“No sabía qué iba a pasar y eso es parte de la riqueza de esta pieza”
Regresando a nuestro país después de 16 años, la docente Rustha Pozzi-Escot puso a prueba sus habilidades en el XX Concurso de Escultura Premio IPAE a la Empresa. Su obra “El paradigma del ladrillo” fue una de las dos piezas ganadoras.
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Rustha Pozzi-Escot
Docente del Departamento de Arte y Diseño
Texto:
Gabriela PérezFotografía:
Héctor Jara
¿Qué la motivó a participar en este concurso?
Estoy de regreso en el Perú después de 16 años y nunca había tenido la oportunidad de presentarme a un concurso aquí por eso, como experiencia me parecía interesante. Quería poner en práctica ciertas cuestiones técnicas y pragmáticas. Cuando la creación es libre, la práctica de un artista es más complicada de ejecutar. En el caso de este concurso no hubo tema pero sí especificaciones técnicas, como el tamaño y los materiales. Creo que esa fue mi primera motivación para responder a este concurso, la idea de nunca haberlo hecho en el Perú: estar de regreso luego de un tiempo fuera y querer utilizar eso como una excusa para hacer un ejercicio formal de escultura.
¿Cuál es el concepto trabajado?
En el caso de este concurso, las piezas iban a estar destinadas a ser trofeos para condecorar a dos empresas en los rubros de cultura y educación; por ello, decidí trabajar con el concepto de construcción. Así identifiqué un objeto que yo quería que tenga relación con mi discurso y decidí utilizar la figura del ladrillo como unidad de construcción en el espacio arquitectónico. Por otro lado, opté por utilizar el tejido como una mezcla de construcción entre una malla y la urdimbre, cada punto que uno construye va formando un espacio en el cual se comunican ideas. Para mí, la idea de construir tejiendo era también la idea de construir la urbe; por eso, escogí el ladrillo como imagen.
¿Qué técnicas utilizó?
Como quería experimentar con la elaboración de esta obra, elegí hacer un cruce de técnicas. Por un lado, como ya tengo experiencia trabajando con fibras textiles y en la elaboración de tejidos, decidí combinar esta técnica con el encofrado en resina. Es interesante ver cómo estos dos materiales se integran, pues, a nivel molecular, el tejido cambia y se convierte en un volumen sólido cristalizado que tiene un aspecto duro y rústico, como si fuese sacado de una mina. Le da otro carácter.
¿Cómo fue el proceso?
Solo hacer la elaboración del tejido en punto cruz me tomó alrededor de un mes, pues fue en una medida muy pequeña. El formato de la malla metálica en donde se elaboró era de 10 milímetros cada cuadrícula, por lo que tenía que ser un trabajo muy minucioso. Luego vino la parte de la ejecución de la resina, la cual fue algo complicada pues, para proceder con el encofrado, he tenido que forzar el material y hundirlo dentro del líquido. Prácticamente fue un experimento con un resultado positivo inesperado, pues nunca había combinado ambos elementos y se logró una comunión de dos materiales que no se encuentran así nomás: un químico derivado del petróleo y algo de fibra natural, que hace una remembranza a nuestra cultura y tradición textil peruana. No me he ido a algo seguro, no sabía qué iba a pasar y eso es parte de la riqueza de esta pieza.
¿La experimentación es un factor clave para la labor del artista?
Siempre, porque no somos maestros, nos formamos con el tiempo por medio de este tipo de experiencias. Uno, a medida que va avanzando como escultor en la vida, va dominando cosas pero siempre son aleatorias. Uno nunca está en un laboratorio en el cual todo siempre es igual, sino que hay cuestiones externas que hacen que sea un proceso dinámico.
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