"Está claro que el enfoque de género considera la libertad"
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Graciela Tonón
Miembro del Consejo Consultivo del Instituto de Desarrollo Humano de América Latina
Texto:
Julio HuamánFotografía:
Tatiana Gamarra
¿Qué cualidades se requieren para estudiar el desarrollo humano en América Latina?
A mí me parece que lo primero y más importante para los profesionales que se dedican al desarrollo humano, ya sea como investigadores, docentes o que están en la actividad cotidiana o en el circuito de generación de políticas públicas, es tener en claro que el desarrollo no es una cuestión solamente de economía, como tradicionalmente ha sido visto, sino que es una cuestión de personas. Entonces, lo más importantes es respetar al individuo, sus libertades, sus diferentes características. Comprender al otro y comprometerse con el otro es una actitud de vida más que de conocimientos teóricos.
¿Qué capacidades caracterizan el desarrollo humano en esta área del mundo?
Qué difícil responder eso. No se han producido tantos textos en ese sentido ya que hay más producción sobre mediciones y números que sobre cualidades. Los debates son más de corte estadístico. Un tema que me llama mucho la atención y que es un componente para el desarrollo de las naciones es la posibilidad de la construcción de amistad que tenemos los latinoamericanos, lo cual implica un compromiso, una solidaridad. Tengo un capítulo escrito acerca de la amistad como un elemento en la consolidación de las naciones positivas, que quieren que los ciudadanos vivan bien.
Con respecto al enfoque de género en el currículo escolar peruano, ¿qué agregado le da al desarrollo estudiantil durante la niñez?
Está claro que el enfoque de género considera la libertad en principio. En la medida en que uno tiene una infancia donde es respetado en todas las dimensiones, por supuesto que va a generar un adultez diferente; a diferencia de si uno es juzgado o sectorizado porque es mujer o miembro de un grupo originario. Al mundo al que tendríamos que apuntar es a uno de este tipo, donde todos seamos respetados en nuestras distintas voluntades. Yo sé que va a costar unos cuantos años poder lograr eso, pero a mí una cosa que me hace sentir bien en lo personal es la relación que se da dentro de, por ejemplo, una universidad entre chicas y chicos. Ya no noto diferencias, inclusive cuando hacemos investigaciones.
Usted ha desarrollado el tema de violencia infantil también.
Esa ha sido una de las primeras cosas a las que me dediqué en mi vida. Antes que ser doctora en ciencias políticas soy trabajadora social, ese fue mi primer amor. Los años que trabajé en esa profesión –que fueron 25– en simultáneo con la academia, me dediqué particularmente a la niñez desde distintos puntos de vista, pero siempre en estado de vulnerabilidad. Trabajé el tema de la infancia desde distintas instituciones gubernamentales y laboré más que nada en la calle, con niños abandonados y maltratados en una época donde esto no era visible. Así fui llegando al desarrollo humano: no desde una mirada teórica, sino desde ver lo que le pasaba a la gente y el sufrimiento de las personas.
¿Este sufrimiento fue el nexo entre distintos temas?
Sí. En aquella época, la década del 80, algunas cosas no se llamaban como ahora. Cuando empecé a trabajar con niños en estado de vulnerabilidad ni siquiera existía la Comisión Internacional de los Derechos del Niño. Era un mundo totalmente distinto. Hemos avanzado bastante en positivo. A mí me gustó mucho estudiar, pero el trabajo profesional como trabajadora social es fundamentalmente en la calle, tal cual como se presenta la realidad cotidiana. Siempre la realidad supera todo lo que tengamos escrito.
¿Cómo se puede demostrar que la niñez también es parte del desarrollo humano?
Yo creo que hay muchos intentos en distintos lugares del planeta de hacerlo visible. Cada vez hay más redes de investigación mostrando resultados. Uno de los autores estudiados es Amartya Sen, quien tiene un texto muy famoso: Invertir en la infancia. Él no se ha dedicado a trabajar con niños, pero de alguna manera dijo: «Ojo, también están ellos». Creo que, en principio, hay que erradicar el castigo y todas las formas de violencia de la vida de los menores. Profesionalmente, siempre me tocó trabajar con el maltrato intrafamiliar, tratando de generar modelos de crianza que no incluyan este mal como pauta de vida. Se hacen muchos esfuerzos. No alcanzan, por supuesto, pero el hecho de que podamos hablar del tema ya es un logro. No lo hubiéramos podido hacer hace tres o cuatro décadas.
¿Este tema es más fuerte en América Latina?
No creo, cada cultura tiene sus expresiones particulares. Lo que sí veo es que en nuestra región hay muchos esfuerzos por tratar de resolverlo, hay muchos colegas que dedican su vida a trabajar en la prevención y con las escuelas. América Latina tiene grandes potencialidades para salir adelante. Hay un compromiso y sentimiento diferente de relacionamiento con el otro y de conmoverse cuando al otro le pasa algo. Los latinoamericanos tenemos bastante a flor de piel la solidaridad, la empatía, el comunicarnos con el otro.
Esto se observa con la migración venezolana y la acogida de los países.
Sí, claro. Hay una solidaridad natural, no hay que programarla. Espontáneamente, la gente tiende a ayudar al otro, eso es un valor increíble en un mundo que no es solidario desde las estructuras, pero sí desde las relaciones con las personas. Por eso, mi preocupación siempre es el hecho de que el otro es una persona, no un objeto. Personas iguales que nosotros, solo que cumplimos roles diferentes.
En Latinoamérica, la corrupción es un mal común. ¿Cómo influye esto en el desarrollo humano?
Sen también habla de eso. No lo desarrolla en detalle, pero una de las libertades fundamentales que plantea tienen las personas es la garantía de transparencia, que tiene que ver precisamente con evitar la corrupción. Si bien no se dedica a hacer una teoría de la corrupción, explica que todos tenemos derecho a saber lo que pasa. Así de simple y así de complicado, porque es casi una utopía saber lo que pasa en cualquier lugar del planeta. Claramente, la corrupción es algo que va deteriorando por debajo. Al principio no se ve pero, a largo plazo, nos genera tantos problemas como los que tenemos.
¿Y cómo afecta a los ciudadanos de a pie?
Afecta lo que es la vida cotidiana. Además, la corrupción no la tenemos que pensar solamente en términos de lo macro, también podemos hablar de la corrupción en términos de lo micro. En una relación personal cara a cara, donde alguien engaña al otro de distintas manera. Si uno retrocede un poco, también tiene que ver con estos modelos de crianza. Si yo a mis hijos les enseño honestidad, no tendrían por qué generar un acto de corrupción, salvo que les pase algo en el camino y cambien de opinión. Es algo a trabajar desde la primera infancia para después tener una sociedad diferente.
¿Para qué nos visitó?
Ceremonia de apertura del curso de capacitación[:en]Evento: Desarrollo humano, empoderamiento y género: enfoques y aplicaciones
Organizadores: Instituto de Desarrollo Humano de América Latina
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