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Noticia

¿Se avecina una crisis económica?

Especialistas en economía de la PUCP analizan el panorama económico en el que se encuentra nuestro país y ofrecen una mirada menos alarmante de la que nos muestran los medios. Asimismo, nos dan algunas recomendaciones para enfrentar los momentos de desaceleración.

El Producto Bruto Interno (PBI) del Perú crece desde el año pasado a un ritmo bastante menor del esperado, mientras que aumentan el precio del dólar y la inflación, al igual que lo hace –aunque a un menor ritmo– la tasa de desempleo. Al mismo tiempo, los índices de la Bolsa de Valores de Lima llevan buen tiempo en rojo y la caja fiscal se alista para su segundo año consecutivo de cierre en déficit, luego de cuatro años de resultados positivos.

A simple vista, el escenario es desalentador y puede, incluso, llevarnos a pensar que una crisis se acerca. De hecho, si elegimos creer en lo que dicen los precandidatos electorales más influyentes, entrar en crisis es inevitable. Sin embargo, no opinan lo mismo especialistas del Departamento de Economía de la PUCP, que, si bien aseguran que el manejo de la economía política no ha sido el ideal en los últimos años y el contexto internacional no es favorable para nosotros, coinciden en que la realidad es menos terrorífica de lo que parece.

“Cuando has venido creciendo a las tasas de crecimiento que hemos tenido en los últimos 10 años –y tomando en consideración la crisis del 2008 y 2009–, pasar de crecer 6% a 2 o 3% puede asustar, pero seguimos creciendo”, explica la Dra. Roxana Barrantes, docente del Departamento de Economía. Añade, además, que “es cierto que el empleo no va a crecer a las tasas que estaba creciendo, es cierto que nos vamos a demorar un poco más en encontrar empleo, pero no es que no haya empleo, y no es que no haya inversión”.

Distintos factores se han sumado para crear esta situación de desaceleración. Algunos de ellos externos y otros tantos, internos. “Un problema coyuntural es que estamos en un ciclo electoral, lo que genera muchísima incertidumbre”, afirma. En un país con tan poca estabilidad política y tan poca institucionalidad, es natural que los empresarios sean cautos durante la época de campaña. Del lado de los factores internos también se encuentra el fenómeno El Niño, que obliga al Estado a reservar una importante cantidad de recursos para destinarlos, inicialmente, a medidas de prevención, y luego a reparar los daños causados por este fenómeno.

Por otro lado, factores externos impiden que la economía de nuestro país continúe expandiéndose al ritmo que lo hizo en años anteriores. La baja demanda y precios de las materias primas sobre las que se sostiene buena parte de nuestra economía significan, necesariamente, una desaceleración del crecimiento de nuestro PBI. Asimismo, la salida de capitales de mercados como el nuestro para volver a economías como la de Estados Unidos, que vuelve a ofrecer condiciones favorables para inversionistas, es un importante factor por considerar. Pero, más allá de cuánto aumenten los indicadores macroeconómicos, cabe preguntarse si esta debe ser la principal preocupación en materia de política económica de nuestro país.

Mirada amplia

Si bien hemos pasado por una larga racha de crecimiento de los principales indicadores macroeconómicos y, a pesar de la actual desaceleración, el país sigue obteniendo resultados positivos, esto no significa que la bonanza haya beneficiado a quienes más la necesitan, ni que la relativa riqueza del país se haya traducido en el desarrollo que tanto se buscaba.

“¿Qué cosa es lo que quieres como sociedad? ¿Es, simplemente, reducir la pobreza el objetivo de la política? Habrá quienes piensen que sí, pero, para otros, el tema de las desigualdades también es importante. No solo es importante pasar una valla mínima de acceso a un conjunto de servicios básicos, sino que también es importante –para la cohesión social y la vida en sociedad– que las brechas no sean tan grandes”, indica el Dr. José Carlos Orihuela, docente del Departamento de Economía.

Mientras las políticas del Estado se centran en reducir la pobreza monetaria y en facilitar el acceso universal a factores como educación o la salud materno-infantil, dejan fuera de sus prioridades inmediatas otras consideraciones necesarias para el desarrollo a medida que las sociedades evolucionan. “Desarrollo, hoy en día, también es cultura, acceso a servicios públicos y a conocimiento”, añade. Y también se van incorporando a las necesidades de la población aspectos de género y de cuidado del medioambiente.

Ya nos encontramos en las primeras etapas de la campaña electoral del 2016 y Orihuela advierte que estos temas no han ingresado a los discursos de los partidos.

“Nuestro sistema político es tan caótico que la discusión es bastante básica. En realidad, no hay discusión de grandes temas de políticas públicas”, lamenta. Un tema que debería ingresar a la discusión política pronto, agrega, es que el crecimiento económico sí puede convivir con el desarrollo social. Así como es importante que continúen los esfuerzos por impulsar el desarrollo de la economía, también es necesario comenzar a prestar atención a otras demandas de la población.

Pendientes

Mientras las condiciones externas no sean favorables para nuestra economía, ¿qué queda hacer para atender las necesidades de desarrollo del país? Para el Dr. Félix Jiménez, docente del Departamento de Economía, la única respuesta posible es generar otros motores de crecimiento para dejar de depender, únicamente, de la exportación de materias primas, estrategia que se debió seguir, indica, durante el periodo de alto dinamismo de nuestra economía.

“El gran pecado original de nuestro país ha sido que las autoridades económicas siempre se han confiado de las fuentes externas de crecimiento y han hecho muy poco para generar fuentes internas de crecimiento. No hemos aprovechado ese periodo: hemos descuidado la industria y la manufactura, y hemos propiciado que penetren las importaciones en tal magnitud que ahora importamos 154% de lo que producimos en bienes manufacturados”, sostiene.

Los nuevos motores de crecimiento, asimismo, no deberían provenir solamente de sectores descuidados de nuestra economía, sino también de regiones que actualmente aportan poco al PBI nacional. Resulta alarmante que, al 2007, el 67% del PBI nacional proviniera de Lima; alrededor del 14%, de Trujillo; y otro 7%, de Arequipa.

“La primera medida tiene que ser industrializarnos”, afirma Jiménez. Hace falta ejecutar una política seria de apoyo a la industria manufacturera y a la agroindustria para generar fuentes de crecimiento interno. Durante este periodo –necesario para lograr generar la fortaleza que el país requiere para dejar de depender del contexto internacional–, deberemos acostumbrarnos a tasas de crecimiento de entre 4 y 4.5%.

Va de la mano con esta medida, señala Jiménez, la inversión en infraestructura económica y social. No puede haber desarrollo de nuevos mercados internos y nuevas industrias sin infraestructura vial, electrificación, agua, desagüe, y tampoco sin colegios ni hospitales preparados para atender las necesidades de cada zona, etc. “La inversión en infraestructura, en cualquier economía del mundo, estimula la inversión privada productiva. Cuando tú conectas al país con infraestructura, estás generando posibilidades de que las inversiones productivas tengan rentabilidades que antes no podían obtener en determinadas zonas del país”, explica.

Para Jiménez, no serán la reducción de costos laborales no salariales, ni la eliminación de trabas burocráticas, ni la exoneración de impuestos los que alienten la inversión privada en nuestro país, sino una política seria de inversión pública orientada a generar nuevos mercados internos y de estimular las industrias. Y no será este sino el próximo gobierno el que pueda lograr un cambio significativo, con la condición de que trabaje para conseguir este objetivo desde el primer día de mandato.

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