Ir al contenido principal Ir al menú principal Ir al pie de página

"Nunca le he pedido a la literatura que me mantenga"

Su último libro, Facsímil (2015), está basado en las pruebas de Aptitud Verbal que se tomaban y toman en Chile para el ingreso a las universidades. Ahí encontrarás ejercicios de compresión lectora, eliminación de oraciones y términos excluidos, pero también una historia y una crítica a la educación chilena a partir de la literatura. Alejandro Zambra es considerado como uno de los grandes escritores latinoamericanos de su generación.

  • Alejandro Zambra
    Escritor chileno
  • Texto:
    Miguel Sánchez Flores
  • Fotografía:
    Victor Zea

¿Cómo articulas la docencia con la creación literaria?

Para mí son caminos paralelos, no tienen nada que ver. La docencia es mi trabajo y lo tengo muy claro. Nunca le he pedido a la literatura que me mantenga. Quiero saber que puedo dejar de escribir, que no estoy obligado a publicar nada. Nunca he tenido la fantasía de vivir de los libros, siempre trabajé haciendo de todo.

Entonces, ¿para ti escribir no es un trabajo?

La literatura es el trabajo más exigente porque cuesta encontrar tiempo y desconectarte. Es un trabajo que está en una dimensión poco práctica, sobre todo porque soy mucho más obsesivo que disciplinado y, en ese sentido, siempre estoy buscando tiempo para perderlo en algo que no siempre da resultado.

¿Se puede enseñar a escribir literatura?

No, pero tampoco se puede enseñar nada. La idea de enseñar siempre lidia con esa imposibilidad. Todo se puede enseñar si se comparte la incertidumbre en la que esa enseñanza se funda. Por ejemplo, si hablamos de un cuento de Kafka, eso se podría enseñar muy mal y se podría, incluso, banalizar; enseñarlo bien supondría problematizar el género del cuento, pero, a partir de eso, también se limitarían las lecturas particulares.

Si partimos de esta imposibilidad,¿cuál debería ser la función del profesor?

Como profesor me dan mucho miedo los lineamientos muy categóricos, autoritarios, el “deber ser”. Por otro lado, siempre me ha impresionado que los estudios formales de literatura estén tan alejados de la propia práctica. Me parece que hay muchos profesores de literatura que no podrían escribir un endecasílabo, por ejemplo, y entonces no podrían enseñar a sus alumnos a reconocerlo.

¿Qué recuerdas de tu experiencia como alumno?

Cuando estudié literatura, lo que se planteaba era muy desmotivador de la escritura. Estudié en Chile con unos profesores que todo el tiempo te enrostraban tu inocencia. Decían que todo estaba escrito, que ya habían sonado todas las músicas. Había un gran desprecio por el escritor, que era presentado como un tonto que no sabe. Muchos de mi generación dejaron de escribir.

Sin embargo, tú has sido persistente.

Entré a Literatura porque no quería estudiar otras cosas. Mi intención era hacer coincidir el placer de la lectura con la del estudio. Era una decisión irresponsable, casi un voto de pobreza franciscano, pero entonces no pensaba mucho en el futuro.

¿Recuerdas tus lecturas de época de estudiante?

Leía mucho la poesía chilena. Mis mejores amigos siguen siendo los poetas de esa generación, más que los narradores. Yo no leo a nadie porque es peruano, chileno o húngaro, sin embargo, las literaturas nacionales son las que uno lee con menos distancia y son las más problemáticas, las quemás te duelen, son a las que más les pedimos. Si alguien escribe una novela sobre el barrio en el que vives, seguro eso te generará un juicio crítico aparentemente mucho más objetivo y emocional.

Ahora, ¿cómo enseñas?

La idea en la Universidad Diego Portales era hacer una carrera que incluyera la escritura y, a la vez, la creación. Tenía que ver con nuestra experiencia porque nosotros fuimos buenos alumnos, pero eso no significó que tengamos trabajo. Salimos a un mundo en el que algunos de los trabajos que podíamos hacer era estar en editoriales y dar clases en el colegio, y ninguno de nosotros sabía hacer eso y lo peor era que teníamos la arrogancia de creer saber que lo hacíamos.

¿Cómo son tus exámenes?

Una vez estaba dando clase de Introducción a la literatura y había que leer Un artista del hambre, de Kafka, y Décimas, de Violeta Parra, y entonces se me ocurrió darles como examen que reescribieran la obra de Kafka pero en décimas. Se dieron cuenta de que no era sencillo, que no solo era necesario contar sílabas sino también pensar en música. A algunos les tomó mucho trabajo, a otros no tanto, pero todos aprendieron un montón. En todo caso, eso creo.

¿Facsímil concilia tus dos profesiones?

Tiene que ver con la reflexión de cómo enseñar la literatura, pero yo prefiero que no se sepa qué es, que no tenga género, que sea lo que tiene que ser.

Deja un comentario

Cancelar
Sobre los comentarios
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los comentarios pasan por un proceso de moderación que toma hasta 48 horas en días útiles. Son bienvenidos todos los comentarios siempre y cuando mantengan el respeto hacia los demás. No serán aprobados los comentarios difamatorios, con insultos o palabras altisonantes, con enlaces publicitarios o a páginas que no aporten al tema, así como los comentarios que hablen de otros temas.