“Tenemos movilidad que solo sirve para unos y no para otros”
Las ciudades -cada vez más grandes- representan un desafío para el tránsito. Lima es un claro ejemplo. Las largas distancias que los ciudadanos recorremos día a día también generan desigualdad de oportunidades. El Dr. Ángel Cebollada, docente del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona, explica las responsabilidades que corresponden a todos los actores implicados. El docente nos visitó para participar en el foro “La (in)movilidad de los usuarios vulnerables”.
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Ángel Cebollada
Profesor titular del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)
Texto:
Solange AvilaFotografía:
Christian Ugarte
¿Cómo afecta la presencia de distintos estratos en la periferia a la movilidad en la ciudad?
Existe una tendencia a que los centros de las ciudades se despueblen de residentes de diferentes niveles socioeconómicos y que estos se vayan a las periferias. En América más que en Europa, los de estratos altos se van a los espacios suburbanos de alta calidad, donde pueden pagar por una casa muy grande dentro de una urbanización cerrada y aislada. Al mismo tiempo, los centros de las ciudades atraen más actividades económicas, como franquicias comerciales. Sin embargo encarecen mucho la renta. Entonces las clases populares también se van a periferias pero en barrios de rentas bajas. Por lo tanto, se va perdiendo diversidad social en la ciudad y los centros se convierten en áreas comerciales, laborales y simbólicas.
¿Qué dificultades surgen para la equidad social?
Hay más gente que se tiene que mover más lejos para realizar sus actividades cotidianas en el centro. Eso quiere decir que entran más carros en hora punta desde la periferia y se da el gran colapso. Si tenemos movilidad que solo sirve para unos y no para otros, -ya sea por cuestiones económicas, colectivos sociales o de capacidades físicas- y no garantizamos que la población pueda llegar a los sitios necesarios para desarrollar su vida, estamos generando desigualdad.
¿Qué soluciones podrían establecerse para reducir esta desigualdad en la movilidad?
Aquí veo como dos posibles soluciones. La primera es cambiar e ir hacia un modelo de ciudad compleja. Esto exige que el estado sea capaz de intervenir en los mecanismos de mercado para garantizar una ciudad diversa. La segunda es armar sistemas de transporte colectivo capaz de transportar a las personas sin tantos carros. Cuando visité líneas del metro de Lima, vi que los mototaxis iban alimentando los paraderos del metro en la zona sur. Se puede hacer zonas de estacionamiento para coches o bicicletas, para que los usuarios puedan tomar el tren que les permita llegar a otro punto de la ciudad. Hay diferentes tipos de mecanismos. No cambiamos tanto el modelo de ciudad, pero lo intervenimos para facilitar esa movilidad.
¿Cómo podrían aportar los ciudadanos en estos modelos?
En Europa tenemos una semana de movilidad sostenible. Incluso en esta Universidad también se realizan actividades de promoción encaminados a concientizar y animar a las personas a dejar el carro y movilizarse de otra forma. Pero -sin menospreciar este esfuerzo importante- pienso que culpan al ciudadano cuando la ciudad está diseñada en contra suya. Porque la ciudad la han pensado para ir en auto, la presión social y la publicidad son muy fuertes, te incitan a usar carro. Hasta cierto punto podemos pedirle al ciudadano que reflexione, pero estas campañas no debe ser la excusa para las autoridades. Los funcionarios deben tener claro lo que deben hacer y el ciudadano debe acompañarlo. Lo más importante es que en lugar de trabajar de forma individual, los ciudadanos deberían organizarse como colectivo o asociaciones de usuarios para hablar con las autoridades y defender sus derechos. Por ejemplo, el Metropolitano y el Metro están abarrotados. La gente debe viajar en transporte colectivo pero de forma digna, con niveles de confortabilidad mínima.
¿Cómo aseguramos la sostenibilidad de los avances?
Es un problema muy importante porque los gobiernos deben pensar a medio o largo plazo, más allá de cada gestión, para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y no a corto plazo para obtener réditos electorales. En la maestría que dicto hacemos una dinámica con los alumnos que consiste en pensar hacia el año 2050, con un escenario el máximo cambio climático y con una ciudad envejecida. En 1995 la natalidad llegó al máximo y ahora está bajando. El problema de siglo XXI será el envejecimiento de la población mundial. Por lo tanto, los políticos deben pensar más allá de sus mandatos y de sus vidas biológicas.
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