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Bailes y bolas (Espectáculo en la campaña electoral)

El poder es espectáculo. Desde las Olimpiadas griegas hasta las orgías romanas y los ofrecimientos públicos de pan y circo. Emperadores, reyes, presidentes, dictadores, siempre han usado el espectáculo para conectar-para divertir, asombrar o cooptar-a las masas. Berlusconi, Gadafi, Chávez.

  • Paul Alonso

En el Perú, Fujimori institucionalizó el circo: la cooptación casi total de los medios masivos de comunicación, las impactantes imágenes de Abimael enrejado o el presidente caminando sobre los cuerpos de los muertos en la Embajada de Japón, el auge de figuras como Laura Bozzo y Magali Medina, el sitcom inagotable de los vladivideos. El gobierno de Toledo-nuestro Charlie Sheen del Melody-y sus escándalos de frivolidad. El imponente despliege escénico de García-ese Marlon Brando obeso-que recita populismo ilustrado. Desde el Baile del Chino (y su evolución alanista del teteo), ya no se puede tener éxito en política sin bailar torpemente en público. El proceso democrático sigue la lógica del reality show y los votantes (convertidos en audiencia) tienen que llenar una cédula (casi como mandar un mensaje de texto) para ver quién se queda en la Casa de Gisela o en el Gran Chongo o en Palacio de Gobierno.

Esta campaña electoral del 2011 es, sin duda, una confirmación de que en el Perú no se busca un líder, sino un entertainer. Y si el candidato no tiene el talento natural del performer, pues los medios se encargarán de inventarlo. Toledo y el circo de la peluquería toxicológica, Humala sosteniendo un rosario como si fuera un rifle, Keiko dándose piquitos con su gringo Mark y apelando a su api, Castañeda disfrazando su afeminada homofobia con su rubia ecuatoriana, y, por supuesto, las bolas de PPK. Una pena sinceramente que Bayly no haya estado para meter chacota en este derroche de símbolos y entretenimiento. Los medios han tomado claramente sus bandos: por ejemplo, El Comercio y Correo demonizan apocalípticamente al cuco (haciéndole un gran favor), mientras que La Primera jura que estamos ante una revolución inminente. Carlín es el mejor entrevistador del Perú. Y nosotros, los morbosos electores, tenemos varias opciones en horario estelar: queremos drama (Toledo), queremos telenovela (Keiko), queremos acción (Humala), queremos comedia erótica (PPK), queremos serie B (Castañeda). Y si tenemos suerte, hasta podemos verlos a todos juntos en un debate de ideas y saber que los momentos más memorables son como cuando el loco Noriega (ese pequeño candidato krausista) amenazó a sus adversarios con un chicote.

Como periodista, he seguido y entrevistado a casi todos los candidatos presidenciales. Más allá de una buena dosis de asco (siempre importante para emitir un voto responsable), me he divertido mucho. El año pasado cubría farándula y celebrities; este año, elecciones presidenciales. No hay gran diferencia, solo que el último es más entretenido. He tomado incacola con Keiko, le hemos pedido a Humala que sonría, me dormido hablando con PPK, le he preguntado a Castañeda si era gay. En las giras de campaña me he sumergido en el submundo de la propaganda política y el humor involuntario, he aspirado el hedor angurriento de las ansias de poder. Les he sonreído para luego escupirles frente a un teclado. Porque sus estrategias, marketing, y montajes representan algo de lo que más odio. Porque la estupidización ha vencido y, en estos tiempos de «progreso», ya ningún líder tiene nada que decir. Si creen que exagero o que sólo transmito un decadente escepticismo posmoderno, los invito a ver el debate final de candidatos este domingo. Ojalá alguien pueda sentirse inspirado, estimulado, cambiado o al menos excitado. Porque eso es lo que deberían hacer las ideas, las propuestas, los discursos políticos. Deberían hacernos pensar que podemos -aunque suene naive-formar parte de una sociedad más libre. No creo que suceda. Al menos, hasta que pase lo que vaticinó Eielson: «Un día los limeños se despertarán llorando y toda la ciudad desaparecerá en un mar de fango. La maravillosa Fundación de Lima tendrá lugar sólo entonces».

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