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"La PUCP nació como una comunidad académica plural y tolerante, inspirada en principios éticos, democráticos y católicos"

  • Dra. Cristina Del Mastro
    Vicerrectora Académica

*Discurso de la vicerrectora académica Dra. Cristina Del Mastro en la Ceremonia de Apertura del año académico 2023.

Si bien empezamos el semestre hace algunos días, esta ceremonia marca oficialmente el inicio del año académico. Y estar reunidos en esta sala marca algo más. Este semestre es el primero en el que hemos retomado todas las actividades presenciales desde que se inició la pandemia, unos días antes de iniciar el año académico tres años atrás. Este es un motivo de alegría y esperanza.

Durante este tiempo hemos experimentado muchos cambios; sin embargo, conservamos el espíritu y los valores que inspiraron a nuestros fundadores. La PUCP, fundada el 24 de marzo de 1917, nació como una comunidad académica plural y tolerante, inspirada en principios éticos, democráticos y católicos, para ofrecer una formación ciudadana, humanista, científica e integral de excelencia al servicio de sus estudiantes y del país. Se vincula con la sociedad y el entorno, reconociendo y valorando nuestra diversidad multicultural y asumiendo su compromiso con el desarrollo humano y sostenible.

Hoy, luego de 106 años de su fundación, necesitamos reflexionar sobre el sentido de la formación que nos toca ofrecer a la luz de los cambios y demandas que experimentamos.

En los últimos tres años hemos atravesado diversas crisis (sanitaria, política, social, ambiental) para las que no nos habíamos preparado, pero que, gracias al esfuerzo de nuestra comunidad, hemos podido enfrentar y continuar ofreciendo una formación integral de excelencia mediante espacios virtuales y, al mismo tiempo, cuidar el bienestar de nuestra comunidad.

«Debemos pensar en el rol de nuestra Universidad ante los tiempos de crisis que atraviesa nuestro país, y reafirmarnos en nuestro compromiso de contribuir a crear una mejor sociedad mediante la formación integral, humanista, científica e innovadora que nos toca ofrecer».

Durante este tiempo nos vimos obligados a comunicarnos mediante pantallas para trabajar de manera coordinada con autoridades, docentes y personal de apoyo, y asegurar a nuestros estudiantes la continuidad y calidad de nuestras actividades y servicios.

La pandemia exigió de nosotros un gran esfuerzo: nos volvimos competentes en el uso de nuevas tecnologías, tuvimos que adaptar nuestros materiales de enseñanza, compartimos las exigencias del hogar con nuestro trabajo, investigaciones y estudio. Y aún en esos tiempos difíciles, mantuvimos nuestra rigurosidad, excelencia académica y sentido de comunidad.

Nuestros y nuestras estudiantes, al realizar el balance de estos años de enseñanza remota, reconocen:

  • El esfuerzo que puso la Universidad por tener un proceso de adaptación rápido y bien implementado.
  • La posibilidad de continuar sus estudios desde sus ciudades o de cualquier lugar.
  • El acceso permanente a los materiales del curso y a las clases grabadas. 

De otro lado, lo que más extrañaron fue la interacción con sus compañeros y con sus profesores, así como el uso de la biblioteca y las aulas físicas.

En este periodo la Universidad ha requerido revisar y actualizar su modelo educativo para dar respuesta a los cambios vividos y recoger las voces de los distintos actores sobre lo que se espera de la formación académica de cara al futuro.

Como parte de este proceso, confirmamos los principios fundamentales que guían nuestro quehacer desde hace más de cien años, la formación integral y humanista y la excelencia académica:

  • La propuesta de formación integral combina el conocimiento científico y la formación humanista. Busca que los seres humanos se realicen plenamente mediante el óptimo desarrollo de sus capacidades académicas así como de las dimensiones afectiva, social, moral, cultural, artística y deportiva. Se reconoce los intereses, experiencias y necesidades de las personas al ofrecerles la oportunidad de compartir diferentes perspectivas y experiencias personales y estimula la participación de los estudiantes en la vida de la comunidad universitaria para que contribuyan a mejorarla.
  • La excelencia académica se plasma en los altos estándares disciplinares, de rigurosidad e integridad académica, de investigación y generación de conocimiento disciplinar e interdisciplinar y de coherencia ética que nos caracterizan.

«La apertura del año académico nos obliga a pensar en el futuro: en los retos que tenemos como comunidad, en el trabajo por venir y en la universidad que queremos ser y en cómo nuestro trabajo diario ayuda a construirla».

Si bien estos pilares se mantienen, necesitamos considerar que los procesos de enseñanza-aprendizaje se han visto afectados por una serie de transformaciones de la sociedad de la información que sitúa el conocimiento en el centro de la producción, de modo tal que el saber compartido es el núcleo central del desarrollo humano (Rosaura, Martínez y Valladares, 2010).

Ello supone transitar de una formación basada en la transmisión del conocimiento, donde el docente es el depositario del saber, a una educación orientada a un aprendizaje centrado en el razonamiento y la experiencia del estudiante en interacción con su contexto, con sus docentes y sus compañeros que permita construir conocimientos robustos de modo más consciente y colaborativo, y desarrolle sus capacidades de autonomía, de indagación, pensamiento crítico, argumentación, toma de decisiones  y resolución de problemas.

Me quiero detener en el impacto del mundo digital, el uso masivo de Internet, el salto de lo analógico a lo digital, que ha transformado la manera de acceder, compartir, difundir y procesar la información, entender la realidad, o las realidades, que uno integra y las interacciones sociales y comunicativas.

Con la difusión de Internet y las computadoras personales, una de nuestras preocupaciones se concentraron el mal uso de los buscadores de internet por su capacidad de contener información que se puede “copiar y pegar” para resolver tareas con información producida por otros, pero hemos aprendido que esa información necesita ser analizada y que se deben citar las fuentes respetando el trabajo de otros; hoy contamos además con herramientas de verificación y de organización para el citado académico.

El uso masificado de teléfonos inteligentes y las redes sociales también han transformado los procesos de adquisición y producción de información y la comunicación con los demás. Los ciudadanos han pasado de ser receptores a ser productores de información, información inabarcable, poco confiable, muchas veces superficial e incompleta; de naturaleza muy distinta al conocimiento científico. Por ello, parte de nuestras tareas centrales es enseñar a nuestros y nuestras estudiantes a investigar, a sumergirse en la información para seleccionarla, analizarla, interpretarla, y transformarla en conocimiento.

La pandemia nos obligó a todos a enseñar de otras maneras, la tecnología se convirtió en un nuevo escenario. Cambiamos formas, adaptamos contenidos, introdujimos nuevas técnicas, modificamos la forma en la que evaluábamos, etc. Nos encontramos, pues, con las ventajas y dificultades del mundo digital.

Expertos en educación y en alfabetización digital concuerdan en que herramientas como ChatGPT, de alguna forma, se convertirán en parte de un uso diario para la escritura. De la misma manera en que las calculadoras y las computadoras se han vuelto parte integral de las matemáticas y las ciencias. Saberlo con anticipación es crítico, para poder reinventarnos como docentes e iniciar conversaciones sobre cómo aprovechar estas herramientas de IA como una ayuda para el aprendizaje, en lugar de un sustituto o una amenaza para nuestra labor.

La reacción generalizada de rechazo a la inteligencia artificial refleja nuestros miedos y la realidad de nuestras universidades: en muchos casos, preocupadas más por la entrega de trabajos, la calificación y las notas, que por el sentido y el acompañamiento del proceso de aprendizaje de sus estudiantes. Las tareas y evaluaciones se deberían formular de tal manera que no puedan ser completadas por una máquina. Debemos revisar nuestra manera de enseñar y evaluar: involucrar y motivar a nuestros estudiantes, vincularnos y  dialogar con ellos en su proceso.

Si podemos motivar y despertar la curiosidad de nuestros estudiantes e involucrarlos en sus aprendizajes, no van a buscar una solución alternativa para hacer las actividades, no van a plagiar, no van a esquivar el trabajo. Pero el trabajo debe cobrar significado, debe valer la pena, más allá de obtener la calificación.

La transformación digital debe verse como una oportunidad para potenciar la creatividad, para tener mayor libertad para pensar e intercambiar ideas, y para conocernos a nosotros mismos, algo que está fuera del alcance dela IA.

La apuesta del modelo educativo de la PUCP es centrarse en el estudiante como agente activo que se involucra no solo cognitiva sino también emocionalmente en su aprendizaje, para lo cual aprovecha sus experiencias, contextos, intereses y motivaciones personales. Los estudiantes, gracias a la interacción y diálogo con sus docentes, tienen la oportunidad de pensar, reflexionar, discrepar, argumentar; desarrollar las competencias necesarias para  responder a los retos vinculados con su campo disciplinar de forma idónea, ética y ejerciendo plenamente su ciudadanía.

Al preguntar a nuestros y nuestras estudiantes qué es lo que más valoran de nuestro modelo educativo, destacan:

  • Contar con Estudios Generales, puesto que brindan la posibilidad de adquirir conocimientos de distintas áreas, explorar nuevos intereses y evaluar su permanencia en la carrera que eligieron inicialmente.
  • También reconocen la calidad y excelencia de sus docentes con alto nivel académico y experiencia de nivel internacional; lo que les inspira a conocer más y a tomar a algunos como “maestros de vida”.
  • Otro aspecto muy valorado es que la PUCP no se limita a garantizar solo la formación académica, sino que también muestra una preocupación por el bienestar estudiantil, más allá de las aulas, aportando a su desarrollo personal. Afirman que “los profesores se preocupan por la formación en valores y están comprometidos con tu persona y tu desarrollo integral”.

Quiero destacar el valor de los docentes como agentes de cambio y formadores de personas, ciudadanos democráticos y profesionales éticos, comprometidos con el desarrollo sostenible de nuestro país. El retorno a la presencialidad es una oportunidad para promover el diálogo, el intercambio de ideas con los estudiantes dentro y fuera del aula, e invitarlos a que dialoguen entre sí, que establezcan relaciones con sus pares, que construyan juntos el conocimiento y esas relaciones que, lo sabemos nosotros desde la experiencia, marcarán sus vidas para siempre. Promovamos relaciones interpersonales de calidad, de confianza, aceptación de la diversidad, empatía y mirada positiva del otro, de intercambio de ideas y posturas, de apertura a nuevos significados y sentidos de vida, aspectos humanos que no podemos delegar a las máquinas y que responden a los principios que inspiraron a nuestros fundadores.

En este retorno a las aulas, debemos preocuparnos por las necesidades emocionales de los y las estudiantes y brindarles las herramientas y acompañamiento para su adaptación y pleno desarrollo en la vida universitaria. Particularmente, si tomamos en cuenta que la gran mayoría se encuentran en un proceso de transición a la adultez, que salen por primera vez del espacio conocido o, incluso, se mudan por primera vez a Lima y dejan el seno familiar. Están en nuestras manos y no les fallaremos.

Este 2023 trae muchos retos institucionales que debemos abordar. Implementar el nuevo modelo educativo PUCP implica responder a los grandes retos tecnológicos y sociales de un mundo en constante transformación. Pero, sobre todo, implica trabajar juntos para que nuestras actividades formativas estén centradas en el estudiantado, y su formación como profesionales, con excelencia académica y competencias en sus campos de especialización; ciudadanos con valores democráticos, personas con calidad humana, éticas y comprometidas con la mejora de la sociedad.

La apertura del año académico nos obliga a pensar en el futuro: en los retos que tenemos como comunidad, en el trabajo por venir y en la universidad que queremos ser y en cómo nuestro trabajo diario ayuda a construirla.

En este ejercicio, debemos pensar en el rol de nuestra Universidad ante los tiempos de crisis que atraviesa nuestro país, y reafirmarnos en nuestro compromiso de contribuir a crear una mejor sociedad mediante la formación integral, humanista, científica e innovadora que nos toca ofrecer.

¡Bienvenidos a un nuevo año académico!

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