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"No es lo mismo que nos guste una prenda tradicional, a que podamos entenderla"

México y Perú son países que destacan por las técnicas y la iconografía en sus textiles tradicionales. La Mg. Ana Celia Martínez, quien trabaja para recuperar tradiciones como la obtención de la fibra de izote, enfatiza la necesidad de recuperar y revalorar nuestras raíces.

  • Ana Celia Martínez
    Investigadora y Diseñadora textil de la IBERO. Premio Tenerife al Fomento y la Investigación de la artesanía de España y América 2014
  • Texto:
    Solange Avila
  • Fotografía:
    Roberto Rojas

¿Cómo la iconografía ayuda a retomar el interés en los textiles tradicionales?

Los seres humanos creamos objetos porque significan algo. Podemos hacer referencia de nuestra cosmovisión, de cómo funciona nuestra sociedad, cómo nos sentimos, con quiénes nos relacionamos, etc. Si sabemos leer los objetos con iconografía, podemos obtener más información. Por ejemplo, la greca en la región mexicana de Mitla está relacionada con la dualidad, los procesos de la vida, los niveles del inframundo y el supramundo. Eso se plasma también en los textiles. Además que la iconografía mesoamericana y la andina han tenido un proceso de abstracción bastante complejo. Muchas veces desdeñamos la iconografía porque aparentemente es muy simple. Pero si recordamos el minimalismo, entendemos que lo más simple es lo más complejo.

¿Cómo podemos reapropiarnos de nuestros textiles tradicionales en un entorno hostil?

A una buena parte de los jóvenes no le interesa los textiles tradicionales, pero es porque no los conocen. Por ejemplo, el rebozo, una prenda nacional mexicana, es una de las mejores prendas para cargar a los bebés, porque es seguro y ergonómico. Pero mucha gente, desde su ignorancia, dice que no es india para usarlo. Pero cuando al fin aprenden, empieza una conexión que no se puede detener. La clave es no sentirnos ajenos. Poco a poco se está usando los materiales o las prendas tradicionales, y debemos ser conscientes de ello. No es lo mismo que nos guste una prenda tradicional, a que podamos entenderla. La iconografía no se limita al simbolismo que podamos encontrar en los objetos, sino al mismo objeto también. Pero hay que entender ese lenguaje, interpretarlo para disfrutar. Todavía estamos a tiempo para recapacitar y tomar la responsabilidad de pertenecer a culturas tan megadiversas como la peruana y la mexicana.

Cuando iniciaste tu investigación sobre la fibra izote, ¿cuál fue el escenario de la población de artesanos que dominaban esta técnica?

Por mi tesis de maestría, llegué a trabajar con los artesanos de Zumpahuacán, que elaboraban fibra de Izote. Todos ellos eran mayores de 50 años. Todo se fue dando poco a poco, pero fue un proyecto donde pude hacer una recuperación de conocimientos. Además, habían concursos del izote, pero no lo ganaban los artesanos, sino los comerciantes. Ahora, los artesanos son los que ganan los concursos. Poco a poco se va reestructurando y reconociendo las necesidades, como cultivar plantas para obtener la materia. Con toda la difusión que logramos, hicimos varias exposiciones. Entre ellas, en la Universidad Iberoamericana, en la Universidad Autónoma de México y en la Bienal Internacional de Arte contemporáneo 2011 en México. En esa Bienal, las artesanas participaron como artistas. Es muy delgado el límite entre el artesano y el artista.

¿Cómo es el vínculo de los descendientes de los artesanos con esta tradición textil?

Casi no trabajaba con los jóvenes, pero después de dos años, me preguntaron por qué me interesaban cosas que a ellos no. Les enseñé lo que encontré, el contexto histórico, de la tradición oral, el proceso. Fue una charla muy fructífera y me di cuenta que tenían muchas ganas de aprender y lo hicieron. La técnica de trabajo con izote aún está en peligro, pero estoy tranquila porque hay una generación más que la trabaja.

¿Cómo persuadir a la gente para retomar interés en técnicas artesanales tan laboriosas?

Cuando compramos una prenda hecha en China, compramos esclavitud, contaminación, etc. Es como apoyar eso. En cambio, si compramos una prenda hecha en nuestro país, con recursos de nuestro país; compramos a una comunidad artesanal, donde dejan plasmada su cultura e identidad; y que mejor si el dinero se queda en nuestro país. Desde esa pequeñas cosas decidimos a quién apoyar y a quién no, por eso somos responsables de lo que pueda suceder en nuestro entorno.

Además queremos que el artesano haga todo: produzca, venda, diseñe, preserve el conocimiento, conserve las materias primas y haga innovación. Debemos ser conscientes, el artesano no puede hacer todo eso, porque está ocupado trabajando y eso no le da tiempo para innovar. Pero podemos aliarnos a su labor, porque ellos resguardan el conocimiento y necesitan nuestra ayuda. Una ayuda no asistencialista, sino complementaria, que fortalezca y que sea ética.

¿Qué misión deben cumplir las nuevas generaciones de diseñadores?

En México muchos egresados empiezan a conocer a las comunidades tradicionales y se enganchan con ellas. Pero todavía desde una perspectiva muy marginada, sin integrarse. El diseñador menosprecia al artesano, lo utiliza como maquilador. No hay una buena relación porque no se conocen, se crean relaciones no muy sanas y esto puede molestar a la comunidad. Muchos diseñadores cortan y pegan parches en las prendas. Eso es una mutilación, no están diseñando. El diseño va mucho más allá. Afortunadamente mucha gente ha tenido visión y ha hecho proyectos muy buenos. Es importante hablar de la interdisciplina para crear nuevo conocimiento entre diseñadores, industriales, textiles, gráficos, comunicadores, mercadólogos, etc.

¿PARA QUÉ NOS VISITÓ?
Evento: Coloquio Internacional «Diseño y Tradiciones Visuales de Perú y México»
Organizador: DGI y Grupo de Investigación: Diseño e Identidad

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