La educación filosófica, las redes sociales y TIC
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Alessandra Dibós
Filósofa. Coordinadora de El talón de Aquiles
Fotografía:
Roberto Rojas
¿Puede hacerse filosofía de manera virtual? ¿Puede aprenderse y enseñarse la filosofía entre usuarios a los que es difícil categorizar como “alumnos” o “profesores? ¿Dónde se estudia o se hace filosofía? ¿Solo en ámbitos académicos presenciales?
Estas preguntas son sin duda válidas y pertinentes pero suelen utilizarse para insinuar de antemano que la filosofía, por un lado, y las tecnologías de la información (TIC) y las redes sociales, de otro, no pueden o no deberían ir juntas.
Si partimos de constatar lo que encontramos en las redes y en la internet hoy: una variedad de páginas, blogs y grupos de filosofía, así como de educación y filosofía, creo que una pregunta más constructiva y que expresa una actitud de mayor apertura a lo que tenemos en frente, podría ser: ¿Qué nuevas posibilidades y caminos para la filosofía aparecen o se reinventan con las TIC y las redes sociales?
De lo que se trata es de no caer en un ingenuo optimismo o fe ciega en ellas; ni de negar de arranque cualquier nueva posibilidad o cambio que estas traen a las maneras en cómo concebimos y hacemos filosofía hoy, y las implicancias que se desprenden respecto de cómo se aprende o se enseña a hacer filosofía o cómo se aprende y se enseña la filosofía (si es que es posible enseñarla). En suma, se trata de mantener una actitud reflexiva, atenta y cautelosa, sí, pero también mantenernos abiertos a lo que se va presentando y surgiendo.
Un primer tema interesante e importante de analizar —porque además es pertinente no solo para los profesores y estudiantes de filosofía— es el de la centralidad (o no) en los procesos de enseñanza-aprendizaje que tienen los roles de discípulo (o estudiante) y de maestro (o profesor): ¿Qué cambios o permanencias introducen las TIC y las redes sociales en estos roles, en nuestra manera de concebirlos? Esta es una cuestión filosófica y pedagógica muy antigua: ya desde Platón se tematiza la paideia (educación) como transformación del alma y se resalta el rol del filósofo-pedagogo (Sócrates) como ayudante que acompaña y que asiste al investigador (estudiante/discípulo/aprendiz) en su búsqueda de respuestas (el conocimiento).
Al respecto, resulta sugerente el concepto de comunidades de aprendizaje: espacios donde cada uno gestiona su aprendizaje como miembro de una comunidad donde el diálogo y el intercambio reflexivo se convierten en los fundamentos de los aprendizajes. ¿Qué rol y qué lugar tiene aquí el profesor de filosofía o el especialista en algún tema filosófico? ¿Son estas “comunidades de interaprendizaje filosófico” resultado de las redes sociales y las TIC o más bien formas de construir aprendizajes y competencias filosóficas menos rígidas, menos jerárquicas que se han ido desarrollando en reacción o paralelamente a otras formas de hacer filosofía y que más bien han encontrado en las redes y tics espacios donde desplegarse?
Es cierto, las TIC y las redes pueden resultar en mamarrachos en lo que a filosofía respecta. Depende de cómo se utilizan y de desde qué concepción del quehacer o práctica filosófica se parte. ¿Dónde lo conversamos? Será en los espacios y lugares que podamos usar y aprovechar para ello.
El talón de Aquiles es un proyecto-portal que recoge este espíritu atento, abierto, y a la vez cauteloso, de filósofos y educadores apasionados y comprometidos con la filosofía y su aprendizaje (o la pregunta de si esto es posible y cómo) y por eso receptivos también a lo que las redes y TIC nos traen: retos y posibilidades de hacer y practicar filosofía y de intercambiar alrededor de la educación filosófica.
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