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De álbumes y héroes

  • Alex Huerta-Mercado
    Docente del Departamento de Ciencias Sociales

El espíritu sigue siendo el mismo: poseer, organizar, buscar compartimentos, narrar una historia.

Antes del siglo XVIII eran comunes los gabinetes o cajas de maravillas que guardaban colecciones de viajeros almacenados por su unicidad y originalidad más que por criterio científico. No era extraño entonces que se encontraran, en espacios sumamente hacinados, huesos de supuestas criaturas prehistóricas, fetos de animales deformes, supuesta sangre de dragón, minerales nunca vistos, piezas de culturas remotas, aves exóticas disecadas. Los gabinetes dieron paso a los museos con un mayor rigor en cuanto a la forma de catalogar lo que en ellos había y con un afán por mostrar, a un público más amplio, lo maravilloso que podía ser el mundo sin necesidad de salir de la ciudad.

Quien daba un paseo por los patios escolares de Lima en la década de los setenta encontraría que el gabinete de las maravillas tenía forma de álbum de cromo, y que los niños de aquellas épocas de uniforme gris y reforma educativa intercambiaban figuritas o jugaban con ellas en una suerte de mercado local.  Un primer título importante tenía nombre enciclopédico Lo sé todo y la carátula del álbum tenía el logo de la omnipresente editorial Navarrete, además de un gracioso gato siamés.  El gato parecía ser el que sabía todo y era un álbum educativo de ciencias naturales. Sin embargo, el salto luego fue hacia personajes e historias de dibujos animados del muy productivo dúo Hannah y Barbera.

La ley de los cromos era exactamente la ley del mercado y, paulatinamente, los intereses iban adaptándose: Copa Mundial de Fútbol y toda su iconografía estirada como chicle.  Podíamos ver al ícono del mundial Argentina 78, el Gauchito, practicando todos los deportes en sendos cromos. Las fotos de los mundialistas peruanos con sus caricaturas. Cuando no había mundial, aparecían álbumes de los equipos de fútbol del siempre fiel campeonato descentralizado y quiosqueros que no vendían en sobre las figuritas, sino sueltas.

La experiencia siempre con goma, con los dedos, pegando mal, con grumos, muchas veces no coincidía con el marco de la foto, siempre una obra de arte.

Desde España 82, esto ha cambiado y los cromos pueden ser autoadhesivos, platinados, perfectos, no se puede pedir más, ni a los nostálgicos.  El espíritu sigue siendo el mismo como sigue siendo el mismo el del coleccionista de gabinete, de museo, de álbum de Navarrete, de Panini: poseer, organizar, buscar compartimentos, narrar una historia a sí mismo, entender que, por ejemplo, el fútbol es un drama y que no termina ni comienza en la cancha, sino que, como todo drama, tiene actores con rostro y mirada a la nada o a nosotros.

En tiempos en que un diario como El Gráfico deja de circular en Argentina y muchos periódicos son condenados al cementerio del papel frente al avance digital, llama la atención ver que Panini anuncia no solo su clásico álbum sino que también le añade una versión de colección de tapa dura. Es la reconquista del papel. Ahí estarán como siempre, antes de ser convocados oficialmente, los jugadores esperando a ser intercambiados, comprados, pegados, coleccionados.  Ahí estarán los retratos y las figuras horizontales de los equipos, estarán las insignias de las federaciones nacionales.  Ahí, pues, estará más de una generación unida por la posibilidad de poseer un pedazo real de la historia, realidad que el papel engomado en el tacto puede representar mejor que las mismísimas pantallas del internet.

Etiquetas:
Álbum
Panini

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