“La educación intercultural bilingüe se entendía como un instrumento de asimilación”
De acuerdo con la Constitución Política del Perú, es deber del Estado fomentar la educación bilingüe e intercultural. Sin embargo, la forma de entender la interculturalidad y la diversidad lingüística en el país ha influenciado los intentos por implementar ese enfoque dentro del sistema educativo. El Decreto Supremo Nº 006-2016-MINEDU, firmado el 9 de julio, significa un cambio histórico para la educación peruana porque finalmente establece una ruta y una serie de lineamientos para implementar la Educación Intercultural y la Educación Intercultural Bilingüe. A propósito de este tema, Martín Valdiviezo, doctor en Educación y docente del Departamento de Educación PUCP, analiza la importancia de esta política.
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Luis Martín Valdiviezo
Miembro de la Red Internacional de Estudios Interculturales (RIDEI) y docente del Departamento de Educación
Texto:
Sharún GonzalesFotografía:
Alex Fernandez
¿Qué cambios va a significar para el país la promulgación de la política sectorial de educación intercultural (EI) y la educación intercultural bilingüe (EIB)?
Por casi tres décadas, el Estado, o por lo menos buena parte de los funcionarios del propio Ministerio de Educación (Minedu), ha entendido la educación intercultural como un asunto que debe dirigirse fundamentalmente a los estudiantes, niños y adolescentes de las escuelas ubicadas en zonas rurales con identidades lingüísticas y culturales indígenas. Esto convertía a la educación intercultural bilingüe en un sucedáneo de lo que antes fue la educación indígena, cuyo propósito era asimilar a las comunidades indígenas a la cultura dominante, la cultura hispano católica occidental del país. En ese sentido, el potencial transformador de la interculturalidad ha sido mutilado o reducido a una educación para sectores marginados o invisibilizados dentro del país, como si interculturalizar al marginado fuese a resolver el problema de la marginación. Cuando hay problemas de marginación, hay que trabajar, sobre todo, con los sectores que la ejercen. Esta política cambia un poco el paradigma del país que estamos construyendo o el que queremos construir. Es un reconocimiento expreso de la diversidad del país, asimismo es una muestra de la importancia que el Estado da a la diversidad y sus necesidades. Se empieza a ver esta diversidad como un patrimonio, cuando antes se la percibía como un obstáculo.
¿Cuál es la situación de la educación respecto a la interculturalidad y la diversidad lingüística?
La enseñanza en lenguas originarias se hacía solo en los primeros grados como una forma de transición a la lengua castellana. El objetivo final era la asimilación. Por eso, casi no existen en el país escuelas secundarias interculturales bilingües, solo primarias. Tampoco existen facultades de educación que ofrezcan la especialidad de educación intercultural bilingüe para profesores de secundaria. Solo una universidad pública ofrece un programa de formación para estudiantes de educación en secundaria con educación intercultural bilingüe y esa sola facultad no puede abastecer la necesidad que hay en todo el país de maestros con esa especialidad. No hay otras porque se suponía que los programas existentes tendrían que haber castellanizado, durante la primaria, a los estudiantes; de ese modo, ya no sería necesaria una educación secundaria que emplee las lenguas originarias. La EIB se entendía simplemente como una metodología de transición delicada y comprensiva de una cultura originaria rural a una cultura hispana occidental. Ahora la meta es la simetría lingüística, que el hablar una lengua no sea una ventaja o una desventaja para ningún peruano.
¿Qué pasos se debe seguir luego de la promulgación de esta política?
La política es un instrumento que luego va a requerir implementarse y va a tener que apoyarse en diferentes programas, que van desde la capacitación de profesores hasta el diseño curricular y metodologías dentro del aula. El siguiente paso es diseñar los diferentes artefactos o instrumentos que se van a utilizar para implementarla. El paso más grande está en que se concibe la interculturalidad como transversal al proceso educativo peruano. Eso es algo que, si bien ya estaba en documentos antes, no había sido enfatizado ni puesto en práctica por la mayor parte de los colegios. Ahora se entiende que incluso en las escuelas urbanas donde el 100% de estudiantes sean castellanohablantes se debe incorporar la interculturalidad. Las zonas urbanas poseen una gran diversidad, los hablantes de lenguas originarias no solo se encuentran en las zonas rurales. Además, la política intercultural expone la necesidad de conocer esa diversidad, desarrollar actitudes y habilidades para comunicarnos y relacionarnos, satisfactoria y respetuosamente, dentro de esta diversidad para poder construir una ciudadanía saludable. La interculturalidad se convierte en un principio importante para desarrollar una educación ciudadana. Como peruanos, tenemos que conocer nuestra diversidad, apreciarla, y construir relaciones simétricas y solidarias con los peruanos de distintas identidades socioculturales.
¿Estamos preparados, como sociedad, para dar este paso colectivo hacia la interculturalidad?
Creo que si estuviésemos preparados, no necesitaríamos la política. Este es un país que ha sido estructurado, en términos culturales y lingüísticos, de una manera bastante injusta. Ha habido una lengua dominante desde que se fundó la República, hace casi 200 años. Se reconocía como ciudadanos a los castellanohablantes, a quienes leían, con propiedades, oficios rentables, casados, requisitos que excluían a la mayor parte del país. Esto se ha traducido no solo en prácticas del Estado, frente a los grupos indígenas, afrodescendientes o de origen asiático, sino también en prácticas sociales entre vecinos, entre personas de las mismas regiones. Existen jerarquías a partir de las cuales hemos establecido relaciones de dominación de unos sobre otros. Luego de la independencia de la colonia española, construimos una al interior a partir de una cultura criolla, hispana y católica; se desarrollaron relaciones de dominación y control, de explotación, de los otros grupos socioculturales del país.
Se ha arrastrado esta forma de hacer educación durante 200 años…
De alguna manera se entendió la educación como una forma de desindigenizar a la población. De ahí vienen todas estas prácticas, donde los maestros castigaban a los niños por hablar lenguas originarias dentro de la escuela. Por ejemplo, establecer un corte único de cabello entre los estudiantes hombres, que tengan el pelo bien corto porque si está un centímetro por debajo de la patilla, los estudiantes a veces son obligados a salir de la escuela o se le corta contra su voluntad en la propia escuela, como si el aprendizaje de las humanidades y las ciencias necesitara un corte de cabello militar. En las escuelas casi se ha criminalizado el corte de cabello. La asimilación va desde cambiar la indumentaria. Esto, que aparentemente es irrelevante, tiene un impacto sobre los procesos de formación de identidad de los estudiantes. La escuela tiene que ser un espacio donde los niños y adolescentes puedan formar libremente sus identidades.
Entonces, hacer transversal la interculturalidad dentro de la educación también se relaciona con aspectos como la indumentaria permitida dentro de la escuela.
Cuando se habla de interculturalizar la educación, también se alude a la apertura hacia diferentes opciones, por ejemplo, de identidad sexual entre los estudiantes. Se trata de promover una cultura abierta a la diversidad, dejar esquemas de exclusión que se han aplicado casi de manera acrítica por décadas en las escuelas. Esto supone reentrenar a los profesores, de tal manera que puedan ser ejemplos vivientes de este aprecio por la diversidad, de estas habilidades para desarrollar procesos comunicativos mutuamente enriquecedores.
¿Cómo se verían afectadas, por esta nueva política, las diversas comunidades, como la afrodescendiente o la de origen asiático?
Todos están incluidos. La educación intercultural para todos y todas, implícitamente, supone la adaptación del modelo a cada contexto social. Sería contrario a esta concepción de la educación tratar de establecer un mismo patrón para todo el país. Lo ideal sería que cada escuela incluya en su currículo, con apertura y flexibilidad, las diferentes identidades lingüísticas, culturales y étnicas que conforman la comunidad escolar. En segundo lugar, las escuelas tienen que educarnos para poder vivir y convivir digna, pacífica y democráticamente en nuestro país. Aunque un niño esté en una escuela donde haya muy poca diversidad, esa no es una razón para que sea educado ignorante de la diversidad que existe en el resto del país. La escuela tiene que hacer un esfuerzo para que aprenda en qué país está viviendo y creciendo. Afortunadamente, esta política no se está promulgando en el vacío. Hay experiencias de más de 10 años, por lo menos, en los cuales algunas escuelas públicas y privadas han implementado estrategias y programas orientados a la educación intercultural.
Hay experiencias exitosas de interculturalidad alrededor del mundo. ¿Por qué para el Perú ha sido un proceso tan largo aceptar la interculturalidad como eje transversal?
Porque, en el Perú, la interculturalidad significa la descolonización del país, y somos un país colonial en cuanto a prácticas y creencias sociales. El racismo que sufrimos tiene que ver con estas creencias, entonces, de alguna manera, la educación intercultural nos va a permitir también autorreconocernos, apreciarnos a nosotros mismos y estar en condiciones de reconocer a los otros. Lamentablemente, este legado colonial afecta de manera silenciosa a la mayor parte de los peruanos que tienen enormes dificultades para construir una imagen positiva de sí mismos. Nos es enormemente difícil alcanzar una sana autoestima, porque estamos inundados con estereotipos, mágenes peyorativas sobre las diversas identidades peruanas que además llevamos dentro. Resulta que nosotros, que tenemos ancestros indígenas, africanos, chinos, japoneses, ibéricos, árabes, judíos, tenemos prejuicios contra estas identidades, contra nuestros propios orígenes. En el ámbito moral, creo que la interculturalidad nos permitirá autorreconocernos y, a partir de ahí, construir una identidad más sana, lo que se traduce en una autoestima más saludable.
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