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Carlos Garatea: "Aunque estamos jodidos, el Perú puede ser un país sostenible"

foto del rector pucp carlos garatea en la inauguración de Perú Sostenible
  • Dr. Carlos Garatea Grau
    Rector de la PUCP

*Discurso pronunciado en la inauguración de Perú Sostenible, el martes 6 de septiembre de 2022, en NOS PUCP.

Aunque parezca inoportuno, va por delante la pregunta más famosa de nuestra vida republicana: «¿En qué momento se jodió el Perú?». Esta pregunta y yo tenemos casi la misma edad, hemos pasado medio siglo, y aquí estamos: ella más vigente que nunca y yo embarcado en esta bienvenida a Perú Sostenible. Lo señalo para decir, perdonen la crudeza: aunque estamos jodidos, el Perú puede ser un país sostenible. Parece contradictorio, pero no es así. Lo que tenemos es una extensa lista de deudas y olvidos que convivieron con elogios y virtudes en un simulado equilibrio que ha saltado por los aires. Trataré de explicarme, aunque el tema merece un seminario.

La informalidad no se reduce a una dimensión económica sino que ha llegado a constituir una manera de actuar, de vincularse socialmente, de cumplir la ley, y es ahora una forma de gobernar y legislar".

Pensemos en la informalidad. Coincidirán conmigo en que esta no se reduce a una dimensión económica sino que ha llegado a constituir una manera de actuar, de vincularse socialmente, de cumplir la ley, y es ahora una forma de gobernar y legislar. ¿Recuerdan a Manolo, el personaje interpretado por Chuiman hace cuarenta años? Recuerdan: «‘¿Quién soy yo?’ -‘Papá’, respondía Machucao – ‘¿Con quién estás?’ – ‘Con papá’. – ‘Entonce pe´ cuñao’, concluía Manolo. Cuarenta años después, tenemos Manolos ‘como cancha’. La viveza, la mentira, la hipocresía, el abuso, la estafa, el cinismo han invadido todos los órdenes de la vida social y se han hecho evidentes en muchos que deben conducir al país en el ámbito público o privado. Del sano e ingenuo humor hemos alcanzado un inaceptable nivel de corrupción, de descalabro general y de pérdida de institucionalidad que nos obliga a levantar la voz para defender el derecho de la juventud a tener un país mejor, inclusivo, sano. La picardía de Manolo es hoy una lejana huella en el camino que nos trajo a la crisis actual. Pienso, por ello, en nuestra responsabilidad ante los miles de muchachos que deciden irse del país porque no ven aquí una luz de esperanza y en los millones de niños que no reciben una buena formación escolar o en los pequeñitos que mueren de anemia en brazos de sus padres. Pienso, además, en la ausencia de ideas serias y en el modo en que se imponen microintereses sobre preocupaciones nacionales.

Hemos alcanzado un inaceptable nivel de corrupción, de descalabro general y de pérdida de institucionalidad que nos obliga a levantar la voz para defender el derecho de la juventud a tener un país mejor, inclusivo, sano".

Por lo pronto, seamos conscientes de que abundan mensajes y hechos que inyectan hartazgo y desánimo en quienes deberían primar la creatividad y las ganas de innovar y de vivir. Destaco un ramillete: tuvimos 200,000 muertos durante la pandemia; el año pasado denunciaron 147 feminicidios, mientras que a julio del 2022 van 74 y 5,805 casos de violación sexual; 9,000 mineros informales destruyen los bosques amazónicos; 89 son los candidatos a gobernador con denuncias por corrupción; 3,246 son las obras paralizadas por robo, incompetencia o barreras burocráticas; cerca de un millón de escolares terminó el colegio después de dos años de recibir una educación irregular, pésima o mala; un congresista acusado por agresión sexual permaneció durante semanas en su curul; otro con una imputación por lavado de activo decidirá el presupuesto; de pronto aparecen US$ 20,000 en un baño; y, para terminar, hace una semana, un juez, en plena audiencia, le pide al abogado de una de las partes que se ponga saco y este, con aplastante seguridad, le responde que el pedido carece de base legal.

Estamos jodidos.

Nada de lo dicho favorece la sostenibilidad.

¡Qué duda cabe de que contamos con empresarios, trabajadores, funcionarios públicos y personas ejemplares, la mayoría anónima y silenciosa!".

¡Qué duda cabe de que contamos con empresarios, trabajadores, funcionarios públicos y personas ejemplares, la mayoría anónima y silenciosa! No me detengo en ellos por una razón: si ignoramos las grietas del suelo, será muy difícil que podamos levantar las columnas que necesitamos para construir el país que merecen heredar las próximas generaciones. Pero, obviamente, si no reconocemos a quienes hacen bien las cosas, el agobio y la pesadumbre nos llevarán de encuentro. Tal vez debamos empezar por algo sencillo, indiscutible, pero que, en ocasiones, parece difícil de poner en práctica y de hacer nuestras sus consecuencias: asumir, en este instante y bajo este techo, en medio de un descalabro general, que todo lo que hacemos o dejamos de hacer impacta en el futuro y en la vida de quienes no vemos, pero que recibirán el mundo que somos capaces de tener y en el que somos capaces de vivir. No es retórica, es el ciclo de la vida, el compás del tiempo.

Todo lo que hacemos o dejamos de hacer impacta en el futuro y en la vida de quienes no vemos, pero que recibirán el mundo que somos capaces de tener y en el que somos capaces de vivir".

Es urgente poner en el centro a la educación. Con rapidez la identificamos como piedra de toque en la construcción del futuro. Decirlo es un lugar común. Pero hay un abismo entre el discurso y lo que ocurre en la realidad. Todavía cuesta esfuerzo admitir, por ejemplo, que las universidades son agentes de desarrollo y que tenemos por delante un mundo que exige apertura, antes que estrecheces; cultura y razonamiento, antes que paporretas y formulismos; en suma, un mundo que nos obliga a plantearnos cómo enseñar luego de la COVID-19, cómo formar jóvenes en el cuidado del medio ambiente, y cómo despertar en ellos la solidaridad y la curiosidad intelectual si sabemos que pasan el día ensimismados en pantallas móviles y en un entorno inmediato y veloz. Piénselo un poco y verán el tamaño y la hondura del problema, y cuánto nos falta para entender a los jóvenes.

Tengamos presente que el desarrollo del conocimiento contribuye con el bienestar. Su relación ha sido demostrada mil veces".

Se equivoca quien persigue la varita mágica. El desafío nos obliga a actuar juntos: empresas, universidades, prensa, Estado, ciencia. Estoy convencido, por ejemplo, de que las universidades deben ser incluidas en la mirada amplia y de largo plazo que requerimos como sociedad. Tengamos presente que el desarrollo del conocimiento contribuye con el bienestar. Su relación ha sido demostrada mil veces. Creo, además, que debemos promover la interdisciplinariedad en la formación. Veamos: las respuestas más eficientes contra la COVID-19 fueron interdisciplinarias; lo son las respuestas al cambio climático, a la pobreza, como también lo son un respirador artificial, una exploración minera y, sin duda, la historia del Perú es un extendido acertijo interdisciplinario. Ir solo hacia profesiones estrechas, encerradas egoístamente, es ir a contracorriente de lo que espera el mundo, y es quitarle a la juventud las herramientas que necesita para adecuarse a los retos y cambios que nos tocan la puerta desde lugares insospechados. Recuerden lo que nos pasó con Wuhan: de tan lejos a tan cerca, sin moverse un milímetro.

Los políticos nos han robado la verdad. No dejemos que se apropien de ella ni que la perviertan".

Termino. Los políticos nos han robado la verdad. No dejemos que se apropien de ella ni que la perviertan. Estamos jodidos, pero el Perú es viable. Seguimos siendo una promesa. No la arruinemos. Hagámosla posibilidad. Trabajemos y celebremos juntos, con alegría y fe, que un futuro mejor es posible para todos.

¡Bienvenidos a NOS PUCP y éxitos a Perú Sostenible!

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Silvia Roxana Sotomarino

Alto y muy claro. Magnífico discurso pues concluye con un mensaje esperanzador.