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Noticia

Los mecanismos internos de “Balo”

Recientemente homenajeado en el 4to Festival de la palabra PUCP, «Balo» siempre tuvo la certeza de que iba a ser escritor. Ahora, 48 años después de su primer poemario, ha descubierto que la perseverancia y la concisión son los ejes de su obra.

  • Texto:
    Oscar García
  • Fotografía:
    Fernando Criollo

Después de 48 años de carrera literaria, Abelardo “Balo” Sánchez León recuerda que la única certeza que ha tenido en su vida es la de ser escritor. Cuando era niño se caracterizaba por  su retraimiento y tartamudez, lo que lo motivó a observar más que a comunicarse. A veces, de una falencia surge una vocación. “La literatura es observar y escribir”, sentencia.

Posteriormente a esa primera certeza vinieron una serie de dudas. Iba a ser escritor, ¿pero cómo hacerlo? ¿de qué forma escribir un poema, una novela, una crónica periodística? En esa constante búsqueda de su voz, Sánchez León ha logrado tener distintos hallazgos. “La literatura es decir cosas que a ti te parecen importantes. Si no te incumben directamente, entonces no serán tan importantes cuando tú las dices”, menciona.

En 1969, Balo publicó su ópera prima, empezó a dar clases –las que continúa impartiendo en la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de nuestra Universidad- y se enamoró de su mujer Marcia. Fue parte de los colectivos literarios Estación reunida y Hora Zero, con los cuales compartía  la experiencia de la urbe limeña. Sus recorridos callejeros inundan sus primeras publicaciones, como Poemas y ventanas cerradas (1969) y Habitaciones contiguas (1972). Sin embargo, el tema de la familia y la relación entre padres e hijos –una de las temáticas constantes a lo largo de su obra- ya asomaba en su primer poema, El pequeño birgu.

Paralelamente, inició su trayectoria periodística en la revista Oiga. “Llevaba mi texto al corrector y él me preguntaba con o sin traducción”, recuerda. El joven Balo tenía ansias de decir todo lo que pensaba y abarcaba muchos temas en poco espacio. “Una columna es una idea, dos es exceso y tres ya es un caos”, fue otro hallazgo en su búsqueda de escritor. Esa capacidad de síntesis y economía del lenguaje es una enseñanza que tomó de la poesía.

El lado novelístico de Sánchez León se inició con Por la puerta Falsa, publicada en 1991. Los críticos consideraron que esta obra mostraba un fuerte vínculo entre la sociología y literatura. “Debe haber una influencia entre ambas ramas, que te ayuden a enriquecerte tanto como escritor y como sociólogo, pero no están estrechamente vinculadas”, comenta el autor.

Balo considera que nadie te enseña a cultivar el género novelístico. “Una vez le pregunté a Alfredo Bryce cómo se escribe una novela. Me contestó: sentado”. En ese autoaprendizaje halló que si uno encuentra el tono de la novela, luego esta fluye prácticamente sola. Además hay que cuidar a los personajes. “Ellos tienen autonomía y no se les debe usar para decir las ideas del autor, sino que expresen las suyas propias”, refiere.

Entre la publicación de un libro y otro, Abelardo Sánchez León deja pasar unos cuatros años. Para cumplir esos plazos, “Balo” se ha impuesto un mecanismo interno. Reserva las mejores horas del día para escribir, de 6:30 a 9 a.m., y programa el rumbo al que quiere llegar. “Solo comienzo aquello que sé que puedo terminar”, dice sobre su metódica constancia.

Si bien comenta que en la actualidad dosifica sus energías, en los últimos años ha publicado el poemario El habitante del desierto, revisado y corregido sus primeros libros, y planea una nueva entrega el próximo año, que constará de poemas en prosa que escribió el año pasado y ha reescrito durante todo el 2017. “Es la cercanía de la muerte, hermano”, nos dice. Y agrega, citando a Ribeyro, que “hay que poner los papeles en orden”.

En sus dos últimos poemarios descubrió que prefería optar por los textos minimalistas y más concentrados. “Menos palabras y menos cháchara”, argumenta. Con una larga y reconocida trayectoria, “Balo” Sánchez León ya domina el arte de escribir, pero evita hacer de la escritura un oficio automático.

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