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La regla de no tóxicos

  • Rafael Fernández Concha
    Docente de Centrum PUCP

Hace unas semanas tuve que acudir a la clínica por una dolencia. El médico llegó 45 minutos tarde a la cita, ingresó apurado y, sin disculpas de por medio, empezó a despacharme rápido. Mientras le contaba mis síntomas con precisión, atendió una llamada telefónica de índole personal y, entre risas y un “sí compadrito”, consumió 5 minutos más de la consulta. Al cabo del término de su llamada, retomó la atención diciendo: “Ya, me decías entonces que tienes todo mal, ¿no?”.

No compartiré aquí la reprimenda que entonces le hice al cuestionable profesional, pero menciono esta anécdota porque me hizo recordar el bestseller del investigador de Stanford Bob Sutton, The No Asshole Rule. Aquí se explica que ‘los idiotas’ o ‘los tóxicos’ -como se ha puesto de moda decir ahora- son personas que menosprecian y tratan mal a los demás minimizándolos, tanto explícita como implícitamente, con su comportamiento verbal o no verbal e incluso con el diseño de puestos, la asignación de tareas o el consumo de tiempo. Para considerar este comportamiento como ‘tóxico o ‘idiota’, debe tratarse de un hábito (consistente en el tiempo) y no de un mero exabrupto que quizás todos hayamos tenido en un mal día.

Los mejores líderes se preocupan no solo por la eficacia, la eficiencia y el logro de resultados, sino que, en adición a ello, buscan proactivamente el florecimiento de sus colaboradores, colegas, jefes, clientes, proveedores y de todos sus stakeholders internos y externos".

El mismo autor relata el caso de dos centros médicos de clase mundial: Cleveland Clinic y Stanford University Health System. Menciona que, a pesar de ser profesor de Stanford, prefirió realizarse una cirugía en la Cleveland por una política establecida por Toby Cosgrove, ex CEO de esta última: no contratan ni promueven cirujanos que sean abusivos o traten mal a las enfermeras, sus colegas o sus pacientes a pesar de lo talentosos que puedan ser o de los resultados maravillosos que puedan conseguir. No se trata de elegir entre “talentoso” o “decente” sino que es imprescindible contar con ambos atributos.

Líderes empresariales como Jack Welch, Reed Hastings, Indra Nooyi, Marc Benioff o autores como Drucker, Sinek o Collins, entre muchos otros, han resaltado una y otra vez la importancia de la alineación con los valores organizacionales, incluso sobre los altos niveles de desempeño individual. Contrasta con este enfoque una líder como Miranda Priestley de la película The Devil wears Prada. Más allá de la genial interpretación y lo icónico del personaje, piense usted si le gustaría tener un jefe o colega con esas características, o, más aún, si quizás usted mismo comparte alguno de esos rasgos en su estilo de trabajo. Sigue siendo, pues, un desafío para las empresas tomar decisiones con enfoque de impacto positivo en 360° que aseguren la sostenibilidad, la reputación y el éxito de sus compañías.

¿Cuál es entonces la regla de no tóxicos? Consiste en prevenir la entrada de personas con esos rasgos, a través de procesos de contratación en que se evalúen el carácter y los valores de los potenciales colaboradores".

Prescindir de personas con ese perfil puede generar efectos no deseados en el corto plazo para la organización, especialmente si son personas talentosas y muy orientadas a los resultados. Sin embargo, hay costos menos visibles pero quizás más significativos: iniciativas innovadoras frustradas y ausencia de desarrollo e incluso fuga de talentos por bloqueos por parte de los tóxicos, clima laboral desmoralizado, estrés, cinismo, una cultura de poca colaboración y excesiva competencia interna (que no es competitividad ni productividad), exceso de conflictos, lentitud en la toma de decisiones, así como altos costos de transacción internos. Todo esto obstaculiza la innovación para la empresa, y la hace menos atractiva y valiosa.

¿Cuál es entonces la regla de no tóxicos? Consiste en prevenir la entrada de personas con esos rasgos, a través de procesos de contratación en que se evalúen el carácter y los valores de los potenciales colaboradores; vivir una cultura con reglas y comportamientos claros en donde el centro sean las personas en toda su dignidad; fomentar valores empáticos, inclusivos e interculturales; proteger y promover a los miembros del equipo, así como intervenir en las situaciones en que haya actitudes poco deseables e implementar mecanismos de detección y cero tolerancia a comportamientos nocivos. Debe resaltarse que todos corremos el riesgo de ser un poco o bastante ‘tóxicos’ momentáneamente. Lo importante es ser conscientes de ello, pedir disculpas y evitar que se convierta en un hábito o algo que nos identifique. Ayuda para ello pedir retroalimentación con humildad y mente abierta. 

Así, pues, los mejores líderes son aquellos que son guardianes de su prójimo: se preocupan no solo por la eficacia, la eficiencia y el logro de resultados, sino que, en adición a ello, buscan proactivamente el florecimiento de sus colaboradores, colegas, jefes, clientes, proveedores y de todos sus stakeholders internos y externos. 

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