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Recordando al padre Jeffrey Klaiber, SJ

  • Claudia Rosas
    Historiadora. Docente del Departamento de Humanidades

Fue el 4 de marzo del año pasado, cuando abruptamente, nuestro querido padre Jeffrey Klaiber falleció, con 71 años de edad y una vida dedicada a la Iglesia, a la Universidad y a nuestro país. Son muchas las facetas del padre Klaiber –Jeff como le decían-, que merecen ser recordadas.

Nació en Chicago, el 11 de enero de 1943 e ingresó a la Compañía de Jesús en 1961. Sus estudios de Teología los hizo en North Aurora, Illinois y fue ordenado sacerdote en 1974. Estudió en la Universidad de Loyola (Chicago), donde obtuvo la maestría, y en la Universidad Católica de América (Washington, D.C.), donde obtuvo el grado de doctor en Historia con una tesis sobre el APRA.

Su interés por nuestro país, lo llevó a trasladarse aquí en 1976. Impartió clases en la Universidad Femenina del Sagrado Corazón, el Instituto Pedagógico de Monterrico, la Universidad del Pacífico y la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde llegó a ser profesor principal y jefe del Departamento de Humanidades, presidente de la Comisión de Fe y Cultura, colaborador del CAPU y director de la Maestría en Historia de la Escuela de Posgrado, entre otras responsabilidades académicas que asumió en el transcurso de 40 años de dedicación a nuestra casa de estudios. Más adelante, participó con la fundación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Sin embargo, su corazón y compromiso estaban en la PUCP, donde el padre Klaiber enseñó, investigó, publicó, dio servicios religiosos y asumió responsabilidades académicas durante gran parte de su vida.

Fue un elemento estructural en nuestra especialidad de Historia, donde tuvo a su cargo los cursos de Historia universal moderna y contemporánea, Historia de la Iglesia en el Perú y América Latina, Historia de los Estados Unidos de América, entre otros. También enseñó cursos de Historia de América Latina en la maestría. Formó a sucesivas generaciones de historiadores.

Sus alumnos recordamos con mucho cariño sus clases, que eran muy didácticas y con una perspectiva histórica moderna. Eran tantas pequeñas cosas características: su puntualidad de siempre tanto al iniciar como al concluir la clase, su acento gringo a pesar de haber transcurrido tanto tiempo en el Perú y sus famosos papelógrafos que estructuraban la información de forma clara. También estaban sus respuestas ante nuestras preguntas, cuando solía decir: “Bueno sí, pero no. Hay que matizar”, que no revelaba ingenuidad, sino más bien, su capacidad para hacernos ver las múltiples facetas de un problema complejo; y al final de la clase, no faltaba el corolario de «¿dudas, preguntas?». Nunca suspendía una clase. Sin embargo, su dedicada labor docente no terminaba en el aula, sino que continuaba dando asesoría a los alumnos y participando en sus actividades, como el Coloquio de Estudiantes de Historia.

Su papel como hombre de fe es de destacar. Creyó y vivió de acuerdo a los principios de un catolicismo pluralista y abierto al compromiso social, inspirado en el Concilio Vaticano II. Su espíritu ecuménico le permitía dialogar y su compromiso con los seres humanos en general y en particular, con los pobres, excluidos y marginados. Su defensa de la universidad en una coyuntura de crisis frente al Arzobispado de Lima, también reflejan su vocación por un catolicismo comprometido, a pesar de que ello le pudiese traer problemas. A estas facetas de su quehacer, se unían sus dotes de investigador. La historia de nuestro país y de América Latina, así como la historia de la Iglesia y la Compañía de Jesús fueron sus grandes temas. Entre sus publicaciones destacan: Religión y revolución en el Perú, 1824-1976 (1977), su célebre obra La Iglesia en el Perú (1998); Iglesia, dictaduras y democracia en América Latina (1998), “El miedo al Apra” (2005), Los jesuitas en América Latina, 1549-2000 (2007) y “La Iglesia y la marginalidad en el Perú y América Latina del siglo XVI al XXI” (2012).

Su gran amor y compromiso con el país, nuestra universidad y la Iglesia católica, eran admirables. Su deceso ha sido una gran pérdida no solo para el mundo académico y religioso, sino también para el país; sin embargo, su ejemplo está muy presente entre nosotros.

(Adaptado de la revista Pastores Año 14, N° 26, enero-julio 2014)

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