“En la medicina hay una cantidad de cuestiones que se entenderían mejor desde una mirada filosófica”
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Eduardo Díaz
Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá
Texto:
Akira MaeshiroFotografía:
Victor Zea
¿Cómo ha sido el tránsito entre ser médico de emergencia en Bogotá a estudiar filosofía?
Trabajé casi 10 años en ese servicio pero mis intereses me fueron llevando a la filosofía en la medida en que el mundo médico me fue planteando preguntas que la propia medicina no me respondía. ¿Por qué lo médicos tenemos esa manera de pensar? ¿Cuáles son las relaciones de la medicina con la sociedad? También debo decir que situaciones personales. Mi papá murió cuando yo estaba en séptimo semestre de medicina. Verlo en su proceso de enfermar y morir, me cambió la percepción y la mirada del médico al paciente. Estaba viviendo en mi propia vida, el sufrimiento, el tema de las facilidades para la atención médica apropiada, el abandono y el dolor, que son situaciones que desde el punto de vista teórico-médico, se ven de una manera pero cuando tú las tienes en tu propia vida, te hacen ver las cosas desde otro sentido.
De acuerdo a su experiencia, ¿qué puede aportar la filosofía a la medicina?
Creo que mucho. No se trata de pedir que los médicos estudien filosofía y se vuelvan filósofos profesionales. La filosofía tiene su estatuto propio. Pero en la medicina hay una cantidad de cuestiones que se entenderían mejor desde una mirada filosófica. Detrás del ejercicio de la medicina hay una serie de cuestiones filosóficas permanentes desde el punto de vista ético, de las funciones y de las relaciones de la medicina con la sociedad.
La bioética es un concepto que en el Perú no está muy extendido. ¿Cómo se desarrolló?
Es un campo joven que surgió en la segunda mitad del siglo XX como una reacción a una serie de preguntas y cuestionamiento sobre las nuevas tecnologías médicas que nos ponían en situaciones que no teníamos respuestas establecidas. Por ejemplo, el progreso hizo que desarrolláramos tecnología para intervenir cada vez más en los cuerpos de las personas para que la muerte se pospusiera. Ese tipo de situaciones llevaron a cuestionamientos sobre hasta dónde debemos llegar y cuál era el límite. ¿Tenemos qué hacer todo lo que podemos hacer? Eso dio origen a un área que es distinta a la ética médica, en la medida en que no se refiere solo a los deberes de los médicos en su profesión, sino en la manera en cómo deberíamos incorporar esas tecnologías.
¿Cuáles son los desafíos de la bioética en la actualidad?
En Latinoamérica, la bioética ha adquirido unas dimensiones distintas a sus orígenes en Estados Unidos, muy ligado al progreso biomédico y a las nuevas tecnologías en reproducción humana, cuidados intensivos y trasplantes. En la región adquirió el carácter de una reflexión más amplia que involucraba preguntas sobre el respeto por la vida en general, y eso incluye una mirada ecológica, a la manera cómo entendemos la vida hoy, en un mundo muy científico y tecnológico. Adquiere un carácter de reflexión en todas nuestras condiciones. No es la misma atención médica en países desarrollados que en países como los nuestros donde tenemos otras problemáticas que determinan cómo se hace la atención médica y la investigación.
¿Por qué Segunda Guerra Mundial representa un punto de quiebre en las investigaciones con seres humanos?
Es más un punto de arranque no arbitrario pero su importancia radica en que la Segunda Guerra Mundial implicó, de una manera muy clara y tajante, que en la investigación biomédica se podían cometer una cantidad de cuestiones de irrespeto por la dignidad humana. No es que antes no hubiese investigaciones éticamente incorrectas con ejemplos de abuso y explotación. Pero las investigaciones que los médicos nazis realizaron fueron de tal magnitud que no pudimos seguir siendo los mismos y la prueba de ello es que vinieron los juicios de Núremberg, que tuvo como resultado el Código de Núremberg que fue un intento para establecer límites mínimos para que la investigación en la ciencia sea ética.
¿Qué hace que una investigación sea ética?
Primero, tiene que ver con las motivaciones. Hay motivaciones altruistas, con entender problemas para poder solucionarlos. Eso es diferente de las motivaciones egocéntricas donde lo que se busca es aumentar la propia fama, la propia valía, que puede que no sean malas per se, pero que en un extremo pueden ser vistas como egoístas. Después vienen los medios. Puede que mi fin sea loable pero los medios pueden ser inadecuados como engañar a las personas para ser utilizadas. Luego viene la calidad de la investigación. Una investigación para que sea ética tiene que estar bien hecha, desde el punto de vista metodológico, científico y técnico, porque si no es así pone en riesgo a la gente o produce resultados que no son válidos. Finalmente diría la relevancia social porque si hacemos investigaciones en nuestro contexto latinoamericano y estamos dejamos de lado los problemas que realmente tenemos, estamos siendo un poco injustos.
¿Toda investigación debe tener impacto social?
Diría que sí, en principio, pero tampoco podemos desestimar la investigación que directamente no la tiene como las investigaciones que simplemente quieren responder preguntas de nuestra curiosidad humana. Porque la investigación no es un asunto meramente trazado por lo institucional, por lo formalizado. Creo que está en todos nosotros, en la curiosidad que tenemos por explicarnos el universo y la sociedad. No podemos cortar las alas a las personas que quieren abordar preguntas. Además, investigar también es de la literatura, de la retórica, de las ciencias sociales, y de otras manifestaciones del conocimiento humano, porque investigar es conocer, querer saber.
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