Reflexiones de fin de año y perspectivas a futuro
Al término de este año, podemos sentirnos satisfechos por haber continuado por el camino que desde su fundación, en 1917, caracteriza el auténtico quehacer de nuestra Universidad: una institución cuyas guías son la excelencia, el liderazgo, la democracia, los derechos humanos, el desarrollo, la innovación y la modernización.
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Marcial Rubio Correa
Rector de la PUCP
Con esta perspectiva, queda claro que la labor fundamental de nuestra Universidad excede por amplio margen la formación exclusiva de profesionales en el ámbito académico. Desde sus inicios, es también un lugar de reflexión orientado a contribuir a un conocimiento amplio de nuestra realidad y ponerse al servicio del desarrollo permanente de la sociedad peruana. Es muy importante, por ello, consolidar nuestro rol de actor social cuyos aportes sean materia relevante para el desarrollo y la democracia en el Perú. Como máxima autoridad de esta casa de estudios, continuar con esta labor es la responsabilidad que me atañe.
Asumí el mando del equipo rectoral en julio de este año y en esta tarea he de continuar con la labor que mi predecesor, el Ing. Luis Guzmán Barrón Sobrevilla, defendió, en plena consonancia con los intereses de nuestra institución. Por ello, consolidar una Universidad de excelencia, con estándares internacionales y comprometida con nuestro país es la motivación que guía, desde ya, mi periodo rectoral. Las decisiones y actividades que se emprendan estarán orientadas a que nuestra casa de estudios sea reconocida como el mayor centro multidisciplinario de innovación científica, humanística y cultural del Perú. En este periodo, la Católica renueva su compromiso como defensora de los valores de la democracia, los derechos y el desarrollo humanos, de los recursos naturales y del medio ambiente, todo ello en conjunción con los principios cristianos que la inspiran.
A lo largo de este año, la Universidad ha impulsado una serie de actividades que se inscriben dentro de estos objetivos. En julio, se presentó, en la Santa Sede, la Encíclica del Santo Padre Benedicto XVI, titulada Caritas in Veritate (La caridad en la verdad), y nuestra Universidad organizó un conversatorio en el que se analizó el documento desde diversos ángulos académicos. Luego, en septiembre, fuimos sede del congreso internacional Participación, Pobreza y Poder, organizado por la Asociación de Desarrollo Humano y Capacidades (HDCA), que abordó temas vinculados con el desarrollo humano. Este concepto, impulsado por el premio Nobel de Economía 1998 Amartya Sen, sostiene, en líneas generales, que el desarrollo de la persona no debe darse solo en términos de satisfacción de necesidades, sino de libertades que le permitan tomar decisiones propias que redunden en una mejor calidad de vida. Ambos encuentros sirvieron como antesala del mayor evento académico que se realiza anualmente en nuestra Universidad, Aula Magna, que esta vez llevó por título La Doctrina Social de la Iglesia y el Desarrollo Humano Integral. El desarrollo involucra, pues, la posibilidad de llevar una vida plena, y compete a nuestra Universidad ser un agente que lo haga posible.
Asimismo, continuamos con el compromiso que emprendimos el año pasado con el medio ambiente, a través de la iniciativa Clima de Cambios. Contribuir con la reflexión y el conocimiento de este tema, que ha tomado importantísima relevancia en las discusiones académicas, políticas y sociales en todo el mundo, no es sino muestra de una genuina preocupación por informar y sensibilizar a la ciudadanía sobre los impactos del cambio climático con los aportes nuestra comunidad universitaria.
Al mirar con esperanza los logros y las contribuciones que nuestra Universidad alcanza al término de este año, debo reconocer el permanente esfuerzo de quienes integramos esta casa de estudios: profesores, alumnos, trabajadores y egresados. Con un trabajo comprometido y constante, hemos logrado mantener el modelo de universidad que hoy encarnamos: uno en el que la razón dialoga con la fe de manera constructiva y que está al servicio de los valores cristianos y católicos, del desarrollo humano y del progreso de nuestro país.
Que en estas fiestas, Jesús renazca en nuestros corazones y vivamos el verdadero sentido de la Navidad: celebremos el amor y la fraternidad, y celebremos también la renovación de nuestra fe.
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