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Queridos hermanas y hermanas en el sacerdocio y en la fe, querido pueblo de Lima

  • Mons. Carlos Castillo Mattasoglio
    Arzobispo de Lima

La oración que les pido es por nuestra arquidiócesis, y para que el ministerio que ahora se me confía esté asistido por su palabra de aliento y también su palabra de cuestionamiento, que no me desvíe del camino que el Señor ha abierto…"

Agradecido a todos y todas ustedes por el gran cariño con que me han acogido y acompañado estos días, agradecido por el servicio generoso de nuestro arzobispo emérito, el cardenal Juan Luis, y estando ya a puertas de ser ordenado Arzobispo metropolitano, quiero pedirles su oración durante los días que corren porque ayer sábado 23 de febrero comencé mi retiro espiritual, en que, a solas con el Señor, oro también por ustedes y por todos y cada uno de quienes formamos nuestro pueblo.

Cuando recibimos una gracia y Dios nos muestra su generosidad, nos sentimos desbordados por su presencia. Cuando reconocemos que esa gracia abunda en nuestras vidas en cada momento, y siempre inmerecidamente, el desborde nos deja sin palabras. En esa gracia, ustedes, con su aliento y amistad durante tantos años de caminar juntos, son el signo de que Dios está siempre con nosotros a través de la compañía humana y cristiana de su pueblo fiel, que nos forma como sus pastores y nos convierte poco a poco en servidores.

La oración que les pido es por nuestra arquidiócesis, y para que el ministerio que ahora se me confía esté asistido por su palabra de aliento y también su palabra de cuestionamiento, que no me desvíe del camino que el Señor ha abierto y pueda ser un Pastor que les testimonie a Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que pueda, en algo, ser alguien que lo transparente por la fuerza de su Espíritu.

Subo a la montaña a orar, recen por mí para bajar de ella con “su ancho corazón” (2 Ped 3, 15), con el mismo amor de quien siempre está con nosotros y para estar con ustedes todos estos años sin medida; y si fallo, pueda rectificarme, reconocer si hice mal y reparar.

Nuestra Iglesia, en uno de los momentos más difíciles de su historia, gracias al papa Francisco, está queriendo renovar completamente su vida desde Dios para testimonio vivo de Jesús hoy, en nuestra compleja época. Por ello, esta misión es tarea de todos, hemos de asumirla unidos y dialogando para superar todo obstáculo del camino.

Los bendigo desde mi oración y los espero el 2 de marzo siguiendo el camino de Toribio de Mogrovejo, desde San Lázaro a la Catedral de Lima. Los abraza y quiere con el corazón.

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Arzobispado de Lima

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