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"A Sofía lo que le importaba era actuar lo más intensa y honestamente posible"

  • Alfonso Santistevan
    Docente del Departamento de Artes Escénicas

"Cuando sientes que las palabras que has escrito ya no son tuyas, que la actriz se ha apropiado de ellas con una intensidad y una sensibilidad que ni siquiera imaginaste, entonces te das cuenta de que el teatro es y será el reino del actor y de la actriz".

Conocí a Sofía hace muchos años, cuando era una joven actriz del taller de Luis Felipe Ormeño en el grupo Teatro del Sol. Me impresionó su energía. Su voz ocupaba el espacio, lo tomaba; su cuerpo sostenía una tensión que parecía imposible. De inmediato, supe que no le sería fácil el camino: el gusto medio imperante entonces era el de un teatro que  reclamaba lo que llamábamos “naturalidad” y Sofía no encajaba en eso.

La vi hacer carrera a través de experiencias muy diversas: la podía ver en obras de grupos o instituciones de prestigio como en montajes semiclandestinos de alguien que comenzaba a dirigir. El papel podía ser grande o pequeño, complejo o simple, a ella lo que le importaba era actuar lo más intensa y honestamente posible. Nunca traicionó esa convicción absoluta con la que afrontaba la actuación.

He trabajado con Sofía compartiendo escena como actor varias veces, y dirigiéndola el año pasado en La Reunificación de las dos Coreas y en Pequeños héroes. Cada vez he constatado que esa energía que me impresionó la primera vez se mantenía igual, solo que había ganado con la experiencia una sutileza que solo la logran los que no se conforman, los que no se contentan con la “naturalidad” o lo que sea que impone el gusto medio.

Pero quizás la experiencia con la que quedo más agradecido con Sofía es la del autor que ve cómo su texto se encarna en una actriz. La primera vez fue en la versión de Medea, que escribí para la puesta de Gisela Cárdenas y, la segunda, el año pasado, en Pequeños héroes, obra que formó parte del proyecto Trilogía, que dirigí con Alberto Isola -ambas obras producidas por el CCPUCP-. Cuando sientes que las palabras que has escrito ya no son tuyas, que la actriz se ha apropiado de ellas con una intensidad y una sensibilidad que ni siquiera imaginaste, entonces te das cuenta de que el teatro es y será el reino del actor y de la actriz. Tu reino por siempre, querida, extraordinaria Sofía.

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