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"Casi todos en el Perú tenemos ancestros indígenas que nos hemos visto obligados a sepultar"

Una fiesta para todas las sangres. Del 9 al 13 de mayo en Estudios Generales Letras se organiza la Semana de la Diversidad Cultural, dedicada al centenario de José María Arguedas. Sobre el proyecto arguediano, su vigencia y alcances en el Perú actual, conversamos con Gonzalo Portocarrero, quien abordará junto a otros panelistas el conflicto entre lo criollo y lo indígena en la narrativa del novelista andahuaylino.

Usted afirma que el proyecto arguediano está vigente, más ahora que en años anteriores. ¿Por qué?

Por que el proyecto arguediano se formula como una crítica a lo que sería el proyecto de la República criolla. El mundo criollo definió al Perú como una nación occidental y cristiana, donde había un proceso de mestizaje que indicaba la fusión entre la cultura occidental con el pueblo, pero entendido como ideología indígena. En realidad, este proyecto criollo le daba la espalda a todo lo que tuviera que ver con lo andino y lo juzgaba inferior, como algo que no tenía futuro para el país. Frente a esta perspectiva, Arguedas pensaba que era posible entender el Perú de otra manera, como un país más complejo donde hay un espacio importante para esta raíz que sería lo andino. Entonces, este proyecto de un Perú más múltiple, en contra de la homogeneización criolla, es vigente. Arguedas fue, hasta cierto punto, un héroe cultural, un personaje que intuyó esta posibilidad y que trabajó para viabilizarla.

También ha escrito que el planteamiento arguediano «busca una forma de ser modernos desde nuestra propia historia»… ¿De qué manera?

Arguedas pensaba que el futuro no es algo escrito sino abierto y que depende mucho de lo que hagamos en nuestros días, en el presente. Él creía que había suficiente vitalidad en la cultura andina para que esta no desapareciera en el choque con Occidente. Y los que estaban llamados a hacerlo eran, por supuesto, los migrantes y sus hijos, en la medida en que también pudieran influir sobre el resto de la sociedad urbana. Él llega a esta conclusión luego de asistir a los coliseos y a las fiestas patronales y darse cuenta de que, en contra de lo que preveía, la gente no abandonaba sus costumbres, su música, su religiosidad, sino que las reafirmaba cambiándolas. Replantea la posición pesimista de pensar que esta cultura estaba llamada a desaparecer. Creo que en gran medida lo que sucede en el Perú de hoy está bastante en la línea de esta apuesta, es decir, que tenemos una cultura popular donde la influencia del Ande es muy fuerte, pero tampoco es una influencia única. Las superposiciones de lo criollo y lo indígena caracterizan al Perú de hoy.

Enfatiza que los jóvenes deberían ser los principales herederos de la obra de Arguedas. ¿Cree que esto sucede en nuestro campus?

Lo que sucede es que la cultura andina se asocia a lo servil y no tendría lugar en la Modernidad. Pero esa es una visión que responde a una actitud colonizada y que reprime parte de nuestra identidad, en función de un Occidente idealizado con el cual uno busca sobreidentificarse. La Universidad Católica tiene muy presente también este mandato a ser moderno, a ser actual. Creo que a pesar de esta tendencia hay también espacios de reafirmación y uno de ellos es el CEMDUC. Uno se queda sorprendido realmente al ver la cantidad de jóvenes que participan en los conjuntos de música vernacular de nuestra Universidad. Son tantos como los que participan en Andanzas. Se ve que por encima de los prejuicios que rodean a lo andino hay un gusto por reafirmar esta tradición, a través de la música.

Si Arguedas viviera, ¿qué encontraría en nuestra sociedad respecto a sus ideales de comunidad y de no jerarquización?

Arguedas estuvo en contra de un tipo de jerarquización que no se base en el mérito ni en el esfuerzo, sino en un prejuicio y una imposición colonial. Me imagino que diría que el Perú ha avanzado mucho en su camino a una afirmación nacional, a lograr un sentimiento de conciudadanía. Aún hay mucho que caminar, estamos entre la arrogancia de uno y los resentimientos del otro. En esta situación es muy difícil que haya un diálogo, una perspectiva de armonía. Estamos atenazados por el pasado. El proyecto arguediano, más bien, nos liberaría de ese pasado colonial.

Llamaron mucho la atención algunos comentarios racistas en Facebook, a raíz de los resultados de las elecciones. ¿Esto confirma que urge difundir el proyecto arguediano en la juventud?

Texto: Cristhian Salas

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