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“Hoy, la distancia es un acto de solidaridad”

La pandemia del coronavirus nos ha retado, como sociedad, de distintas maneras. Esta Semana Santa, el arzobispo de Lima nos pide que realicemos una profunda reflexión, visitemos nuestras historias personales, tratemos de ser solidarios entre todos y que hagamos un mundo más humano.

  • Mons. Carlos Castillo Mattasoglio
    Arzobispo de Lima

En estos días, hay personas que están pasándola especialmente mal, como los contagiados y los que han sufrido la pérdida de algún familiar o amigo. A todos ellos, ¿cómo se les puede acercar las enseñanzas de Cristo?, ¿el catolicismo les puede dar consuelo?

En esta situación de pandemia, la Iglesia respeta los protocolos que se han dado. Sin embargo, también ha querido estar, en todo momento, lo más cerca posible. En el caso de las personas contagiadas, hemos tenido que optar por alguna decisión que no es la normal en la tradición cristiana de acercarnos al enfermo. La única manera de mantener la tradición del esfuerzo cristiano es estar espiritualmente cercanos a las familias, pues no nos podemos reunir. Hoy, la distancia es un acto de solidaridad.

Ese acto altruista es para nosotros, los cristianos, la presencia de Jesucristo que ayuda a las personas”.

En situaciones complicadas y desconocidas surge el miedo, que nos puede llevar a la idea de querer salvarnos nosotros mismos sin pensar en los demás. ¿Cuál es la importancia de ser solidarios y pensar en el bien común en el contexto actual?

El miedo es una reacción instintiva que debe ser sustituida por la voluntad de hacer, inteligentemente, lo que es adecuado y justo. Eso hoy es ser solidarios y quedarnos en casa. El gran desafío de esta pandemia es la reeducación de nuestro pueblo en la manera de vivir. Muchas veces, vivimos más para cada uno de nosotros y ahora se trata de aprender a hacerlo juntos.

¿Considera que la enseñanza de Jesucristo de amar al prójimo está presente en todos aquellos que están luchando incansablemente por combatir la pandemia?

Las personas que se dedican al servicio lo están haciendo con mucha generosidad. La gente se siente agradecida y reconoce algo que antes no hacía porque pensaba que era una tarea. Pero, en condiciones de peligro, la tarea se sigue haciendo y, además, con ánimo y aliento. Debemos reconocer que ese acto altruista es para nosotros, los cristianos, la presencia de Jesucristo que ayuda a las personas.

¿Cómo podemos hacer de la normalidad que existía una nueva renovada en valores más interesantes?”.

¿Qué enseñanzas y cambios positivos, a nivel personal y como sociedad, espera que nos deje esta crisis?

El sistema de vida actual tiene graves rajaduras que ya notábamos antes pero, con una situación así, se han acelerado. El tiempo que vivimos en cuarentena nos puede ayudar mucho, a nivel personal, a revisar nuestra vida. ¿Cuáles son las cosas esenciales que nos pueden ayudar a vivir sin necesidad de tanto enredo? ¿Cómo podemos hacer de la normalidad que existía una nueva renovada en valores más interesantes, elementales y no superfluos? Creo que después de esta crisis vamos a darnos cuenta de que habíamos perdido algunos valores. La forma de vivir que tenemos es muy acelerada. Como dice el papa: “Vivíamos en un mundo enfermo y creíamos que no nos íbamos a enfermar”. Ahora está la muestra de que sí estamos enfermos con el mundo enfermo. Es necesario que ayudemos a sanar al mundo y también a nosotros.

A nivel de Iglesia, uno de los cambios más llamativos fue no darse “la paz” durante la misa. ¿Qué otros deberían impulsarse en la Iglesia católica en este contexto?

Con el aislamiento social, hemos preferido usar los medios de comunicación para que no haya aglomeraciones. Las celebraciones no tienen que ser de la misma manera siempre, porque las situaciones cambian. La palabra de la consagración y la escucha de la Palabra de Dios, que son las centrales, se pueden hacer con un altar o una mesa, depende de la situación. Pueden haber todos los cambios necesarios para poder vivir intensa y verdaderamente la fe, sin necesidad de que estemos pegados a las cosas que a veces consideramos fundamentales, pero no lo son.

La única manera de mantener la tradición del esfuerzo cristiano es estar espiritualmente cercanos a las familias. Hoy, la distancia es un acto de solidaridad”.

Una de las costumbres más multitudinarias en Lima era visitar las siete iglesias. En esta cuarentena, ¿de qué manera podemos vivir la Semana Santa?

Una tarea muy importante hoy día es visitar nuestras historias personales en donde ha estado presente el Señor, quizás algunas que no hemos tenido oportunidad de conversar con nadie. El mundo acelerado nos ha convertido en personas sumamente distantes incluso entre la familia. En esta Semana Santa, tenemos que visitar nuestras vidas con amistad para entendernos, comprendernos y apreciarnos.

En la Semana Santa del 2019, usted decidió hacer el lavado de pies a mujeres que habían sufrido violencia de género y migrantes. Este año, ¿tiene algún gesto o mensaje planeado para personas que, por distintos motivos, se encuentren en una situación de vulnerabilidad?

Oficialmente se ha suspendido el lavado de pies a nivel mundial, porque estamos evitando el contacto y también con la finalidad de que la misa sea más corta. Probablemente, haremos un pequeño gesto de oración de rodillas ante unos asientos vacíos en donde estarán todas las personas que han muerto en cada uno de los países para pedir por ellas.

La forma de vivir que tenemos es muy acelerada. Es necesario que ayudemos a sanar al mundo y también a nosotros”.

Por último, ¿qué mensaje le daría al pueblo católico peruano en este complicado momento?

Quisiera pedirle a toda la gente que nos pongamos a hacer una reflexión profunda. No hagamos las cosas por costumbre, sino por amor. Lo adecuado, lo justo en este caso es quedarse en casa. Hagamos ese pequeño gesto de recogimiento.

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