Wikileaks y la intolerancia frente a las pruebas
Julian Assange ha puesto a disposición de quien que se pueda conectar a internet más de 390 mil documentos sobre la guerra en Irak…
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Jacqueline Fowks
Wikileaks es una organización que desde 2007 difunde pruebas de comportamiento no ético o ilegal de países, altos funcionarios y corporaciones. El término alude a filtraciones (leaks) que se dan a conocer en un sitio web de creación relativamente sencilla con páginas enlazadas.
Se trata de algo más que una web de material interesante de denuncias. El sociólogo español Manuel Castells ha dicho que Wikileaks es «depositaria y transmisora de quienes quieren revelar anónimamente los secretos de un mundo podrido». El blog educativo de The New York Times discute si Assange, fundador y director de la organización, es un héroe o un villano: un campeón de la libertad de información o un instigador de problemas.
Anteriormente, obtener y mostrar pruebas de corrupción o delito era una tarea monopolizada por el periodismo; Wikileaks pretende hacerlo profesionalmente, aunque no como los periodistas, pues no destacan algún aspecto de las pruebas de forma noticiosa: comprueban la veracidad del material y lo ofrecen en paquetes temáticos.
Dado que los medios de comunicación son más afines a los intereses de los gobiernos o de los poderes fácticos, éste es otro reducto de verdad’, de hechos nefastos que difícilmente podríamos conocer, como las torturas y muertes de civiles en Irak.
Sin embargo, la verdad también trae problemas cuando llega en bruto. Assange, un australiano brillante con pasado de hacker y futuro impredecible, es cuestionado por gobiernos y por ex trabajadores de Wikileaks por no haber borrado nombres de colaboradores de EEUU, tanto en Irak como en Afganistán. El principal sospechoso de haber filtrado los documentos de Irak, un soldado estadounidense, está en prisión y Assange no tiene cómo asistirlo, él mismo busca dónde estar a salvo.
La organización se financia con donaciones, pero ya surgieron cuestionamientos al uso de los fondos. Assange pone la tecnología al servicio de la denuncia pero sus colaboradores lo abandonan por autoritario. Según el NYT, el Pentágono y la secretaría de Justicia evalúan las acciones de Assange de acuerdo a una norma de espionaje de 1917. Pese a ello, si el fundador de Wikileaks fuera detenido, hay decenas de espejos de servidores en otros tantos países y los documentos difundidos hasta ahora están en manos de miles en el mundo. Algunos diarios han generado reportajes con esas pruebas. No será simple cerrar el caño de Wikileaks.
En http://mirror.wikileaks.info/ están informes del exclusivo grupo Bilderberg, la lista de miembros del ultraderechista Partido Nacionalista Británico, el borrador del TLC EEUU-India, entre centenas de documentos. De Latinoamérica, sólo unos audios peruanos y un manual de EEUU para contrainsurgencia en El Salvador.
Estas revelaciones conducen a la pregunta ¿dónde están los informantes para Wikileaks -u otros espacios de ‘verdad’- sobre el actuar de los gobiernos y las empresas en el Perú? La corrupción y el delito nos tocan cada día, pero difícilmente aparecen las pruebas.’
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