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Mis encuentros con el papa Francisco: "Él quiso ser un papa en medio del 'pueblo santo y fiel de Dios'"

  • Birgit Weiler MMS
    Profesora del Departamento de Teología PUCP y consultora de la Secretaría General del Sínodo

Tuve la dicha de haber tenido algunos encuentros con el papa Francisco durante el Sínodo Amazónico (2019), en el cual participé, y también en otra ocasión. En los encuentros con él, me impresionó su gran sencillez: era un papa muy cercano, cálido y acogedor.

Hay anécdotas que dicen mucho sobre su modo de ser: en la mañana del primer día de trabajo del Sínodo Amazónico, tuvimos una oración en la Catedral de San Pedro en Roma. Los representantes de los pueblos originarios estuvieron presentes con sus trajes típicos, sus símbolos y cantos. Al concluir la oración, algunas personas del Vaticano nos indicaron el orden jerárquico en el que estaba previsto salir en procesión hacia el aula sinodal. Cuando varios obispos amazónicos de repente dijeron “caminemos todos juntos, ya que todos somos miembros del pueblo de Dios”, se rompió el protocolo rígido y caminamos todos mezclados: personas de diferentes vocaciones en la Iglesia – obispos, laicas, laicos, religiosas, religiosos y cardenales – y de diferentes culturas. En medio de este grupo grande de personas, caminó visiblemente con mucho gozo el papa Francisco; él quiso ser un papa en medio del “pueblo santo y fiel de Dios”, como solía decir, sintiéndose parte de este pueblo y, a la vez, su buen pastor a ejemplo de Jesús.

Él quiso ser un papa en medio del 'pueblo santo y fiel de Dios', como solía decir, sintiéndose parte de este pueblo y, a la vez, su buen pastor a ejemplo de Jesús".

En las sesiones de trabajo, me impresionó mucho su gran capacidad de escucha paciente e intensa. Escuchó con todo su ser. Se pudo ver en su rostro que le impactaron mucho los relatos del maltrato y sufrimiento de los pueblos originarios y de otros grupos, así como de la naturaleza en la Amazonía. Tenía un cariño especial por los pueblos indígenas. En un momento del Sínodo, se reunió a solas con sus representantes, hombres y mujeres, para escucharlos y conversar con ellos.

El Papa recalcó en varias ocasiones que los pueblos indígenas, con sus valores culturales y su concepto del buen vivir, tienen mucho que decirnos en estos tiempos de un fuerte individualismo, y severa crisis humanitaria y ecológica. Francisco nos llamó a ser una Iglesia con rostro amazónico que refleje los muchos rostros de las personas de las diversas culturas amazónicas, una Iglesia comprometida con el cuidado de la Amazonía severamente amenazada.

Escuchó con todo su ser. Se pudo ver en su rostro que le impactaron mucho los relatos del maltrato y sufrimiento de los pueblos originarios y de otros grupos, así como de la naturaleza en la Amazonía".

Otra anécdota pequeña pero muy significativa durante el Sínodo Amazónico: un día estuvimos caminando entre varias mujeres hacia las escaleras para bajar al espacio del refrigerio. El Papa nos invitó a bajar con él en el ascensor. Nos cedió el paso. Cuando él quiso entrar, la puerta empezó a cerrarse. Yo intervine rápidamente con mi brazo. Al reabrirse la puerta, él nos miró con su sonrisa típica y dijo: “Permítanme ir con ustedes. No me excluyan”.

Francisco fue el papa que decididamente puso a mujeres en puestos de gran responsabilidad y liderazgo en el Vaticano, el número más alto hasta este momento.

El Papa nos invitó a bajar con él en el ascensor. Nos cedió el paso. Cuando él quiso entrar, la puerta empezó a cerrarse. Yo intervine rápidamente con mi brazo. Al reabrirse la puerta, él nos miró con su sonrisa típica y dijo: 'Permítanme ir con ustedes. No me excluyan'".

Otro encuentro con el Papa que dejó su impronta en mí: al final del proceso de elaboración en grupo del documento de trabajo para la fase continental del Sínodo de la Sinodalidad, fuimos invitados a un encuentro con él. Quiso agradecer el trabajo realizado. Ya padecía problemas en la rodilla, pero, a pesar de ello, insistió en saludar personalmente a cada una de las personas presentes, apoyado en su bastón. Cuando llegó a mí, manifestó su gran cariño por nuestro país.

Francisco nos transmitió en su persona el amor acogedor, misericordioso y compasivo de Dios, y su gran ternura. Con su testimonio, nos anima a dejarnos transformar por este amor que nos impulsa a construir puentes y no muros hacia las otras personas, reconociendo en ellas a nuestros hermanos y hermanas.

*Las columnas de opinión reflejan la opinión del autor y no necesariamente la de la PUCP.

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