A 50 años de la tragedia del Estadio Nacional: ¿Cómo prevenir una desgracia similar?
Iba a ser un domingo deportivo como cualquier otro. Las selecciones sub 20 de Perú y Argentina jugaban un partido decisivo para la clasificación a las Olimpiadas de Tokio ’64. Ningún espectador imaginó que la tarde de ese 24 de mayo de 1964 iba a ser testigo de una desgracia que provocó la muerte de 328 personas.
Texto:
Luis YáñezFotografía:
Felix IngarucaFotografía:
Roberto Rojas
El Estadio Nacional de Lima estaba abarrotado por sus cuatro costados. Unos 47 197 asistentes fueron a alentar a una selección blanquirroja que tenía posibilidades de clasificar. El partido estuvo tan reñido que recién a los 18 minutos del segundo tiempo se rompió el cero con el gol del argentino Manfredi. Cuando las esperanzas parecían haberse esfumado, a diez minutos para el final de la contienda, Víctor “Kilo” Lobatón marcó el empate.
¿Qué pasó?
Pero la alegría duró poco para la afición local. El árbitro uruguayo Ángel Eduardo Pazos anuló el gol por considerarlo “una jugada peligrosa” y se inició el desbande. Dos aficionados coléricos (Víctor Vásquez, alias “el Negro Bomba” y Edilberto Cuenca) ingresaron a la cancha con el objetivo de agredir al juez y fueron reducidos por la Policía a punta de golpes y patadas. El árbitro Pazos terminó el partido cinco minutos antes y abandonó la cancha.
Todo esto provocó que el público se enardeciera aún más: de las tribunas caían botellas, piedras y sillas; la malla de seguridad de oriente y norte se rompió para invadir el campo de juego. Ante el caos reinante, la Policía soltó a sus perros y lanzó gases lacrimógenos hacia las tribunas populares, en un intento desesperado por contener a la turba.
Despavoridos, los hinchas de la tribuna norte corrieron hacia las salidas más cercanas, que se encontraban cerradas bajo llave. La avalancha humana producto de la estampida fue de tal magnitud que las puertas de metal se deformaron por la presión. El desorden del interior del estadio pasó a las calles: robos, saqueos, enfrentamientos y vehículos quemados pusieron en vilo el orden público durante varias horas.
La cifra oficial indica que esa tarde, 328 personas perdieron la vida. De acuerdo al informe del Hospital 2 de Mayo, el 90% de las víctimas murieron asfixiadas y el resto por diferentes tipos de traumatismo.
¿Por qué ocurrió?
“Esta tragedia se produjo por la ausencia de un adecuado sistema de evacuación y de un sistema de emergencia acorde con la capacidad humana del estadio en aquellos años”, reflexiona el Dr. Enrique Navarro Sologuren, docente de la Maestría en Gestión y Dirección de Empresas Constructoras e Inmobiliarias MDI de Centrum Católica y especialista en el sector construcción.
Para el abogado, esto ocurrió por un error de apreciación del comandante de la policía Jorge de Azambuja, quien ordenó cerrar las puertas y lanzar las bombas lacrimógenas. De Azambuja fue señalado como culpable de la tragedia y fue condenado a 30 meses de prisión, mientras que el “Negro Bomba” fue procesado solo por alteración del orden público.
“En un partido de fútbol se desbordan las pasiones y pueden presentarse situaciones riesgosas no controlables, como incendios, desplomes o vandalismo. En ese entonces no hubo un plan de respuesta que considerara una acción coordinada entre la policía, las fuerzas del orden, las brigadas de emergencia y las autoridades deportivas”, opina el Ing. Xavier Brioso Lescano, docente del Departamento de Ingeniería de la PUCP.
Licencia y fiscalización
Para tramitar una licencia de funcionamiento de un recinto deportivo, el propietario o administrador del local deben contar con el Certificado de Seguridad en Defensa Civil. Según el Reglamento de Inspecciones Técnicas de Seguridad en Defensa Civil (ITSDC, D.S. 066-2007-PCM), este tipo de locales requiere pasar por una inspección técnica de detalle, que consiste en una verificación ocular del cumplimiento de las normas de seguridad y en la evaluación de la documentación previamente presentada.
Uno de los requisitos es presentar un plan de seguridad o de contingencia aprobado, el cual debe estar firmado y sellado por el gerente general o administrador y el jefe de seguridad. Este plan debe incluir: planos de evacuación y señalización, conformación de comités de emergencia y de brigadas, capacidad del local, control de acceso al recinto deportivo, procedimiento de evacuación, sistemas de prevención, de alarma, de detección de incendios, de rescate, de atención de emergencias médicas, etc.
Obtener el certificado toma alrededor de seis meses y se debe renovar cada dos años. El local está sujeto a visitas de inspección o fiscalización una o dos veces al año por parte de la municipalidad correspondiente, con el fin de verificar las condiciones de seguridad del recinto. En caso se detecte que no se cumplen con las medidas preventivas, la autoridad procederá a la clausura temporal o definitiva del local.
Cultura de prevención
Para el Dr. Navarro, si bien estas normas buscan garantizar que el espectador se encuentre en un lugar seguro, algunos propietarios hacen caso omiso a las autoridades: “Muchas veces vemos que la Oficina de Fiscalización de alguna municipalidad o los inspectores de Defensa Civil cierran un establecimiento o van a advertir que es un lugar inseguro y nadie les hace caso, porque no tienen el poder coercitivo para hacerlo”. Además, considera que «la seguridad es un tema cultural y no le damos importancia hasta que se produce una tragedia. Si vas a una discoteca, lo que quieres es tomar un trago y bailar, no vas a buscar por donde te escapas. Las leyes pueden ser muy buenas y de avanzada, pero mientras la sociedad no las aplique, no sirven de nada”.
Para el Ing. Brioso, el uso masivo de cámaras de seguridad podría ser una medida favorable. Lima será sede de los Juegos Panamericanos 2019, la tercera competencia deportiva más importante del mundo, y se calcula que se invertirán US$ 712 millones de dólares en la construcción y remodelación de centros deportivos. “Será una oportunidad para que estos recintos cuenten con sistemas sofisticados de monitoreo y control, que permitan prevenir situaciones riesgosas, identificar a los culpables de actos vandálicos y disuadir a quienes piensen hacerlos”.
- Foto inicial: Portada del diario La Prensa al día siguiente de la tragedia. La cifra final llegó a 328 fallecidos. (Fuente: Arkiv Perú).
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