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"La muerte de los 43 chicos de Ayotzinapa despertó a toda la sociedad mexicana"

Hace unas semanas, nos visitaron los antropólogos Alejandro Agudo y Yerko Castro, investigadores de la Universidad Iberoamericana de México, que vinieron invitados por el Laboratorio de Criminología Social y Estudios sobre la Violencia de la PUCP. Durante su estadía, realizaron un taller interno con los investigadores del laboratorio y participaron en un conversatorio académico sobre la ley y la seguridad desde el contexto mexicano. Aprovechamos su presencia para dialogar sobre el contexto de violencia en México, el crimen organizado y las migraciones.

  • Alejandro Agudo y Yerko Castro
    Investigadores del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana de México.
  • Texto:
    Luis Yáñez
  • Fotografía:
    Roberto Rojas

¿Cuál es el aporte de la antropología para el análisis del crimen y de la violencia?

Alejandro Agudo (AA): Para mí, el más importante es su capacidad de aportar respuestas y análisis complejos frente a estos problemas. Los expertos que se basan en modelos prediseñados tienden a explicarlo todo de manera simple: “La violencia aumentó porque aumentó la pobreza” y punto. Pero ¿qué explica la violencia cotidiana? Necesitamos mayor profundidad y riqueza de información para realmente comprender lo que está ocurriendo. Para eso, empleamos el método etnográfico, que es una investigación científica rigurosa que nos permite ver la diversidad de factores causales de la violencia.

Yerko Castro (YC): Coincido en lo que dice Alejandro. En América Latina hay un auge de las lecturas sociométricas y económicas de la sociedad (que no son sociológicas ni de economía política). En México estamos llenos de estudios acerca de lo que sienten los mexicanos sobre su identidad nacional, de lo que piensan de la felicidad y de un montón de temas que etiquetan y universalizan al mexicano como si fuera un sujeto homogéneo. En lugar de estas grandes narraciones grandilocuentes sobre la sociedad y la cultura, habría que escuchar que nos está diciendo la sociedad. Y creo que la antropología, la etnografía y la sociología crítica se acercan más al habitante de a pie.

El presidente de México, Enrique Peña Nieto, aseguró que la tasa de homicidios vinculados al crimen organizado bajó en un 54% el año pasado, en comparación con el 2012. ¿Confían en las estadísticas oficiales?

YC: ¡Absolutamente no! Las estadísticas prueban lo que quieren probar y sirven cada vez más como un recurso político. No estoy diciendo que haya que desecharlas, pero hay que poner mucha atención a ese tipo de discurso. En el caso de nuestro país, tenemos que decirlo con todas sus letras: México está viviendo una crisis radical de lo político, una crisis de época y esto lo dicen los artistas, los profesores y toda la gente que piensa en su país y le duele. Lo que está tratando de hacer el gobierno es mostrar un país que sí avanza y sí funciona, cuando todos nosotros sabemos que estamos avanzando hacia un abismo sin vuelta.

AA: Las estadísticas pueden ser interesantes para ver qué se quiere resaltar en una sociedad y qué no. Durante el periodo de la violencia 2006-2012 en México, las estadísticas oficiales no distinguían entre niños y adultos asesinados, lo que te indica qué se valora y qué no. Al margen de eso, esa lucha por las cifras, cómo se resaltan o se les resta importancia según sea el contexto político es algo muy marcado. Hemos asistido hace poco a un baile de cifras indignante para las familias de los asesinados y los desaparecidos en México. «Ah que bien, ya no son once mil, son solo seis mil». Pues los familiares de los secuestrados te dirán «¿Y a mí qué diablos me importa?» La cuestión de las cifras, tanto en términos de interpretación y usos, puede ser muy problemática.

Yerko, tú has trabajado directamente con migrantes mexicanos en la frontera de California. ¿Cuál es el papel de la violencia en estos procesos migratorios?

YC: La violencia es constitutiva, central y continua en todo el proceso migratorio. Está presente desde el origen: la decisión de migrar parte de una precariedad existencial, de condiciones mínimas de infraestructura para trabajar en el campo o para vivir en la ciudad. Cuando viajan a EE.UU., lo que se observa son condiciones muy duras al momento de cruzar la frontera así como en los primeros años de existencia del otro lado. Hay una franja muy pequeña de población que logra una suerte de estabilidad y alcanza el sueño americano. La mayoría consigue trabajo en condiciones muy precarias, laborando de 12 a 15 horas diarias.

Como la gente necesita, busca y desea un trabajo por sobre todas las cosas, está dispuesta a aceptar literalmente cualquier cosa. Los empleadores norteamericanos se saltan procesos legales y contratan a menores de edad que viven en condiciones infrahumanas. Su situación laboral se asemeja mucho a la de un esclavo colonial, solo que no lo ves con grilletes. Y los mexicanos migrantes, a pasar de todo esto, hacen lo posible por allegarse a la seguridad.

En tu caso Alejandro, has trabajado en varias comunidades el tema de la violencia política y las transformaciones del Estado, sobre todo en Chiapas. ¿Cómo fue esa experiencia?

AA: Mi trabajo más temprano fue una investigación sobre las causas y los significados de la violencia extrema que se dio en el contexto de la paramilitarización del norte de Chiapas, donde encontramos a varios grupos armados que recibieron recursos por parte del gobierno priista para contener a los simpatizantes de la rebelión zapatista de 1994. Esto dio lugar a una violencia inusitada en otra parte de Chiapas físicamente alejada del foco del levantamiento zapatista.

Para entender este comportamiento, hay que partir de la reforma agraria revolucionaria de la primera mitad del siglo XX y ver los conflictos que se dieron al interior de comunidades y familias por la disputa de la tierra y otros recursos básicos. El zapatismo y el paramilitarismo  se volvieron opciones políticas disponibles para aquellos que ya tenían conflictos por otras razones desde hacía muchísimo tiempo.

Unos siete o diez años después regresé a estas comunidades para ver los procesos que estaban teniendo lugar en ellas como resultado de la instrumentalización de nuevas políticas destinadas al combate a la pobreza. Y curiosamente, esas historias previas de conflicto y violencia marcaban de diversas formas la recepción de estos programas de desarrollo.

Sobre la matanza de los 43 estudiantes normalistas: Desde afuera, este hecho conmocionó al mundo por la crueldad con la que se realizó. Pero desde adentro, ¿cómo fue el impacto entre los mexicanos?

YC: Este caso no nos habla de una tendencia natural del mexicano por la violencia, sino que nos muestra que gente común y silvestre puede tener la potencialidad de cometer estos actos bestiales. Y eso es lo más terrible de analizar. La muerte de los 43 chicos de Ayotzinapa despertó a toda la sociedad mexicana. Gente que no hubieras pensado que lo haría salió a las calles a manifestar su descontento con lo que está pasando, no acusando solo al gobierno sino criticando todo el orden social mexicano. Quiero sentir que este es un momento episódico dentro de la historia de México, que es un momento que debe de pasar y va a pasar.

AA: Para mí lo interesante del caso es que ahora empezaron a tomar relevancia y visibilidad casos que habían pasado relativamente desapercibidos y que también son brutales. Por ejemplo, el 2011 la ciudad Allende del estado de Coahuila fue borrado del mapa por hombres armados que secuestraron alrededor de 300 personas y que destruyeron con bulldozers el pueblo. Hasta el año pasado no había ni una causa abierta ni un sospechoso ni un juicio. Ahora se empieza a hablar de todos los “Ayotzinapas” que ha habido en el país no solo en el siglo XXI sino desde antes. Quizá yo sea menos optimista que Yerko en términos de que esto va a pasar, quizá habrá cierto atenuamiento. Lo que me alarma es este proceso sostenido de represión, de creación de regímenes de terror, que sirven para la dominación de una población civil aterrorizada. Ojalá haya más indignación popular y que todos tengamos la oportunidad de participar en ella.

El Perfil

Nombre: Alejandro Agudo y Yerko Castro

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