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Noticia

Informe PuntoEdu sobre la ultraderecha en la región

En octubre, Jair Bolsonaro fue elegido presidente de Brasil. ¿Se trata de la consolidación de las tendencias de ultraderecha en la región? Expertos PUCP e invitados analizan los motivos del triunfo de este político con ideas radicales y conservadoras, que ha polarizado a la opinión pública en brasil, argentina, entre otros países.

  • Texto:
    Fiorella Palmieri
  • Fotografía:
    Gabriel Alayza

Este es el hombre por el que votaron un 56% de electores brasileños en la segunda vuelta: Jair Messías Bolsonaro, 63 años, exmilitar y exparacaidista. Cuenta con casi 30 años de carrera política desde 1989, cuando fue concejal de Río de Janeiro. Actualmente, cumple su séptimo periodo como diputado, cargo en el que lleva 27 años consecutivos. En cada elección ha participado con diferentes afiliaciones políticas. Se considera católico, pero es muy cercano a la Iglesia evangélica desde hace una década.

El temor hacia su gobierno responde a su pensamiento. Admirador de Donald Trump, durante toda su trayectoria política ha soltado algunas frases “célebres”, como “el error de la dictadura fue torturar y no matar”, “sería incapaz de amar a un hijo homosexual”, “no emplearía a hombres y mujeres con el mismo salario”o “yo no soy violador, pero si lo fuera, no la iba a violar porque no lo merece”, le dijo a la diputada María del Rosario, del Partido de los Trabajadores (PT), durante el debate de una ley sobre la violación.

Por estas y otras ideas, ha sido calificado como misógino, homofóbico, racista y como amenaza para la democracia por gran parte de la opinión pública internacional. Sin embargo, otro gran sector lo apoya, sobre todo las clases medias, y altas del centro y sur de Brasil. Por el contrario, el PT recibió un apoyo masivo en el noreste, donde se encuentran los más pobres de Brasil, que fueron los más beneficiados por programas del Estado, como Bolsa Familia.

Razones de la crisis

“Para sus electores, Bolsonaro representa el combate a la inseguridad y a la corrupción”, dice el Dr. José Augusto Ribas Miranda, especialista en historia iberoamericana y docente de la Ibmec Business School en Río de Janeiro. En el tema de la inseguridad, Bolsonaro ha manifestado opiniones radicales como incentivar la portabilidad de armas en un país donde ocurren, en promedio, más de 63,000 homicidios al año o 170 por día.

“Esta elección es fruto de procesos articulados: el primero es el crecimiento de la ola conservadora. Desde la democratización, Brasil no ha tenido una derecha articulada e ideológica. Ahora este movimiento se impone como una reacción, tras 20 años de políticas progresistas durante los gobiernos de Henrique Cardoso y Lula da Silva. También responde al apoyo de los evangélicos, que hoy suman un 23% de la población de Brasil”, añadió Ribas Miranda.

Para el especialista brasileño, hay diversos factores que fortalecieron a Bolsonaro. Entre ellos el ‘antipetismo’ o el voto contra el PT, el partido de Lula y Dilma Rousseff, vinculado al caso Lava Jato que “develó el más grande sistema de corrupción de la historia del país”, señaló Ribas Miranda.

Sin embargo, pocos meses antes de las elecciones, un gran sector todavía expresaba su apoyo al PT mientras Lula da Silva, considerado como el político más popular de Brasil, fuese candidato presidencia. Incluso incomunicado desde la cárcel, el exmandatario –sentenciado a 12 años de prisión por recibir favores de una constructora a cambio de contratos con Petrobras– figuraba con un 39% de las preferencias en las encuestas, casi el doble del respaldo hacia Bolsonaro en ese momento. El panorama cambió cuando el tribunal electoral brasileño anuló la participación de Lula al hacer respetar las leyes que impiden la candidatura de condenados en segunda instancia. El sucesor del PT en campaña, Fernando Haddad, no logró mantener el apoyo popular hacia el partido. Esto favoreció a Bolsonaro.

¿Democracia vs autoritarismo?

Uno de los principales motivos de incertidumbre sobre este gobierno es la posibilidad de un quiebre del Estado de derecho y la imposición de medidas autoritarias. Para la Dra. Mayte Dongo, docente del Departamento de Ciencias Sociales, esto va a depender de los contrapesos y alianzas del PT, que se mantiene como la primera fuerza opositora en el parlamento. “Esta es una prueba para las instituciones democráticas en Brasil, como lo fue para las instituciones de Estados Unidos durante la elección de Donald Trump. Bolsonaro no tiene mayoría en el Congreso, entre sus partidarios y aliados suman 175 representantes de más de 500. No alcanza para aprobar una norma con mayoría simple. Esta ha sido la elección con mayor fraccionamiento de partidos políticos. El escenario más favorable es uno en el cual el Congreso pueda frenar las propuestas más radicales del Partido Social Liberal (PSL) de Bolsonaro, que podrían vulnerar derechos o la protección del medio ambiente”, dijo Dongo, quien añade que es importante considerar que existe un sector grande de la población que no definió su voto.

“Alrededor de 39 millones de personas no fueron a votar en estas elecciones. Y nueve millones votaron blanco o viciado. Aunque están cansados de la crisis, tampoco se decidieron por la propuesta anti. Esto habla de un gran grupo que siente que no tiene poder de cambiar lo que sucede”, señaló la docente.

Para el Mg. Rafael Roncagliolo, exministro de Relaciones Exteriores (2011-2013), la fortaleza de Brasil procede de la capacidad de movilización de la población. “En Estados Unidos, hay frenos que proceden de la fortaleza de las instituciones; en Brasil, hay frenos que provienen de la movilización de la gente. Las instituciones son precarias, como en todos los países latinoamericanos que han tenido largos periodos de dictadura e inestabilidad política. Yo sí creo que Bolsonaro va a tener que enfrentar esta capacidad de respuesta de la gente. Esto ya ocurrió al final de la dictadura militar brasileña, cuando apareció y se impuso el movimiento Direitas ya, que obligó a los militares a convocar elecciones”, manifestó Roncagliolo, quien ha sido miembro de la comisión de creación de la carrera de Relaciones Internacionales de la PUCP.

Por su parte, Ribas Miranda considera que es “poco probable” que el gobierno de Bolsonaro se transforme en una dictadura, aunque tome matices “autoritarios”. “Bolsonaro tiene una posición muy hostil con la prensa y casi ningún diálogo con la oposición. Y, más allá de eso, utiliza las redes sociales para llevar su discurso directamente a la población, así excluye a los mediadores tradicionales como el Congreso, pero esto no daría pie a un retorno a la dictadura. Bolsonaro ganó mucho apoyo del mercado, y una dictadura sería perjudicial para su propuesta de apertura comercial, privatizaciones y reformas, ya que la sola idea podría generar muchas dificultades para conseguir nuevos acuerdos comerciales o compradores para las empresas estatales que quiere privatizar”, dijo el historiador.

Pensamiento económico

Los electores de Bolsonaro esperan que sea radical con las medidas de solución de la crisis, que incluirá una privatización masiva de empresas, la liberalización de la exploración petrolera; la reducción de los subsidios, de los ministerios y del Estado; la flexibilización laboral y el recorte de derechos para los trabajadores; así como el incremento de impuestos para quienes menos ganan, y la reducción de los tributos para las empresas.

La prensa ha calificado masivamente a esta propuesta como “ultraderechista” y “neoliberal”, y ha señalado las similitudes que mantiene con Donald Trump. Para el especialista brasileño, las declaraciones extremas de Bolsonaro responden a un discurso exagerado de la campaña. “Cuando pensamos en los próximos cuatro años, es más probable que el PSL tenga un gobierno de coalición y que se vuelva una derecha dura ideológica, más que una ultraderecha. Desde el retorno a la democracia, Brasil nunca tuvo una derecha establecida, sino partidos de centro y de izquierda”, dijo Ribas Miranda.

Para aclarar algunos conceptos, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de políticas neoliberales? “Nos referimos a un resurgimiento de ideas liberales solo en el tema económico, no en lo político. Caso típico: Pinochet (quien ha sido tomado como referente por Bolsonaro). En esta época, el liberalismo se recupera pero lo llamamos neoliberalismo, porque no tiene implicancias para la vida política”, dijo el Mg. Roncagliolo, quien definió el liberalismo clásico como “político”, ya que surge como defensa para la libertad de las personas frente al rey y la Iglesia, y cuyo concepto más valioso es la tolerancia.

Así, los neoliberales “son liberales que no le hacen asco al autoritarismo, ni a la represión ni a la muerte, no les interesan los derechos humanos ni la democracia. Esto se aprecia en el famoso Consenso de Washington (1989), que fue un decálogo del neoliberalismo”, añadió Roncagliolo.

Para Mayte Dongo, este concepto puede confundirse con el de “ultraderecha” que “va más allá, incluso llega a tener características xenófobas contra los migrantes e incentivar los nacionalismos. La ultraderecha no necesariamente es neoliberal, en muchos casos, puede ser nacionalista y estar en contra de la apertura de mercado a otros países”, dijo la politóloga e historiadora por la Universidad Libre de Berlín, quien puso como ejemplo para este caso el proteccionismo económico del gobierno de Trump.

“Puede ser que, incluso, haya movimientos que sean neoliberales, de ultraderecha y de derecha. Bolsonaro es un ultraderechista, pero al abogar por las relaciones comerciales con otros países, como Estados Unidos, también califica como neoliberal. Las tendencias pueden ser antagónicas y al mismo tiempo ir de la mano. El caso de Trump es interesante, porque su discurso se muestra antiglobalización para favorecer a ciertos sectores blancos, rurales y conservadores que se sintieron olvidados”, dijo Dongo.

Nuevos escenarios

Aunque la elección de Bolsonaro afirma una tendencia económica neoliberal como receta para aplacar crisis económicas y sociales “causadas” por gobiernos progresistas, como el de Lula y Rousseff en Brasil o Kirchner en Argentina (ver Enfoco), para los especialistas la elección del radical líder brasileño no representa un fenómeno que se pueda generalizar.

“Trataría en forma singular el fenómeno de Bolsonaro, porque tiene un nivel de irracionalidad y regreso a las tendencias más viscerales, que no creo que puedan aplicarse al resto de la región. Creo que en el mundo entramos a un nuevo conflicto con dos tendencias definidas: los sectores de derecha tentados por el extremismo de Bolsonaro frente a otros sectores opositores que no representan a un movimiento definido, quizás más hacia el centro y que responden a un nuevo sentido común”, señala Roncagliolo. Entre esos sectores, se podrían ubicar propuestas como la del Partido Verde en Alemania, un país que vive el resurgimiento de tendencias neonazis y de ultraderecha nacionalista con la agrupación Alternativa para Alemania.

“Lo cierto es que la democracia funciona bien cuando no hay extremismos, ni de izquierda ni de derecha, porque supone la negociación, el diálogo es una forma de resolver los conflictos sociales por medios pacíficos. En estos contextos, la ultraderecha y la ultraizquierda quedan fuera de los márgenes del juego democrático”, concluye el excanciller.

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