justamente, es generar políticas e inversión para cerrar las brechas. El país ha mejorado en promedio de ingresos y consumo, hay más clase media, pero ciertos sectores sufren muchos rezagos y son, básicamente, el sector rural y poblaciones indígenas. Esto tiene que ver con la falta de acceso a oportunidades educativas y, en general, con que el Estado no invierte bien. Hay zonas del país que llevan dé- cadas abandonadas por esas razones. El Estado debe priorizar a las poblaciones más marginadas y excluidas, y no solo ayudarlas con programas sociales asistencialistas, sino también con proyectos de desarrollo productivo para mejorar los ingresos que estas familias puedan generar.

¿Falló el proceso de descentralización?

La descentralización ha tenido cosas buenas y malas. Para la opinión pública, es una gran corrupción, un dispendio de recursos con gobiernos que no gastan su presupuesto o lo invierten mal. Y eso es verdad, pero es una parte de la historia. Por ejemplo, hay gobiernos regionales que han hecho obra pública y mejorado el rendimiento escolar, como los casos de Moquegua o San Martín. Otro caso es el gobierno regional de Ancash que creó, desde el centro del Estado, una maquinaria de reparto y corrupción. Si bien la descentralización tiene fallas, hay logros, y no se puede tratar a todos por igual porque así no es la realidad.

Entonces, ¿qué deben mejorar los gobiernos regionales y locales?

Lo que la descentralización debe mejorar es la articulación en los niveles de gobierno. Lo que hay que buscar es mecanismos de articulación más definidos entre lo nacional, regional y local. Las competencias deben ser definidas, cada uno debe saber bien qué hacer y el gobierno central debe tener un solo rector en el diseño de la política pública. Las estrategias deben llegar de manera efectiva, y los gobiernos locales y regionales deben tener buena comunicación con los ministerios. Una cosa es que un ministro diga una política y otra, muy diferente, que en el campo se implemente. Allí radica la importancia de las políticas de articulación. El Perú es un país heterogéneo y, por eso, se necesitan mecanismos especí- ficos para cada zona. Y eso pasa por la concertación y diálogo en espacios definidos de coordinación.

Para lograrlo, se requiere a un funcionario público capacitado y comprometido con el progreso social.

Efectivamente, el rol del funcionario es muy importante. Hoy, los trabajadores del Estado llegan a 1’400,0000 y el asunto de fondo es que este crecimiento se dio por razones políticas. Finalmente, lo que debe hacer el Estado es proveer servicios de buena calidad y enfocarse en los grupos más desfavorecidos. Para eso, se necesita un funcionario público que sea claro en sus objetivos, bien remunerado y capacitado para implementar las políticas del Estado en el campo. Una burocracia weberiana, en lenguaje sociológico. Acá, más bien, tenemos una burocracia tropicalizada, facultada no por el mérito sino por el compadrazgo y reparto de favores. Entonces, el Perú necesita funcionarios que sean evaluados constantemente en función de metas y logros. La Ley Servir es un paso adelante, pero todavía está por implementarse en la práctica. Se ha trabajado bastante en el diseño de los casi 2 mil gobiernos locales y las 200 provincias, y para que la estructura funcione bien se necesita una maquinaria muy grande.

¿Considera que esta fragmentación geopolítica es negativa?

El Estado debe entender, con mayor exactitud, los problemas de cada región en específico. Es más, de cada distrito en particular. En el país, hay demasiada fragmentación, distritos con poblaciones ínfimas que se crearon por razones políticas. Lima, por ejemplo, tiene 42 distritos. Y eso es un poquito absurdo, ¿no? Deberíamos tener una autoridad metropolitana única, con desconcentración, por supuesto, porque ordenar una estructura tan grande, y con motivación política de por medio, es complejo y engorroso.

¿Cuál considera que es la importancia del IPSR 2016?

Radica en el esfuerzo de recolectar data de todas las regiones y departamentos del Perú. Son tres 3 grandes dimensiones, 12 componentes y 51 indicadores. Esto, por sí solo, ya es una gran tarea que merece nuestro reconocimiento. Sin embargo, los resultados son una alerta contra la complacencia, porque vemos que la región con índices de progreso más alto (Moquegua) alcanza el nivel “medio alto”. No tenemos ninguna región que esté el nivel “alto” ni “muy alto”. En cambio, en el nivel “muy bajo” hay cinco regiones: Amazonas, Pasco, Madre de Dios, Loreto y Ucayali. Los resultados son preocupantes y deben servir para combatir la complacencia.

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