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Desastres y gobernanza

  • Fernando Bravo
    Sociólogo, Magíster en Desarrollo Ambiental y docente TPA del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP

Con el propósito de sentar las bases de integración entre las ciencias sociales, naturales y humanas, en respuesta al cambio ambiental global, entre el 2 y el 5 de agosto se realizó, en Cuzco, el Foro Internacional de Ciencias Sociales: diálogos interdisciplinarios sobre el cambio climático, desastres y gobernanza, que reunió a una diversidad de académicos, docentes y estudiantes, quienes compartieron experiencias, aproximaciones teóricas, estudios de caso, y propuestas en materia climática y de desastres.

Coorganizado por la Universidad de Zurich, la Universidad Nacional San Antonio de Abad del Cuzco y el INTE-PUCP, el foro permitió acusar un saludable interés para fortalecer las conexiones entre las ciencias naturales y sociales en la empresa común de lograr estudios relevantes sobre el cambio climático y sus efectos. Las presentaciones apostaron por respuestas integrales, teóricamente bien revestidas, pero sobre todo sensibles al conocimiento local, y a la experiencia de las comunidades andinas y amazónicas, las que ya vienen padeciendo trastornos climáticos.

Un aspecto destacable fue la presencia de jóvenes participantes, quienes inyectaron no solo un toque de frescura a los debates suscitados en las mesas de trabajo, sino también la garantía de que la generación de recambio en los estudios climáticos, desde una perspectiva transdisciplinaria, estaría asegurándose.

De igual modo, el evento permitió advertir que, desde las provincias del Perú, existe inquietud por los trastornos ambientales, como se comprobó en la salida a campo que se organizó hacia la comunidad de San Isidro de Chicón, Urubamba, impactada por la decreciente cuota de agua que les entrega el apu del mismo nombre, en acelerado proceso de desglaciación.

En cuanto a la contribución de las ciencias sociales en materia climática y desastres, los participantes coincidieron en que se deben recomponer algunos paradigmas dominantes, adoptar estándares de calidad en su producción académica, y hacer que sus propuestas de política pública sean pertinentes y ajustadas a las necesidades de las poblaciones. También se demandó precaución para evitar posiciones catastrofistas o negacionistas sobre los impactos climáticos.

En los especialistas de las ciencias naturales, se observó una actitud bastante abierta para incorporar las dimensiones sociales y culturales en la medida que el cambio ambiental global es un hecho social y político. Esto es bastante auspicioso porque, como decía la Unesco en su Informe Mundial sobre Ciencias Sociales del 2013, aún “muchos profesionales de las ciencias físicas, naturales o de la ingeniería siguen sin percatarse de la importancia de las contribuciones de las ciencias sociales a la solución de problemas del mundo real”, entre ellos, claro, el del cambio climático.

Por último, desde la ciencia, es preciso llamar la atención a los políticos, autoridades y gestores públicos sobre estos temas, pues, por ejemplo, han transcurrido algunos meses desde los desastres de El Niño costero y aún subsisten poblaciones damnificadas e infraestructura básica no recuperada, mientras que, en el parlamento, una ley marco del cambio climático sigue encarpetada. Queda una gran trecho por delante si queremos hacer que el cambio climático se convierta en una causa popular.

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