“Las epidemias son oportunidades para discutir problemas de fondo de la salud pública”
El coronavirus COVID-19 ha sumido a nuestro país en un periodo de cuarentena general. Sin embargo, no es la primera vez que encaramos una epidemia de tal magnitud. El Dr. Jorge Lossio, director del Instituto Riva-Agüero, compartió con nosotros datos interesantes sobre cómo el Perú enfrentó diversos problemas de salud pública a lo largo de la historia.
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Jorge Lossio
Director del Instituto Riva-Agüero y docente del Departamento de Humanidades
Texto:
Gabriela PérezFotografía:
Jacqueline Palacios
¿Cuáles han sido las 3 más grandes crisis de salud pública, a causa de enfermedades, en la historia de la sociedad peruana?
La crisis del coronavirus no es la primera ni la peor epidemia que hemos sufrido en nuestra historia. En tiempos modernos, dentro del contexto del boom guanero y alto movimiento migratorio, tenemos la gran epidemia de fiebre amarilla de 1868. Esta ocasionó la muerte de aproximadamente 4,000 personas en la capital (casi el 5% de la población). Por otro lado, a inicios de los noventa, sufrimos el embate del cólera, enfermedad que se pensaba desaparecida y que mató a casi 3,000 personas. Esta se desarrolló en medio de una dura crisis política y económica, marcada por la violencia, hiperinflación y colapso de las instituciones públicas. De forma más reciente, tenemos la pandemia del AH1N1, un virus de influenza reconfigurado que apareció en el año 2009, y causó el cierre de fronteras y de eventos públicos a nivel global.
Se puede decir que se producen cambios en los hábitos cotidianos que se desarrollan mientras dura la epidemia.
¿Generaron algún cambio importante en la sociedad?
Las epidemias son momentos de crisis, pero también de oportunidad. Son contextos que permiten cambios y creación de reformas en la salud pública. La epidemia de fiebre amarilla de 1868 llevó a una reforma del sistema hospitalario enfocada en el tratamiento de la salud desde una mirada científica. Asimismo, impulsó la construcción del Hospital 2 de Mayo, entonces el más moderno del país. Otro ejemplo es que, durante la epidemia del cólera, se confrontó con campañas educativas sobre la importancia de la higiene cotidiana. Pequeñas acciones como lavarse las manos o hervir el agua eran claves. No obstante, estas han sido oportunidades desaprovechadas. Cuando apareció la epidemia del AH1N1, se tuvo que volver a implementar campañas de información para recordar el valor de cuidar la higiene. Entonces, se puede decir que se producen cambios en los hábitos cotidianos que se desarrollan mientras dura la epidemia.
La forma de lidiar con ese pánico ha sido el de buscar culpables, usualmente, entre las víctimas de la enfermedad o grupos extranjeros.
¿Ha existido, en nuestro país, alguna epidemia que haya generado una suerte de pánico colectivo como el que nos encontramos atravesando hoy con el coronavirus?
El pánico es un elemento recurrente en las epidemias, particularmente cuando son enfermedades nuevas o de origen desconocido. La forma de lidiar con ese pánico ha sido el de buscar culpables, usualmente, entre las víctimas de la enfermedad o grupos extranjeros. Cuando apareció el SIDA en los ochenta, se generó pánico que se tradujo en la estigmatización de la comunidad LGTB. Esto inició una persecución a los miembros de esta comunidad por parte de los medios de comunicación. La epidemia de fiebre amarilla de 1868 generó mucha violencia contra los migrantes chinos. Por otro lado, la peste de inicios del siglo XX fomentó la discriminación de los japoneses.
Las respuestas sociales mantienen un patrón histórico guiado más por temores irracionales y prejuicios.
¿Qué factores considera que influyen en este miedo?
El pánico es consecuencia del miedo a enfermarse y la incapacidad de poder controlar lo que nos pueda ocurrir. El rol de la prensa ha sido importante a lo largo de la historia, lastimosamente, esta ha exacerbado temores y realizado coberturas sensacionalistas de las epidemias. Durante el brote de AH1N1 del 2009 se colocaba en las primeras planas el conteo diario de los afectados por la enfermedad. Esto daba la sensación de ser una enfermedad que mataba mucha más gente que otras, cuando no fue así. Además, las imágenes que se usan para las portadas también tienen un efecto negativo, como las fotos de aeropuertos vacíos y ciudades desiertas. Estas generan pánico especialmente si están acompañadas de un titular alarmista. Algunos ejemplos con el AH1N1: ‘Plaga trae fin del mundo’ (El Trome, 15 de mayo 2009) o ‘¡Ya fuimos!’ (El Chino, 30 de abril 2009).
Un aspecto positivo de la aparición de una epidemia es que lleva a discutir problemas de fondo de la salud pública y condiciones de vida.
¿La mentalidad del público ha cambiado con respecto a la percepción de este tipo de emergencias?
Lamentablemente, creo que las respuestas sociales mantienen un patrón histórico guiado más por temores irracionales y prejuicios antes que por evidencia científica. El pánico, la culpabilización de grupos minoritarios o extranjeros y la emergencia de teorías conspirativas se mantienen.
¿Existen problemáticas sociales, nuevas o ya existentes, que salen a la luz debido a estas crisis?
Un aspecto positivo de la aparición de una epidemia es que lleva a discutir problemas de fondo de la salud pública y condiciones de vida. La aparición del cólera en el año 1991 generó un debate sobre las condiciones de los sistemas de desagüe y el acceso a agua potable, en el contexto de una Lima que había crecido aceleradamente en las últimas décadas. Por otro lado, la aparición del SIDA, aunque generó mucha discriminación, también permitió discusión sobre la importancia de la educación sexual. En el caso del AH1N1, este se confrontó con campañas masivas de información sobre higiene cotidiana. La situación de los hospitales es un tema de observación recurrente en momentos de epidemia. Lo que quiere decir que las epidemias son momentos de oportunidad para discutir problemas de fondo de la salud pública y procurar cambios.
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