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“La solución es que nos informemos sobre la obsolescencia programada”

La docente del Departamento de Ciencias de la Gestión analiza cómo se asume la práctica de reducir la vida útil de los productos en el mundo empresarial y de qué manera debemos reaccionar los consumidores.

  • Marta Tostes
    Docente del Departamento de Ciencias de la Gestión
  • Texto:
    Oscar García
  • Fotografía:
    Alex Fernandez

Desde un punto de vista económico y de gestión, ¿cómo se ve a la obsolescencia programada?

Es una estrategia que las empresas usan. Consiste en reducir el ciclo de vida de un producto, a través de una norma técnica, con la finalidad de continuar teniendo demanda. Durante mucho tiempo fue considerada como válida en el mercado, pues servía para mantener los procesos de crecimiento de una empresa. Actualmente, hay una reacción frente a la obsolescencia programada. Un ejemplo es lo que pasó con los iPods, pues los consumidores denunciaron que la batería se malograba incluso antes de que el aparato en sí. Por ello, Apple tuvo que dar marcha atrás. En el 2015, sucedió un hito importante al darse la ley francesa de transición energética para el crecimiento verde, donde se convirtió en delito la programación de la obsolescencia dentro de las manufacturas de modo general.

¿Cómo debe reaccionar el consumidor frente a esta reducción deliberada de la duración de los aparatos?

En general, los consumidores desconocemos que existe ese proceso de reducción. La solución es que nos informemos sobre la obsolescencia programada. Hoy en día, gracias al internet, las personas cuentan con mayor data para poder reaccionar. Se debe tener curiosidad y proactividad para aprender del consumo energético y tiempo de vida de cada producto que adquirimos. Recuerdo el caso de un chico que utilizó un programa para poder resetear el chip que había generado la caducidad en su impresora. Ese es el camino. Además, es importante que sea una reacción colectiva. Como explica Jean Tirole en su libro La economía del bien común, si bien los beneficios son colectivos, el costo es individual. Todos debemos hacer un esfuerzo para dejar de tener una economía lineal –que se caracteriza por producir, vender, consumir y desechar– y apostar por una economía circular, donde las empresas se hagan cargo de los desperdicios y no generen tanta contaminación. Esta es una responsabilidad que tenemos con las generaciones futuras.

En ese escenario, ¿cuál es el papel que debe asumir el Estado?

El Estado debe reaccionar frente a la obsolescencia programada regulando el mercado. Pero, sinceramente, creo que más importante y eficaz, a corto plazo, es una estrategia de información en vez de regulación. Tanto Indecopi como los organismos de defensa del consumidor tienen que movilizarse para generar más información. Después de contar con ella, tenemos que actuar en consecuencia.

¿Es posible que una empresa subsista con buenos números sin recurrir a la obsolescencia programada?

Es necesario pensar en un nuevo tipo de empresas que interioricen los costos sociales de las externalidades negativas de su producción. Lo primero es dejar de mantener una demanda bajo esquemas de economía lineal. Hay muchas formas de hacerlo partiendo de una nueva actitud. Como gestores, podemos diversificar la estrategia de la empresa hacia otros modelos de negocio y apostar por una economía circular. Incluso se puede apuntar al nicho de consumidores conscientes y responsables.

¿Hay maneras en que el consumidor note que le están brindando productos que tienen un tiempo de vida acortado a propósito?

La obsolescencia programada está asociada a la garantía. Es necesario tener conciencia de que el tiempo que te indican no es por gusto. Otro signo de alerta es cuando se te malogra, por ejemplo, el celular y te dicen que se trata de un problema técnico. Nuevamente, si uno no se informa, pensará que no tiene el conocimiento necesario y lo dejará así. Así llega la obsolescencia programada para el pobre mortal que no sabe nada del tema. Por eso, les pido: ¡infórmense!

Hablando de celulares, ese mercado es uno en los que más se percibe la obsolescencia programada.

El tema de los smartphones es muy interesante, porque entra a tallar el concepto de innovación disruptiva. Esto significa que el celular ingresa en mercados para los cuales no estaba pensado, pues los modelos actuales tienen tantas funciones que sustituyen a las laptops, cámaras fotográficas, relojes, mp3, calculadoras. Al contar con ese incremento de funcionalidades, el aparato del celular queda obsoleto rápidamente porque requiere infraestructura y características, como buena memoria RAM y suficiente espacio en el disco duro.

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