"Los conflictos son síntomas de que no existe una idea única del desarrollo"
El Perú es un territorio de culturas muy ricas y diferentes para las que existen maneras distintas y totalmente válidas de procurar su futuro. Para la psicóloga Marlene Anchante, directora adjunta del Centro de Análisis y Resolución de Conflictos, una gran herramienta para prevenirlos es el diálogo justo y respetuoso.
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Marlene Anchante
Directora Adjunta del Centro de Análisis y Resolución de Conflictos de la PUCP.
¿Cómo definiríamos un conflicto?
Los conflictos son parte de la naturaleza de los seres humanos, por lo que es imposible hablar de relaciones humanas sin conflictos. En el caso de los conflictos socioambientales, podríamos definirlos como aquellos que están vinculados a recursos ambientales importantes como tierra y agua, así como también, a proyectos no solo mineros, sino también a las hidroeléctricas y carreteras.
¿Por qué se generan los conflictos socioambientales?
Se debe al etnocentrismo. Especialmente por parte de quienes negocian representando a las empresas y al Estado. Al hablar de etnocentrismo, me refiero al hecho de ver el mundo a partir de sus propios patrones culturales. Por ejemplo, relacionistas comunitarios que ignoran las diferencias culturales y, con sus propios parámetros, hablan con el otro asumiendo que piensa igual que ellos. De esta manera, pueden incluir en las negociaciones ofrecimientos de asesoría para formar una empresa que exporte productos y convertirlos en grandes empresarios. Al hacerlo, asumen que esta es la idea de desarrollo que manejan todas las comunidades e ignoran que existen otras visiones.
¿El etnocentrismo se puede producir en ambos?
Sí. Las comunidades, al igual que nosotros, se aproximan a la realidad y a las negociaciones desde su propia aproximación al mundo y sus propias categorías. Sin embargo, es muy interesante notar que las comunidades han ido desarrollando habilidades de negociación con este otro, que es el funcionario de Lima.
Están más familiarizados con la otra visión…
Sí. Han aprendido a usar sus términos, sus documentos, sus cartas, sus actas. Hemos notado que las comunidades tienen ventaja en la negociación en ese sentido, pues conocen un poco más a ese otro. Eso no sucede con las empresas. ¿Por qué? Porque vivimos en un país muy centralista y solemos creer que el Perú comienza y termina en Lima.
¿Qué se podría hacer para que funcione el diálogo?
Es un tema muy complejo. Debemos iniciar políticas a nivel del Estado, de las estructuras, de nuestra forma de entender el desarrollo. Una primera dimensión está vinculada a preguntarnos desde el Estado, qué entendemos por desarrollo. La respuesta se debe reflejar en normas que no sean centralistas, que conozcan mejor la realidad y que respeten las diferencias que existen entre comunidades. De otro lado, una segunda dimensión concierne a los actores que participan en las negociaciones, donde todos deben fortalecer sus capacidades. Las empresas tienen que capacitarse para negociar con grupos culturales diferentes a los suyos y reducir esta dosis de etnocentrismo y ser más sensibles frente a la diferencia y construir mejores relaciones. Y, finalmente, negociaciones más justas. En estos momentos las negociaciones se producen en medio de un enorme desequilibrio de poder, porque tenemos comunidades que no están informadas y que no están en capacidad de entender los aspectos técnicos relacionados a esos proyectos que, muchas veces, son muy complicados.
¿A qué se debe la desconfianza entre las comunidades campesinas, las mineras y el Estado?
La desconfianza se origina, por ejemplo, en el incumplimiento de los ofrecimientos de la empresa. A veces se percibe que el Estado está parcializado con las empresas. ¿Cómo confiar en un Estado ausente? ¿Cómo confiar en un Estado que no atiende tus servicios básicos? No olvidemos que esta negociación es una relación entre personas que interactúan. Muchas veces no hay respeto, empatía, ni buen trato. Otro factor que alimenta la desconfianza es que los estudios de impacto ambiental, por ejemplo, no son vistos como objetivos porque son realizados por consultoras contratadas por las empresas.
¿En qué situación estamos actualmente en cuanto a los conflictos socioambientales?
Existe una búsqueda por lograr mayores espacios de participación ciudadana. La población y sus distintos grupos e intereses –pues cuando hablamos de población no podemos decir que todos tienen los mismos intereses– buscan establecer una agenda con más espacios de participación ciudadana, donde se escuche más la voz de algunos grupos que no han sido escuchados. En el fondo, se plantea la pregunta: ¿qué tipo de desarrollo queremos? A fin de cuentas, hay un sentimiento compartido de tener una mejor calidad de vida o ser más felices, pero ¿cómo entiende esto cada grupo? Los conflictos son señales o síntomas de que se produce este proceso, esta efervescencia, el interés por discutir estos temas y hacer escuchar la voz de aquellos que nunca fueron escuchados.
Tengo la impresión que los mecanismos y la institucionalización que tenemos actualmente están quedando muy chicos para los procesos y las demandas de la población. Al punto que la población está buscando sus propios mecanismos fuera de la institución, tal vez no legítimos, pero que reflejan una necesidad de ser oídos.
Ácora, un nuevo conflicto limítrofe a la vista
Por: Fabián Pérez, Abogado. Consultor del Centro de Análisis y Resolución de Conflictos – PUCP
La situación en el distrito de Ácora en Puno, especialmente en la zona denominada Pasto Grande, es sumamente difícil. Los pobladores de Moquegua reclaman esa zona como propia, mientras que, los de Puno, sostienen que cuentan con registros y documentos que respaldan la pertenencia de estos territorios. Es decir, no están claros cuáles son los límites y se encuentran actualmente en proceso de discusión.
Los temas de territorio y recursos naturales son los más complicados de resolver, pues estos temas generan conflictos más cerrados, que incluyen pasiones y tradiciones. Para solucionarlo será necesario ser lo más objetivo posible. Es decir, trabajar cada argumento con cada parte y ver qué títulos y documentos hay. Se debe tratar de entender si es un problema de límites o si está relacionado al aprovechamiento de algún recurso natural para atender ese interés. Debemos preguntarnos ¿Qué hecho disparó el conflicto? ¿Por qué se determina el conflicto? ¿Se debe a que alguna de las comunidades no se siente tan atendida como la otra? ¿Por qué se presenta recién ahora y no hace diez años? La mesa de diálogo debe sincerar los temas, y reconstruir el proceso que ha seguido este conflicto e identificar cuáles son los verdaderos intereses de las partes. Considero que estos temas aparentemente limítrofes encierran, muchas veces, un interés de alguna de las partes por el aprovechamiento de recursos naturales como el agua, la tierra o el aire, por lo que es necesario estar muy atentos y conocer en profundidad cada uno de estos conflictos.
Ya en septiembre había visos de que este conflicto podría empezar y no se hizo nada debido a que estamos inmersos en la idea de gestionar conflictos y, justamente, lo que el Centro de Análisis y Resolución de Conflictos quiere aportar es cómo prevenirlos y cómo anticiparlos. Y si, en todo caso, no se pueden prevenir, cómo encausarlos en un proceso de diálogo y no de un enfrentamiento violento.
Entrevista: Ricardo Reátegui Marchesi
Foto: Yanina Patricio
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