"La música y prácticas criollas habitan en todos lados"
Fred Rohner, profesor de nuestro Departamento de Humanidades, así como estudioso y amante de la música criolla, comenta sobre su historia y las prácticas sociales relacionadas con ella.
El próximo sábado 31 de octubre se celebra el Día de la Canción Criolla. Conversamos con Fred Rohner, profesor de nuestro Departamento de Humanidades, así como estudioso y amante de la música criolla, sobre su historia, las prácticas sociales relacionadas con ella y su manera de ser y manifestarse en el presente.
¿Desde cuándo se puede hablar de «música criolla»?
Lo que el día de hoy identificamos como música criolla refiere al repertorio musical un tanto posterior a la guerra con Chile (1880-1885) y a los géneros ya formados hasta la década de 1860, momento en el que ya se pueden ver, por ejemplo en el género más fuerte de la época –el vals–, ciertos elementos de la balada, del jazz, etc.
¿Qué atributo de esta música nombra el adjetivo «criolla»?
Es complicado. Y la dificultad se ha hecho presente, por ejemplo, cuando se ha querido definir a la música criolla según los ritmos interpretados. Atender exclusivamente a los ritmos para identificar a la música criolla es problemático, pues los ritmos que hoy consideramos criollos no son los mismos que eran considerados así hasta la década de 1920. Por ejemplo, aunque el yaraví era un ritmo netamente criollo hace 90 años, a nadie se le ocurriría cantar uno este 31 de octubre. De hecho, los ritmos que mantenemos tampoco suenan igual que hace algunos años. Lo que el día de hoy identificamos como un vals no tiene nada que ver con un vals del 20 o del 30.
¿A partir de qué otras variables se ha querido delimitar la música criolla?
Se ha querido clasificar según las personas que la interpretan –los «criollos»–, lo cual también presenta complicaciones ya que quienes se definen como criollos no necesariamente lo hacen por practicar el conjunto de costumbres que los sociólogos han señalado como criollas, sino por las prácticas musicales mismas.
¿En qué contexto era ejecutada esta música? ¿Con qué otras prácticas se asociaban?
La principal es la serenata, sobre todo por cumpleaños, aunque también las había amorosas. Esta práctica, si bien está asociada con la música y la jarana, también lo está con la tertulia. Estas celebraciones siguen dándose sobre todo en la sierra, donde los cumpleaños no necesariamente acaban el día del cumpleaños. Ciertamente, muchas de las costumbres limeñas más antiguas son más fáciles de rastrear en la sierra: ahí se ha mantenido, por ejemplo, el típico modelo de conjunto musical. Aquí en Lima el conjunto criollo contaba con laúd, bandurria, arpa y guitarra; el día de hoy tiene solamente guitarra y cajón.
¿Estas serenatas y prácticas tradicionales eran patrimonio de algún sector?
Estas prácticas eran fundamentalmente urbanas y resulta problemático atribuirlas a un sector en particular. Sin duda pertenecían, sobre todo, a los sectores populares, pero eso no quiere decir que no participasen otros. De hecho, hay varias familias más bien acomodadas que participaban (y participan) de estas costumbres, pues estaban asociadas a la conservación de la identidad del limeño tradicional.
¿Es por esta razón que se dio el proceso de nacionalización de la música criolla, de elevación de esta al lugar de símbolo del Perú?
Eso hay que verlo con cuidado. Uno de los primeros esfuerzos por «nacionalizar» la música criolla se dio con Leguía quien, si bien pertenecía a un sector socioeconómico alto, era de provincia. El otro momento importante respecto de la nacionalización de esta música ocurrió con Velasco, quien no pertenecía a la élite.
¿En qué momento se institucionalizó el Día de la Canción Criolla?
Eso ocurrió con Prado, y fue fundamentalmente una jugada política para negociar con los sectores obreros. La idea fue impulsada por Manuel Carrera, un periodista de El Comercio. De ninguna manera se trató de un compromiso real de Prado… En cambio con Velasco sí podríamos decir que hubo tal compromiso e identificación con la música popular y criolla, había un proyecto bastante más claro. Al igual que con Leguía, que incluso llamaba a muchos de estos músicos para que le tocaran tonderos en Palacio de Gobierno y oficializó la Fiesta de Amancaes.
A propósito de la sensible muerte del Zambo Cavero, se sostiene que la música criolla y el criollismo se van con él. ¿Tú qué opinas?
Eso tiene que ver con los proyectos de nacionalización de los que hablamos, con los cuales algunos músicos criollos fueron puestos en escena y convertidos en íconos. Esto ocurrió con el Zambo Cavero. A partir del segundo gobierno de Belaunde, la música y músicos criollos empiezan a perder un tanto ese amparo, el cual había sido un tanto artificial, pues la centralidad de esta música había estado relacionada con la prohibición por parte del gobierno militar de que ingrese música extranjera y a que se financiaban las grabaciones nacionales. Hoy en día hay muchísima gente que hace música criolla, pero pasa inadvertida ya que no figura en los medios de comunicación, mientras que en los 70 los dos o tres canales existentes solo pasaban ese tipo de música. Yo suelo ir a peñas, a centros musicales, y hay mucha gente joven, de 25 años, que saca discos, que hace reconstrucciones casi arqueológicas de canciones; se trabaja mucho en eso, solo que no es visible.
¿Dónde habita este criollismo contemporáneo?
Habita en todos lados. Te cuento una anécdota, cuando estaba más chiquillo, en la Universidad, me interesaba mucho ir a una peña tradicional y por nada encontraba una. De pronto, estuve con una chica que vivía en Miraflores y exactamente a la espalda de su casa quedaba una de las peñas más tradicionales de Lima (La Capilla). Las peñas están ahí, solo que no las vemos porque parecen otro tipo de reuniones, de amigos…
¿Te refieres a locales comerciales?
No, son casas. Claro, también hay centros musicales. Pero esta música se practica en los conos, en el Callao, en La Molina. Estas reuniones pasan desapercibidas porque en realidad son, como te decía, de amigos. Así como hay jóvenes que se juntan con sus patas a tocar jazz, o rock, y se toman unos tragos y conversan, hay quienes se reúnen para hacer esto con música criolla. De ninguna manera es una práctica en vías de extinción.
Entrevista: Pablo Torrejon
Fotos: Franz Krajnik
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