Lima cumple 482 años: una mirada desde la historia y la arquitectura
Es difícil saber cuánto aman los limeños a nuestra ciudad, que hoy cumple 482 años de fundación. O a qué Lima es la que aman. Son muchas las ciudades que se han construido aquí a lo largo de su historia. Por eso, preguntamos a un historiador y a un arquitecto de la PUCP acerca de lo que piensan sobre la capital peruana.
Texto:
Katherine SubiranaFotografía:
Solange Avila
El aniversario que celebramos cada 18 de enero es el de la fundación de la Ciudad de los Reyes, primer nombre que recibió nuestra ciudad el día que Francisco Pizarro la consagró como la capital del virreinato del Perú. Esto ha determinado, de alguna forma, la construcción de la historia y del imaginario de los limeños. Entonces, ¿con qué pasado nos identificamos? El historiador Jesús Cosamalón, docente principal del Departamento de Humanidades, destaca que Lima no tiene un pasado lineal. «Tiene un pasado preinca, inca, colonial y también migrante. Las migraciones han sido internacionales y también internas. El problema es que en los imaginarios oficiales solo se quiere rescatar el pasado hispano-criollo y no incorporar otros pasados de la propia ciudad», menciona.
LOS OJOS DE LA HISTORIA
«¿Hacia dónde miran nuestros ojos históricos? Miran al espejismo de una edad que no tuvo el carácter idílico que tendenciosamente le ha sido atribuido y que, más bien, se ordenó en función de rígidas castas y privilegios de fortuna y bienestar para unos cuantos en desmedro de todo el inmenso resto», dice Salazar Bondy en su celebrada obra ‘Lima, la horrible’ (Lima, 1964). Después de tantos años, la pregunta aún no ha sido respondida. El profesor Cosamalón resalta que el limeño es bastante excluyente y eso se debe a cómo se construyen los imaginarios. “La historia de Lima se considera al estilo de Ricardo Palma, como si la ciudad colonial hubiese sido perfecta, cuando no lo era. La Lima aristocrática de la época de Leguía también está idealizada y vinculada a la Lima tradicional. Ambos son los imaginarios que las autoridades intentan mostrar en los espacios públicos: una Lima que refleja una imagen hispano-criolla aristocrática”, señala.
Sin embargo, Lima no era una ciudad perfecta. Víctor Mejía, arquitecto y docente del Departamento de Arquitectura, explica que la evolución de la ciudad fue lenta: “Hasta el momento de la independencia del Perú, en 1821, Lima era una ciudad con una impronta colonial. Luego, hasta mediados del siglo XIX, no hubo mayor cambio, se mantuvo el mismo paisaje urbano. La segunda mitad del siglo hubo procesos de modernización urbana que empezaron a transformar la ciudad: se introdujeron proyectos de grandes avenidas, vías más amplias que contrastaban con los jirones angostos de la ciudad del virreinato de la Lima colonial, se asfaltaron las vías que antes eran trochas y se implementó el alumbrado eléctrico en las ciudades, además hubo una preocupación sólida por el cuidado de la higiene y el ornato de la ciudad”.
LIMA MIGRANTE
A inicios del siglo XX, Lima llegó a ser una ciudad en proceso de modernización y, tras la Guerra con Chile, mantuvo una pauta más o menos coherente hasta mediados del siglo XX. El profesor Cosamalón explica que se atribuye el caos de la ciudad a los cambios que atravesó Lima por las migraciones. Víctor Mejía añade que la migración desde las provincias hacia Lima, que se iniciaron en la década de 1940, hizo que la ciudad se viera afectada en dos sentidos: el aumento de la densidad poblacional y el choque cultural entre la impronta cultural limeña con la visión de quienes venían de provincias. «Eso se reflejó también en los procesos urbanos y la ciudad empezó a expandirse de una manera no planificada a partir de mediados del siglo XX. Primero, se formaron invasiones, que luego se transformaron en asentamientos humanos, que pasaron a ser barriadas, primero, distritos emergentes, después, y, luego, zonas que delimitan la ciudad (Lima Norte, Lima Sur, Lima Este, por ejemplo)”, explica.
La forma en la que creció la ciudad supuso un problema que las autoridades no supieron afrontar ni planificar . La segunda gran ola migratoria sucedió en la década de 1980 y la respuesta gubernamental tampoco fue satisfactoria. Los cambios culturales que se gestaron a partir de procesos sociales complejos, como las migraciones, se ven reflejados en aspectos como la música, el arte o la comida, no siempre con éxito. «La complejidad urbana es más grande por la presencia de más habitantes. Hace un siglo atrás, la ciudad era mucho más viable porque había menos elementos urbanos (autos, carruajes, tranvías). Debido al aumento de estos elementos, aunado a la no planificación, se logra que las pautas de convivencia no sean claras. Entonces, la gente asume la ley del más apto, del más fuerte, del más vivo, porque ante la ausencia de formalidad se hace lo que da la gana”, dice Mejía.
Por último, añade: «Lima es una ciudad compleja desarrollada sobre una estructura muy básica. Su diversidad de habitantes no solo es cultural, sino también económica. Lima no es una ciudad homogénea y los contrastes sociales son altos. Hacer de Lima una ciudad viable depende de la acción política y de nuestra responsabilidad en la elección de nuestras autoridades. Lima no solo necesita cemento”.
Ilustración: Solange Ávila
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