Más rápido, más fuerte, más estudiado
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José Ignacio López
Docente del Departamento de Comunicaciones
El metal en su condición de modelo de resistencia cultural y social es objeto de interés para una amplia gama de disciplinas".
En el 2015, presenté en EE.GG.LL. la conferencia “Simpatía por el demonio: extremismo anticristiano en el black metal nórdico”. El evento formó parte de una serie sobre música popular que aspiraba a mostrar estilos musicales no representados dentro de nuestro trabajo académico y a acercar nuestros discursos académicos a algunos de sus entornos de estudio, al mismo tiempo que presentaba a miembros de las comunidades discutidas. El metal era, sin duda, un tema no tratado apropiadamente y la respuesta fue diversa e interesante.
Quizás un punto de interés, y que explica parcialmente la situación del metal en los estudios peruanos, fue el rechazo por parte de algunos sectores de las ciencias sociales al uso del concepto de música popular para estilos musicales que, si bien tienen comunidades representativas en el Perú, no declaran su condición local a través de símbolos explícitos de carácter nacional o nacionalista. Si el metal internacional fue en algún momento atacado desde diferentes flancos, el peruano incluía un componente inesperado: la percepción y división política de los discursos musicales de la nación peruana.
Hablar de metal peruano es complicado y a veces incómodo. Tanto la prensa como los ambientes intelectuales lo han considerado desde irrelevante y superficial hasta alienante y foráneo. Las publicaciones sobre el tema son mínimas y la investigación casi inexistente. La falta de discursos políticos o de interés (o eficiencia) comercial por parte de las comunidades metaleras lo relegaron a una supervivencia subterránea que terminaría convirtiéndose, más que en una debilidad, en su fortaleza central.
Dicho esto, los últimos meses nos han traído novedades importantes. La publicación, en el 2018, del primer libro sobre metal Espíritu del metal. La conformación de la escena metalera peruana (1981 – 1992), que escribí junto con Giuseppe Risica Carella y que ha iniciado un diálogo largamente postergado. Este trabajo, tal vez por ser el primero, logró una respuesta poco común por parte de los medios de difusión, y validaba la presencia del metal como tema de interés, aunque manteniéndolo aún en una condición subalterna frente otros géneros.
Por otro lado, la proyección, este mes, del documental Songs of Injustice: Heavy Metal Music in Latin America de Nelson Varas-Díaz (FIU), y la tocada de bandas como Kranium y Flor de Loto, dentro de un espacio de conversación académica, marcan nuevos logros para los estudios del género. El documental mostró nuevas formas de entender el metal nacional, enfrentándonos, también, a la percepción, desde el extranjero, de nuestros procesos culturales.
Ante este diálogo, el metal nacional tendrá que declarar (y comprender) su propia naturaleza como fenómeno transcultural y transmediático. Esta presentación coincidió con el dictado de un módulo de estudio del metal en un curso de Estudios en Música Popular Urbana, de la Maestría en Musicología, en el que nos enfrentamos a la posibilidad de discutir académicamente sobre el tema.
El metal en su condición de modelo de resistencia cultural y social es objeto de interés para una amplia gama de disciplinas, que podrían hacernos partícipes del florecimiento global de estudios de ese género.
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