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Noticia

Informe PuntoEdu sobre desnutrición y anemia en el Perú

Las cifras preliminares de la Endes 2016 muestran que el 43.5% de los menores de tres años tiene anemia, una condición médica que es determinante para que el organismo del niño se desarrolle para el resto de su vida. Esta cifra ha aumentado 1.9% en el último quinquenio. Expertos en salud y políticas públicas nos dicen qué hay que tomar en cuenta para no tener los mismos indicadores por cinco años más.

  • Texto:
    Vanessa Romo
  • Fotografía:
    Víctor Idrogo

¿Podemos hablar de un país en crecimiento cuando el 43.5% de los niños menores de 3 años tiene anemia? Eso es lo primero que se cuestionan los expertos en salud y políticas públicas cuando se enfrentan anualmente a las terribles cifras de la situación nutricional infantil. En los últimos cinco años y pese a las promesas, presupuestos y estrategias del gobierno anterior, el número de niños con esta condición silenciosa ha aumentado en 1.9%, según las cifras preliminares de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) de este año. Es decir, actualmente tenemos más de un millón de niños con menos oportunidades de tener un buen desarrollo de cerebro y de su organismo, lo cual afecta su desenvolvimiento futuro, su capacidad productiva y, por ende, el desarrollo de nuestro país, si queremos verlo desde el lado más económico.

Pero no tenemos que verlo desde ahí para entender la seriedad de este problema. Como Estado, quitarle la oportunidad a un niño de desenvolverse en el mismo nivel que cualquier otro es una cuestión de desigualdades y este gobierno se ha pronunciado a favor de resolverlas.  Hace dos semanas, se realizó el Cuarto Encuentro Nacional por la Primera Infancia – organizado por el Grupo Impulsor Inversión en la Infancia – y en este evento, el presidente del Consejo de Ministros Fernando Zavala señaló que las políticas para este sector de la población son “una prioridad para el gobierno”.

“Hay que evitar que los niños sufran daños permanentes por causas como la anemia o la desnutrición”, resaltó Zavala. La ministra de Salud, Patricia García, dijo que la meta es reducir la cifra a un 19% del 43.5% que tenemos ahora. Sin embargo, este es un discurso bastante escuchado. En el 2014 y en el 2015, las metas planteadas por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) eran llegar al 2016 con un 20% de niños con anemia, en comparación con el 43.5% que existía en ese momento. El desenlace de esa historia ya lo sabemos: no hay variación en esa cifra.

Entonces, si existen los medicamentos, las estrategias y, al menos públicamente, la voluntad política de cambiar la situación, ¿qué más necesitamos para lograr resultados? Tres especialistas en salud infantil y políticas públicas aterrizan el tema, y señalan puntos claves para atacar y acabar con la anemia nutricional, incluso, antes del 2021.

41.3%

de niños que
pertenecen al quintil
inferior de riqueza
tiene anemia.

40%

agua hervida
proveniente de
otra fuente distinta
a la red pública
tiene anemia.

38.4%

de niños
que consumieron
agua sin tratamiento
tiene anemia.

35%

del hierro
que ingerimos
a diario es
almacenado por
nuestro organismo
como reserva
energética.

32.6%

años tuvo anemia
en el 2015.
En el 2011,
esta cifra
era de 30.7%.

FUENTES: CIFRAS DE LA ENDES 2015

Definiendo el problema

Para seguir hablando de esta situación, sería bueno definir lo que es la anemia. Es una condición de nuestra sangre en la que no producimos suficiente proteína de hemo-globina. Eso es evidente en las pruebas de laboratorio cuando tenemos menos de 11 miligramos de hemoglobina por litro en la sangre. Es una situación que debe ser tratada con urgencia a cualquier edad, pero que en los primeros meses y años de vida se vuelve determinante: con menos hemoglobina en la sangre se produce menos oxígeno y nuestro organismo trabaja con más lentitud en su desarrollo.

Ahora bien, el gran problema es que, a menos que no haya una prueba de sangre de por medio, no siempre se detecta al niño anémico. La Dra. Ericka Noriega Cabrera, pediatra de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (institución de la Red Peruana de Universidades), advierte que el niño con esta condición tiene menos oportunidad de desarrollar completamente el cerebro, una actividad que se da hasta los cinco años de edad.

“Es la etapa de la primera curva de crecimiento en el ser humano y el problema es que este proceso es tan rápido que si no lo tratamos a tiempo, no podremos cubrir la insuficiencia de hierro necesaria para que no presente problemas cognitivos y morfológicos en el futuro”, dice Noriega.

Incluso los primeros seis meses del niño, en el que existe protección de hierro con la lactancia materna, ahora están en peligro. De acuerdo con la Endes 2016, solo un 66.7% de madres da lactancia materna exclusiva a sus niños en este primer semestre, lo que significa que uno de cada tres niños no recibe leche materna y está más expuesto a la anemia.

Para Noriega, hay otros factores que pueden influir para que un niño tenga anemia y que deben ser observados. “Los menores con bajo peso al nacer, los prematuros, los que tienen sobrepeso o los gemelos nacen con una predisposición de tener deficiencia de hierro. A esos niños hay que darles una atención más temprana y rápida, ya que tienen 40 veces más posibilidades de tener problemas cognitivos o de hiperactividad si no se les suministra la molécula del hierro”, comenta.

El nudo del problema

En el suministro de la solución es donde se detiene y complica el problema. La Organización Mundial de la Salud señala que no necesitamos ingerir más de 10 miligramos de hierro al día, porque nuestro organismo solo necesita absorber 1 o 2 miligramos de ese elemento para estar cubierto. El nudo se origina en la fuente que utilizamos para obtener ese hierro.

La pediatra indica que esto se define como la biodisponibilidad de la molécula. “No es lo mismo ingerir hierro de origen animal que vegetal. Del último solo se absorbe el 10% de la cantidad de hierro que ofrece, mientras que de la fuente animal tenemos asegurado el 30% de absorción. La molécula del hierro es errática y es la causa por la que es difícil solucionar el problema”, explica Noriega.

Para ella, el factor de la calidad de dieta es la razón por la que cada vez más niños tendrán tendencia a tener anemia. “Tengo en mi consultorio muchos padres veganos que solo quieren dar verduras a sus niños. Si es así, deben tener una lista de alimentos para analizar con el médico cuáles serán los que suplen la fuente de proteínas y vitaminas que necesita el ser humano para desarrollarse en los primeros años”, señala. “Además hay una obsesión con dar leche de vaca a los niños, cuando lo indispensable es la leche materna”, añade Noriega.

Sin embargo, ya cuando existe el problema de anemia, también se complica resolverlo por la falta de guía a los padres sobre el uso de los jarabes o los polvos nutricionales llamados ‘chispitas’, que utiliza el Estado en sus establecimientos de salud.

“Hay un tema de cómo suministrar el medicamento. Lo que más se da en las postas médicas son las sales ferrosas en jarabe o las ‘chispitas’, que deben ser ingeridas por el niño con el estómago vacío o al menos luego de dos horas del primer alimento para que haya una correcta absorción. Lo que sucede es que el medicamento tiene un sabor muy fuerte, los niños no quieren tomarlo solo y al final los padres lo dejan de dar o lo dan mezclado con comida, lo que es igual a dar nada al niño”, dice la pediatra.

La variable tiempo también es clave en la solución del problema. “A pesar de que existen guías nacionales e internacionales de suministro del hierro, los médicos en el país aún no se ponen de acuerdo en cuánto es el tiempo que el padre de familia debe dar el medicamento. Lo que te dicen las guías es que si te demoras cinco meses en tener un nivel de hemoglobina aceptable, deberás darle cinco meses más de tratamiento para cubrir los depósitos de hierro de ese niño, en caso contrario, volverá a tener anemia al poco tiempo”, indica la especialista.

La anemia aparece cuando
la cantidad de hemoglobina
en la sangre es menor
a los límites normales
(110 g/L como mínimo).
La hemoglobina
es una proteína
que transporta
el 97% del oxígeno
por todo el cuerpo.
El hierro forma parte
de muchas enzimas
encargadas de transformar
los alimentos en energía.

El eje cultural

El docente del Departamento de Ciencias Sociales y miembro del Grupo Impulsor Inversión en la Infancia, Mg. Carlos Aramburú, también hace hincapié en la forma de guía y atención a los detalles culturales que no han sido tomados en cuenta hasta el momento en las estrategias de solución de la anemia.

“En el Perú, hay 3 millones y medio de niños menores de cinco años y un millón de ellos padece anemia. Aunque hay anemia en zonas urbanas, las zonas rurales e indígenas en la selva y la sierra muestran cifras aún más dramáticas”, indica Aramburú. Las cifras son innegables: en las zonas rurales de Ayacucho, la anemia alcanza el 50,1%. En Puno, los números llegan al 76%.

Para el experto en temas de desigualdad y pobreza, uno de los grandes problemas ha sido depender del suministro de las ‘chispitas’ o los jarabes distribuidos por el Ministerio de Salud, ya que implica estar atado a un sistema que puede fallar fácilmente.

“Hace unos años trabajamos con la organización Acción contra el Hambre y resolvimos el problema de la anemia en un distrito de Ayacucho con el ingreso de la sangrecita a la dieta local. Buscamos las recetas de las abuelitas para que sea más fácil recibir el alimento y a la par hicimos una lista de cuáles son los alimentos de la zona que tienen más hierro”, señala Aramburú.

En el trabajo de campo que el antropólogo ha realizado, encontró otras variables que pueden ser aplicadas en otras regiones del país. “En la sierra de Piura, la industria de agroexportación ha hecho que las dinámicas en el hogar cambien. Ahora las mujeres salen a trabajar desde muy temprano hasta la noche y el niño queda a cargo de la hermanita mayor o la abuela. Cuando tienes un niño con mala nutrición o con inapetencia, hay que tener mucha paciencia para alimentarlo. El trabajo de la madre se había convertido en otro factor de la anemia infantil en esa zona”, comenta. La solución que se ha encontrado en el Gobierno Regional de Piura es formar el programa Familias Felices con grupos de madres que vigilan a los niños de las que trabajan.

Para Aramburú, la educación de las madres y el sistema de crianza colectivo son un buen camino para comenzar a solucionar el problema. “Además hay que descubrir qué alimentos hay alrededor, cuáles tienen alto contenido de hierro, y buscar una solución sustentable. Tiene que haber una comprensión cultural”, señala.

La mirada política

Como la solución a cualquier enfermedad, el problema político de la anemia también tiene una receta que debe ser más detallada al ejecutarse y tener un mayor seguimiento de resultados. El presidente del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan) y egresado de la PUCP, Mg. Javier Abugattás Fatule, ha sido siempre crítico con la falta de articulación de las herramientas que tiene el Estado para resolver el problema de la anemia en los niños peruanos y señala algunos puntos que deben tomarse siempre en cuenta.

“En primer lugar hay que entender el problema en un contexto de diversidad cultural y eso se debe dar cuenca por cuenca, distrito por distrito, no es una solución promedio para todos. Por otro lado, la dirección de las políticas públicas debe ser más clara y debe indicar un seguimiento continuo para ir corrigiendo las acciones que no funcionen”, comenta Abugattás.

El especialista señala que tenemos herramientas como el Certificado de Nacido Vivo en Línea, administrado por el Ministerio de Salud, que tiene data mensual y en detalle de la situación de los niños que podrían ser más vulnerables. “No hay que esperar a que salga la siguiente encuesta para ver si estamos avanzando. Hay que implementar alertas tempranas para prevenir el problema en población vulnerables (como la de bajo peso al nacer)”. Pero todo eso debe estar indicado claramente en la política, si no nadie lo ejecuta”, dice.

La intervención y trabajo conjunto de los tres niveles de gobierno también son básicos para Abugattás y para Aramburú. “Hay que trabajar con los municipios que tienen más índices de niños con bajo peso al nacer y priorizarlos. Además, tomemos en cuenta la ruralidad –acceso al agua y desagüe–y la etnicidad, que son indicadores de población vulnerable a la anemia”, agrega Aramburú. El sociólogo Abugattás también cree que es indispensable enfocarse en los distritos con pobre calidad de agua o que tengan baja seguridad alimentaria.

“Lo más importante –señala Abugattás– es darnos cuenta como Estado del enorme daño que causa el tener más de un millón de niños con anemia y cuyo cerebro se daña cada minuto que pasa. Si tenemos conciencia de eso, lograremos cambios”. El camino está escrito para no volver a sorprendernos con cifras similares en cinco años más.

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