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La farsa

  • María Eugenia Ulfe
    Profesora principal del Departamento de Ciencias Sociales

El 3 de julio de 2001, Alberto Fujimori asistió a un juzgado en Tokio para rendir su testimonio sobre el caso de contrabando de armas a las FARC. Ante el juez japonés, Fujimori, que ya en ese momento había reclamado su ciudadanía japonesa, afirmó llamarse Kenya y haber nacido el 26 de julio de 1938. El juez, sorprendido, le preguntó por el nombre porque no correspondía con los documentos peruanos. El juez no tenía la información de la fecha. Respondió que en el registro familiar japonés su nombre era Kenya Fujimori y que en el Perú su nombre era Alberto Fujimori. Ese ha sido siempre Fujimori: alguien sobre quien no se tenía certeza acerca de su fecha de nacimiento (¿26 o 28 de julio?), su lugar de nacimiento (¿Japón o Perú?) o su propio nombre (¿Kenya o Alberto?). Sin plan de gobierno, ganó la presidencia en 1990 con alianzas que al poco tiempo traicionó para acercarse en este primer momento a un grupo de economistas que lo ayudaría a reinsertar al país en el sistema económico abrazando las políticas neoliberales que cambiarían las bases del contrato social peruano.

El gobierno encontró en el enroque de la puerta giratoria, es decir las alianzas empresariado-Estado, un camino, y así crecieron las famosas redes y pactos de corrupción".

El ministro de Economía y Finanzas de entonces, Hurtado Miller, pedía que dios se apiadara de los peruanos cuando, el 8 de agosto de 1990, anunció un choque económico que sumió a muchos en una gran incertidumbre, entre ellos a mi padre con cuatro hijos universitarios. Fujimori hacía, así, lo que había prometido que no haría: aplicar la estrategia del choque. Si bien esta medida trajo estabilidad macroeconómica, también provocó una enorme desigualdad que quedó representada en una gradiente social de sectores A, B, C, D y E. Esta gradiente reflejó la ampliación del rango de pobreza producida por haberse privilegiado una economía basada, principalmente, en la exportación de materias primas y escasamente intensiva en la generación de empleos. El gobierno encontró en el enroque de la puerta giratoria, es decir las alianzas empresariado-Estado, un camino, y así crecieron las famosas redes y pactos de corrupción. Estas alianzas son tan sólidas y las hemos visto prosperar de una generación a otra, pasando del padre a la hija.

El 5 de abril de 1992, Fujimori cerró el Congreso, intervino el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Contraloría General, el Tribunal Constitucional (entonces Tribunal de Garantías Constitucionales) y el Banco Central de Reserva. Aquí comenzó el copamiento del Estado en todo sentido y el simulacro de una democracia que se sostenía bajo ciertas formas".

Con el respaldo de las Fuerzas Armadas y de su asesor, Vladimiro Montesinos, el 5 de abril de 1992 Fujimori cerró el Congreso de la República, intervino el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Contraloría General de la República, el Tribunal Constitucional (entonces Tribunal de Garantías Constitucionales) y el Banco Central de Reserva. Aquí comenzó el copamiento del Estado en todo sentido y el simulacro de una democracia que se sostenía bajo ciertas formas. Durante este periodo, el deterioro institucional tuvo muchas expresiones: leyes antiterroristas que quebraron el principio de legalidad; la creación de un comando de exterminio conformado por miembros del Ejército, como fue el Grupo Colina, que operó entre 1991 y 1992 y asesinó o desapareció a más de 49 personas; el programa de planificación nacional y esterilizaciones que dejó más de doscientas mil mujeres esterilizadas, muchas contra su voluntad; las universidades bamba que surgieron a partir del DL 882, norma que permitió la creación de universidades sin regulación ni supervisión; la compra de diarios y medios de comunicación; la compra de congresistas que luego aparecerían desfilando en la famosa salita del SIN recibiendo grandes coimas… El GEIN, trabajando a sus espaldas, capturó a Abimael Guzmán en 1992, cuando él se encontraba pescando. Levantó el fantasma senderista para usarlo políticamente provocando miedos entre la población. Esto es algo que hemos visto repetirse en periodos electorales en los últimos años. Se trató de un hombre que cometió violencia física y psicológica contra quien era su esposa. En ningún otro periodo aparecieron tantas vírgenes que lloran como en esos años para distraer la atención de la población porque siempre quiso dar la imagen de lo que no fue o mostrar lo que no hizo.

Dejó como herencia duradera lo que se conoce en política como fujimorismo, esa cultura y esas prácticas cínicas en que se ha convertido hoy el ejercicio de la política en el Perú".

Además de una mayúscula corrupción y múltiples crímenes sangrientos, dejó como herencia duradera lo que se conoce en política como fujimorismo, esa cultura y esas prácticas cínicas en que se ha convertido hoy el ejercicio de la política en el Perú y que se resume en esa frase que lo hiciera popular: “¡Qué buena yuca, ingeniero!”.

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