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El ébola y el derecho de prevención ante el riesgo de un desastre sanitario

El problema central no se encuentra en la enfermedad o su expansión, sino en la capacidad de la población de prevenirla

El ébola es una enfermedad viral que se presenta como fiebre hemorrágica, cuyo origen se encuentra en ambientes de países africanos y, a la fecha, no tiene cura. Como el ébola hay otras enfermedades no conocidas en lugares como nuestra Amazonía, el trópico africano o el trópico asiático. En general, son enfermedades que se desarrollan en un ambiente determinado, producidas por virus, bacterias, hongos o ácaros que habitan o se transmiten en ese ambiente. Su peligro se presenta cuando, por causas aún no explicadas (por intervención directa humana o por el cambio climático), se expanden a otros ambientes. Este es el caso del ébola, hoy convertido en una amenaza de pandemia por su fácil contagio y la inexistencia de inmunidad en la población de los distintos espacios geográficos donde se ha expandido.

Sin embargo, el problema central no se encuentra en la enfermedad o su expansión, sino en la capacidad de la población de prevenirla. ¿Cuántos de los seres humanos potenciales contagiados estamos preparados para evitar o controlar su contagio y prever su efecto letal en la salud pública? ¿Cuánto de nosotros estamos en la capacidad de ejercitar un derecho de prevención basado en la gestión social del riesgo de desastre sanitario?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado que el virus del ébola se expandiría en 10,000 personas cada semana a partir de diciembre del presente año (diario La República del 15 de octubre de 2014, páginas 2 y 3). Aunque en los últimos días, la misma institución ha difundido la buena noticia de que el virus está siendo controlado en los países africanos (web visitada el 21 de octubre de 2014). En su turno, la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha propuesto un plan de emergencia a escala mundial para el que ha creado fondos de ayuda que, a la fecha, lamentablemente no han tenido la adhesión financiera de los países con mayores ingresos (solo 100,000 dólares de 20 millones previstos en un fondo, y 377 millones de los 988 millones solicitados para otro fondo, es el monto recibido según noticias al 18 de octubre de 2014, diario El Comercio, página A6).

Pero, el problema central frente a riesgos como el ébola nuevamente no es solo de falta de dinero y de catastróficas alertas. El problema central es de falta de concientización en la población sobre las causas y los efectos de la enfermedad; esto es falta de prevención social.

En términos metafóricos cabe comparar la amenaza de pandemia del ébola con la amenaza de un terremoto. El ambiente, territorio o lugar por donde se expanda el ébola será como un terremoto en pérdidas humanas. Aunque no haya destrucción de la infraestructura, los heridos y las muertes serían masivos. El derecho a la vida, como cualquier otro derecho, resultan limitados por los hechos de la enfermedad ¿Cuántos estamos preparados para evitarla y controlar sus efectos? En un momento de expansión de la enfermedad no bastarán los recursos profesionales médicos, los hospitales ni los millonarios gastos para la fabricación o adquisición de instrumentos para la atención de los posibles contagiados. La clave es prevenir el desastre sanitario en la población, sin dejar de acudir a estrategias globales y gubernamentales.

¿Cómo prevenir el ébola en países como el Perú? Dos palabras sencillas conducen por una respuesta: organización y capacitación. Sin embargo, lo difícil es materializar dichos conceptos en la población. Es difícil particularmente trabajar estos conceptos en la población urbana donde las desigualdades económicas son extremas y los intereses individuales se constituyen en paradigmas exclusivas. Pero si la población se organiza, bajo el modelo de asociación, comunidad u otro semejante, por barrios, distritos, provincias y regiones, y, a su vez, se informa conscientemente a través de talleres, cursos, conferencias o seminarios en escuelas o universidades y con el uso de los medios de comunicación, puede responder preventivamente a la amenaza. Así la enfermedad llegare a nuestro país o a una región determinada, habrá la probabilidad de contener su expansión si la población asume seriamente el derecho preventivo para evitarla o controlarla.

Tras el terremoto de Pisco de 2007, como ocurrió en otros terremotos anteriores y posteriores, se tomó conocimiento de la ausencia de planes y acciones de prevención. El ébola nos está avisando con anticipación qué hacer. Este aviso previo es una gran ventaja respecto a los terremotos. Entonces es urgente la obligación de planeamiento y acción de nuestras autoridades nacionales, regionales y locales. Pero también es urgente la reacción de la población en general: es la oportunidad para que profesionales, trabajadores y ciudadanos en general comprendamos que es indispensable que compartamos como un gran derecho la facultad de organizarnos y capacitarnos para enfrentar el ébola, y cualquier otro riesgo de desastre.

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